La osa «Paca», icono de la conservación en Asturias junto a su hermana «Tola», ha muerto este jueves, tras haber sido sacrificada por la Fundación Oso Asturias, responsable de su cuidado, «para evitarle un mayor sufrimiento». El ejemplar tenía 36 años (el equivalente a unos 100 en un humano) y sufría problemas de movilidad, que se fueron agudizando en los últimos días.
El Gobierno del Principado, a través de la Consejería de Medio Rural y Política Agraria, autorizó la eutanasia del animal tras evaluar el último informe veterinario, que revelaba «un importante deterioro irreversible de su estado físico«. La osa, tal como indica dicho informe, “presentaba una dificultad motora creciente, con diagnóstico presuntivo de artrosis”, problema que fue a más el otoño pasado. Se trata de una patología frecuente en la especie a partir de cierta edad, según explica la Fundación Oso Asturias.
«Paca» vivía en el cercado de Santo Adriano, junto a la osa «Molinera», y su muerte llega siete años después del de su hermana «Tola», que falleció en enero de 2018 a los 29 años. «Hay que tener en cuenta que Paca alcanzó los 36 años mientras que los osos pardo en libertad apenas suelen superar los 20 años de vida. Para paliar las molestias que le ocasionaban sus problemas de salud, ‘Paca’ ha recibido en los últimos años distintos tratamientos pautados por el servicio veterinario, quien además ha hecho un seguimiento médico permanente a la osa», explican sus cuidadores.
Sin embargo, en los últimos días, dice la Fundación Oso Pardo, su situación empeoró, mostrando “aparente incapacidad de movimiento, inapetencia y anorexia”. De esta forma, el último informe concluyó que “la situación actual no es compatible con una calidad de vida aceptable” para la osa.
“Es un día triste. Se ha perdido un símbolo de Asturias”, expresó el consejero de Medio Rural, Marcelino Marcos Líndez, sobre la muerte de la osa “Paca”. “Era lo aconsejable por su estado, con artrosis, algo de anemia, no tomaba la medicación…”.
«Molinera», la hembra de oso pardo cantábrico nacida en 2013 y cuya reintroducción en la naturaleza fracasó, es el único ejemplar que actualmente permanece bajo el cuidado de la Fundación Oso de Asturias, en condiciones de semilibertad. ”. Su estdo bueno, según Marcos. El Consejero señaló que es pronto para pensar en el futuro del cercado y la posibilidad de contar con más osos en cautividad.
Símbolo de la recuperación de la especie
En la memoria de todos está el rescate de las oseznas, en 1989, que habían quedado huérfanas después de que un cazador furtivo matara a su madre. Las osas fueron rescatadas por miembros del Seprona de la Guardia Civil. Tenían entonces sólo cinco meses. Tras un breve periodo en Vic (Cataluña) y Hosquillo (Cuenca), en mayo de 1996 «Paca» y «Tola» regresaron a Asturias. Fue entonces, ante la imposibilidad de que las osas sobrevivieran en libertad, cuando la Fundación Oso de Asturias se hizo cargo de los animales.
En estos años, «Paca» y «Tola» se han convertido en el símbolo de la lucha por la supervivencia del oso pardo cantábrico. Su presencia en los cercados oseros y su propia historia despertó conciencias y favoreció la puesta en marcha de un plan para la recuperación de la especie que, pese a dar sus frutos, continúa todavía en peligro de extinción.
Tola y Paca, cuando fueron rescatadas en 1989. / LNE
Evolución de la población osera
Según el último censo (y el primero hecho con técnicas genómicas), la especie consta de 370 ejemplares (210 machos y 160 hembras), de los cuales 250 pertenecen a la subpoblación occidental y 120 a la oriental. Los anteriores cálculos situaban el censo total en 330. Desde la década de los 90, la población se ha multiplicado casi por tres y su distribución se ha duplicado (son 18.000 kilómetros cuadrados), conquistando nuevos concejos, como Grado, Oviedo o, en la costa, Valdés. Y los números siguen creciendo.
En la cordillera Cantábrica no solo hay más osos, sino que cada vez su área de distribución es mayor y avanzan hacia la costa. Tras décadas en decadencia, la especie ocupa hoy una extensión de 18.410 metros cuadrados, más que Asturias y el País Vasco juntos, y llega hasta Oviedo y concejos costeros del Occidente como Cudillero, Valdés y Castropol. Así lo revela un estudio publicado por investigadores de la Estación Biológica de Doñana, del CSIC, tras haber analizado la evolución de la población osera de los años 80. Los científicos participantes, entre ellos los asturianos Manuel Díaz Fernández y Javier Naves, advierten de que los planes de recuperación, que incluyen las directrices para gestionar la especie, están «desactualizados», pues solo cubren alrededor del 50% del territorio que hoy ocupa el oso. Esto, profundizan, podría implicar una menor supervivencia de los plantígrados en las nuevas áreas y, por tanto, frenar su expansión.
Esa expansión no se da por igual en machos y hembras. Según los autores del estudio, hay «flujo de genes» entre las dos subpoblaciones, la oriental y la occidental, pero la población cantábrica «no funciona completamente como una sola» porque el flujo entre ambas se debe a la migración de machos. «Debido al comportamiento filopátrico de las hembras (permanecer cerca de donde nacieron), aún existen dos linajes maternos diferenciados. El aumento en el número de hembras con crías se tradujo en un incremento de la densidad de esas áreas y en la incorporación de machos migrantes», explican.
Desde la publicación del último censo, Guillermo Palomero subraya que la población «todavía habrá crecido más». No cabe discusión: «Hay más osos». Y la población, cuenta, ya es «única», es decir, con intercambio de individuos de la parte oriental a la occidental y viceversa, y llega hasta Zamora y Burgos.