‘Un respeto para el dormitorio’. / Shutterstock
Las casas importan. De ahí el éxito de la expresión «volver a casa«. La Odisea cuenta la vuelta a casa de Ulises tras la guerra de Troya. Gracias a ese deseo, el de volver, se escribió uno de los poemas fundamentales de nuestra cultura. Ulises enfrenta toda clase de peligros (monstruos, dioses caprichosos, tentaciones y naufragios) impulsado por la necesidad moral del regreso. Se juega su identidad en ello. Hay cientos de canciones que repiten este estribillo, el del regreso al origen. La comunidad de Madrid acaba de adquirir la casa del poeta Vicente Aleixandre por su valor simbólico, la ha comprado por su valor simbólico. Las casas importan. Según Carlos Egea, experto en sueño, el dormitorio de la casa solo debe emplearse para dormir y para el sexo. Para tener dormitorio, claro, hay que tener casa. Y no hay casas. Veinte metros cuadrados no hacen una casa, hacen una mierda.
Una casa es un cuerpo; necesita espacio para el hígado, para las vías respiratorias, para el corazón y hasta para el aparato excretor, además de para la nevera y el armario en el que guardar la ropa interior. Una casa como Dios manda necesita un pasillo para que los fantasmas deambulen por él. Ya hemos renunciado a los pasillos, que es como renunciar a hablar con nuestros muertos y a negociar con nuestros miedos. Aceptamos que las casas modernas carezcan de pasillo porque para el mercado es un lugar inhábil. Para el mercado solo cuentan los lugares prácticos y los días laborables. Pues nada, métanse el pasillo por donde les quepa.
Pero respeten el dormitorio, por favor, señores arquitectos, señoras arquitectas. Respeten el dormitorio, que es el lugar del sueño y el del sexo, además del de las anginas o la gripe, cuando no el de la misma defunción. Hay gente que vuelve a casa solo para expirar porque la casa importa. La casa es el segundo cuerpo, la segunda piel. La casa no es una mera “solución habitacional”, la casa es el destino. En la casa reproducimos la antigua cueva paleolítica, el lugar de la crianza de la plebe, el refugio contra las tormentas, el antídoto contra el desamparo. No hay derecho a la escasez de casas provocada por la avaricia del mercado. Yo salgo de viaje con el único objeto de regresar: de regresar a casa. ¿Adónde volver cuando se carece de ella?