‘Mujer, sexualidad y salud’ es el título de la entrevista que concedió este miércoles Mar Cerezález, periodista reconvertida en estudiante de Medicina, dentro de la jornada ‘Por una mirada inclusiva hacia la igualdad’, organizada por el Instituto Balear de la Mujer en Ibiza. Cerezález, de 49 años, es activista por los derechos de las personas con diversidad funcional y miembro del grupo Mujer e Igualdad de la asociación Aspaym Balears.
-Las personas con discapacidad sois personas sexuales, pero tengo la sensación de que se les asexualiza o se les infantiliza.
-Sí, efectivamente, somos seres sexuales, como cualquier otra persona. Todo el mundo dirá sí, claro, pero al acabar esta entrevista yo pediría a la gente que piense si todo lo que hablemos les ha extrañado o no. Estoy segura de que no hay nadie que esté en contra de que tenga una vida sexual, todos tenemos claro que es una parte del desarrollo personal. Hay gente muy sexual, poco y también hay gente asexual, como cualquier otra mujer. Lo que nos pasa a las mujeres con discapacidad es que vivimos en el mundo de la supervivencia, parece que la sexualidad es un plus. A mí me ha pasado verme en pareja y nadie preguntarme si quería o no tener hijos. Este hecho, la sexualidad, siempre ha extrañado y lo que queremos es que no lo haga.
-¿De dónde viene esa extrañeza? ¿Sociedad? ¿Familia? ¿Amigos?
-De todos. Y la parte más triste es que también viene de nosotras mismas. En la asociación tenemos el Servicio de Asesoramiento Sexual (SAS), que ha servido para que muchas mujeres puedan percibir su capacidad sexual. Porque muchas han vivido y crecido en una familia con una sobreprotección que lleva a una infantilización. Y lo de tener una pareja y relaciones sexuales, vale, pero esporádicas… ¡Esto ya sí que se ve como un puterío! Si una mujer te dice que no tiene relaciones estables, pero que de tanto en tanto sí te parece muy normal, pero si te lo dice una mujer en silla de ruedas te extraña.
-¿Ha tenido Tinder?
-Sí, hace como cuatro años. Hacía un año que estaba separada y dije que ya estaba bien de barbecho y me hice Tinder. Descubrí que no era mi modo de ligar, pero fue una gran experiencia. Primero por mí misma, porque creo que soy muy moderna y me di cuenta de que tan moderna no era.
-¿Foto con silla o sin silla?
-Tuve un dilema. Las mujeres con discapacidad no nos vemos como mujeres con discapacidad. Yo me siento yo, me siento Mar y no pienso continuamente que tengo una discapacidad. Pensé poner la silla por si hubiera algún gilipollas, que se asustara pronto y no me diera like. Y después pensé, ¿por qué tengo que ponerme con la silla si considero que no me define? Y me la quité.
-¿Notó diferencia?
-Tinder ya sabéis cómo va, va de follar. Pensaba que me encontraría rechazo, pero ni un problema. Bien, íbamos a lo que íbamos y tengo algunas experiencias muy curiosas. Hubo uno que al ver la silla se puso contento porque pensó que yo no querría sexo, me dijo que era asexual. Le dije que yo no y ahí quedó la cosa. Pero el más surrealista de todos fue un fotógrafo de prensa que me preguntó si tenía libro de instrucciones para follar.
-¿Perdón?
-«Por si te hago daño», me dijo, como si yo no pudiera hablar o gritar. Esto de que yo tuviera Tinder les chocó incluso a mis amigos. Tú misma te discriminas a veces porque piensas que no tienes derecho a tener una vida sexual, aunque la quieras. Además, la familia te sobreprotege. Yo aún llevo un poco clavado un comentario que me hizo mi madre cuando tenía 16 años y me vino a buscar un chico. Me dijo «pero si es muy guapo, no creo que tengas ningún futuro, porque vas en silla de ruedas». Y mi madre me quiere mucho. También una amiga de la radio, cuando trabajaba en IB3 que me vino a buscar el chico con el que estaba en ese momento y me dijo «¡Ostras! ¡Es guapo! ¡Y no va con silla!». Tenemos unas creencias muy debajo la piel, yo la primera. Cada vez estamos más integradas en la formación, lo laboral, pero en la sexualidad aún falta mucho.
