Si
hay un nombre que se asocia con el comunismo moderno, ese que nada
tiene que ver con Marx, ese es Fidel Castro. El dictador que lideró
Cuba desde 1959 hasta 2008, dejando el poder en su hermano.
De
él se podrán decir muchísimas cosas, y se podrán hacer análisis
de su idea ‘revolucionaria’, de sus eternos discursos y de su modelo
de gobernar la isla, pero hay ciertas cosas que se han estudiado
menos, y que dan una idea de la mentalidad de Castro.
Y
es que él, en plena Guerra Fría, no desistió en su idea de crear
un mundo enteramente comunista, donde la revolución que él había
‘creado’ en Cuba se extendiese hasta el infinito.
Fidel Castro
En
esos momentos, la República Democrática Alemana le parecía a
Castro el triunfo del comunismo, uno al que no había podido llegar
la Unión Soviética tras la revolución de 1917.
Por
eso mismo, y tras unos cuantos años en el poder, Fidel Castro
decidió viajar a Berlín, al otro lado del muro, para conocer cómo
se vivía en el lado comunista del Telón de Acero y entrevistarse
con el entonces secretario del Partido Socialista Unificado de
Alemania y fue presidente de la República Democrática Alemana que,
paradójicamente, era la Alemania comunista.
Un
regalo que cambió las relaciones entre Cuba y Alemania
Él
era Erich Honecker,y desde 1976 hasta 1989, estuvo presidiendo la
Alemania comunista. En esta visita, ambos quedaron fascinados con la
visión que tenían.
Ambos
dirigentes comunistas quedaron encantados de la visita de Castro, y
se prometieron, entre otras cosas, entablar conversaciones. Tanto es
así, que Erich Honecker decidió regalarle un oso de peluche,
símbolo de Berlín.
Encantado
con los lazos que habían creado, Fidel Castro decidió hacerle
también un regalo. Eso sí, un poco más grande y faraónico que
aquel oso de peluche. Y es que con ello, lo que pretendía, era crear
una relación entre regímenes comunistas que trascendiese fronteras.
Por
eso mismo, eligió un regalo difícil de hacer a día de hoy: una
isla en medio del Caribe. La isla se llama Cayo Blanco del Sur, una
islita muy cerca de la bahía de Cochinos. Tiene una superficie de
500 metros de ancho por 15 kilómetros de largo, de arena blanca y
aguas cristalinas.
Le
dijo a Erich Honecker que, en cuanto firmaran, pasaría a ser
posesión de Alemania. Algo que ocurrió el 18 de agosto de 1972, y
la RDA lo publicó en su informativo estatal, emitiendo un reportaje
en el que se escenificaba la transferencia de la soberanía de Cayo
Blanco del Sur.
Quedaba
así inaugurada, en esta ceremonia de transferencia, una renovada
relación entre ambos países.
El
‘paraíso’ comunista que pretendía crear Fidel Castro
Aguas
cristalinas, arena blanca como la nieve y un tiempo tropical que
haría que cualquiera se quisiera quedar. Así era Cayo Blanco del
Sur que, a partir de 1972, pasó a llamarse Ernst Thälmann, en honor
al político homónimo que había sido líder del partido y que había
sido fusilado por orden de Hitler.
Era
tal la admiración que Castro sentía por el alemán, que mandó a
construir una estatua que presidiese el nuevo paraíso comunista en
pleno Caribe. Y es que la intención del dictador de Cuba no era solo
estrechar lazos con la Alemania comunista, sino también construir un
destino turístico comunista en ese lado del charco.
Castro
pretendía que los alemanes pudieran viajar a su reciente adquirida
isla y disfrutar del clima caribeño mientras vivían bajo el manto
comunista. Sin embargo, sus planes fueron imposibles de cumplir por
la situación económica de ambos países y por la existencia del
muro.
Los
propios alemanes que vivían ahí se dieron cuenta de que, por mucha
propaganda que se hiciera, jamás podrían ir al Caribe si no se les
permitía ni viajar a países cercanos. El sueño comunista de Castro
no era sino otra pesadilla para los que vivían bajo el régimen.

Isla de Cayo Blanco, en Cuba
El
resultado fue una paulatina despoblación y descuido de Cayo Blanco
del Sur, que jamás fue visitada por ningún alemán. Poco a poco, la
isla dejó de ser interesante para los cubanos y para los alemanes, y
con la Reunificación Alemana, el país no reclamó la isla ni hizo
el amago.
Actualmente,
esta preciosidad caribeña está deshabitada y se encuentra en una
zona de “exclusión militar”. Nadie la ha podido pisar, aunque
hay una serie de nostálgicos que han intentado pagar a los locales
isleños para que les lleven de forma ilegal.
En
torno a ella, solo leyendas y rumores que aseguran que el huracán
Mitch arrasó con lo poco que quedaba de ella, incluida la estatua de
quien daba nombre a la isla. Pero el huracán no solo se llevó eso,
sino los sueños comunistas de Castro que fracasaron igual que los de
la República Democrática Alemana.