-¿Esta asexualización pasa más en las mujeres que en los hombres con discapacidad?
-Creo que sí. A mí un ginecólogo nunca me ha preguntado si quiero ser madre o sobre mi sexualidad. Estás superbién y con esto y con comentarios como el de mi madre o mi amiga es como si de repente me quedara desnuda en medio de la estepa rusa. Te dejan clavada. Tú te sientes normalísima y te bajan a la realidad. Cada vez hay más consciencia de que somos como los demás, pero necesitamos una adaptación para vivir la vida que queremos. Y la sexualidad también. Estamos hablando de la discapacidad física, motora, que es la mía, pero hay otras, mujeres sordas, ciegas, con discapacidad intelectual o trastorno mental, y también tienen una sexualidad y una vida sexual adaptada a su capacidad.
-Imagino que además de la asexualización, habrá quien crea que sus relaciones son básicas, cero creatividad y fantasía.
-Sí, también es así. Piensan que si tienes una pareja, en todo caso tendrás sexo tántrico. Precisamente la creatividad, en nuestro caso, es muy importante. Mira, yo no tengo fuerza en las piernas, no puedo levantarlas o girarme, mi compañero tiene que ser un Madelman, pero si no lo es hay apoyos. Mira, una vez compré un arnés de BDSM, pensaba que me liberaría de tener que hacer fuerza y a él se le quedarían libres las manos,pero fue fatal, se me clavaba por todos sitios.
-Algunas discapacidades son de sensibilidad.
-Sí, hay que remarcar que la sexualidad no solo es genitalidad y hay muchas discapacidades que implican una carencia de sensibilidad genital. Pero la sexualidad también existe sin genitalidad. Evidentemente, si hay un orgasmo es maravilloso, pero hay gente que no puede tener orgasmos porque fisiológicamente no es posible. Un masaje puede ser una cosa muy erótica. Y una conversación puede ser más sexual que un polvo. En la asociación intentamos hacer visibles todas estas posibilidades a las mujeres con discapacidad, pero también necesitamos a los profesionales sociosanitarios para que despierten a las chicas. Muchas veces nos llegan chicas de 20 años a las que no se les ha ocurrido en la vida que puedan tener una vida sexual. ¡A esa edad, que vas como una moto! Lo reprimen y esto lleva a problemas psicológicos.
-¿Cómo vivió usted ese momento de adolescencia, de descubrir la sexualidad?
-Hasta ese momento no fui consciente de que tenía una discapacidad. Mi madre es la gran artífice de esto porque nunca me ha tratado con demasiada sobreprotección, me trataba como si no tuviera ninguna discapacidad. Esto me ayudó a construirme, me dio fortaleza y cuando empezó mi adolescencia de repente me di cuenta de que iba en silla de ruedas. Y pensé: «¡Oh! No le voy a gustar a los chicos…».
-Sabe que eso nos pasa a todas en la adolescencia por cualquier motivo, ¿no?
-Sí, pero en este caso había un motivo, aunque tampoco me hice mucho caso, seguí, pensé que ya vería. No me fue tan mal. No sé si a otras personas les pasa, pero yo tengo miedo. No soy una persona de irme con alguien a quien acabo de conocer. No me gusta, me gusta conocer y seducir, pero también porque te vas a casa de alguien y cuando estás fuera de la silla de ruedas, en la cama, eres muy vulnerable. Esa persona te puede hacer un abracadabra. Esto mismo se lo expliqué a uno de Tinder cuando me dijo de ir a su casa. «Si tú eres un asesino en serie no puedo salir corriendo», le dije.
-¿Qué le contestó?
-Que aunque no fuera en silla de ruedas me podría matar igual. Todas las adolescentes tenemos miedo, pero yo tenía más porque iba en silla de ruedas.
-¿Y el autoplacer?
-Es muy importante para tu sexualidad. No lo hemos hablado, pero si ya se ve raro a una mujer en silla de ruedas teniendo vida sexual si es lesbiana se ve aún más raro. Puedes tener más facilidad o menos para interaccionar sexualmente con otra persona, pero tienes que poderte dar placer. La masturbación es una cosa muy natural tenga o no tenga pareja, es una manera de conocerte, de saber qué te gusta y cómo. Si existe un problema de movilidad que complique la masturbación quizás haya un juguete sexual que te ayude. El arnés de BDSM fue un desastre, pero compré otra cosa divina: una almohada en forma de cuña que te pones debajo del culo, te levanta la pelvis y la penetración es mucho más fácil. En el SAS hemos utilizando una impresora 3D para hacer adaptaciones de juguetes sexuales, como un vibrador, para alguien que casi no puede mover los brazos. Tenemos que poder saltar por encima de nuestra discapacidad, sea del tipo que sea. La vida sexual de las mujeres con discapacidad que tenemos una formación y un trabajo gratificante normalmente suele ser más buena porque somos más conscientes de nuestras capacidades.
-Hasta que no hablé con usted no era consciente de lo que supone para una mujer con movilidad reducida ir al ginecólogo, por ejemplo.
-Mira, en la asociación un día charlábamos una amiga y yo y me decía que no tenía ganas de ir al ginecólogo solo de pensar en subirse a la camilla con estribos. No tienen prácticamente espacio para el culo y tienes que subir las piernas a los estribos. Una persona que va en silla de ruedas no tiene fuerza ni para subirse ni para aguantar las piernas. Normalmente las consultas ginecológicas son muy pequeñas y en los centros de salud no hay grúa.
-¿Y entonces?
-Igual nos tenían que coger entre cuatro personas para hacerte una exploración, una citología, lo que sea. Cuando es una intervención, que te extirpen un pólipo, por ejemplo, te tenías que sentar en la silla con toda la sangre chorreando. En los gabinetes ginecológicos de los hospitales hay un baño, la mujer se levanta, se limpia y se va a casa de una manera digna. En nuestro caso no es humano.
-¿No hay protocolos?
-Hablamos con Paco González y Gabriel Rojo, responsables de humanización de la conselleria de Salud, que nos recibieron de una manera fantástica. Cuando vi que eran dos hombres… Pero nos dijeron que eran enfermeros y ya pensé que sabrían de estas cosas. Y empezamos a hablar con ellos de cómo podía ser este protocolo. Pedíamos una grúa, un celador, podernos lavar, tener algún tipo de sujección en los pies para que la ginecóloga no te tenga que aguantar la pierna con un codo… Fabiola Moro, presidenta de Aspaym, que venía conmigo, tuvo a su hija estando ya en la silla de ruedas. El embarazo fue tremendo. Que con un bombo enorme te tengan que coger entre cuatro personas… El protocolo está, funciona en todas las islas. El centro de salud nos tiene que derivar a nuestro hospital de referencia y nos atienden allí, con una grúa y un celador. Nos falta que lo sepan todas las mujeres con movilidad reducida. Con discapacidad y mujeres mayores o con obesidad que casi no se pueden mover. Ahora nos queda la otra parte, que nos pregunten si queremos ser madres, actividad sexual, esas cosas que se preguntan. Esa parte la tenemos muy pendiente.
-¿Tiene asistente personal? Es una figura que se confunde a menudo con el cuidador.
-No tienen nada que ver y es muy importante. No tengo uno, tengo 300, que no debería ser así porque mi casa es como el metro. Tengo un servicio de acompañamiento de 27 horas, pero el día tiene 24 horas y tengo una gran dependencia, así que tengo otras asistentes que pago yo. Por suerte tengo una buena pensión de incapacidad por todos los años cotizados. Es importante, porque tener una discapacidad es inmensamente caro. Un asistente es alguien que hace que una persona con discapacidad deje de tenerla. El otro día, por ejemplo, tenía una práctica y tenía que hacer una exploración abdominal, yo no puedo levantar el brazo y Ángela me lo levantó. Me ayuda a vestirme, a ducharme… No es un cuidador. Debe ayudarte a hacer lo que quieras. Como si quieres salir desnuda a la calle. Yo no quiero un cuidador. Quiero que me dejen vivir con todas mis ganas.
-Se habla poco de los abusos sexuales a mujeres con discapacidad.
-No hay apenas estudios, pero el otro día hablaba con una psicóloga y me dijo que los hay. Muchos. Imagina que tengo una pareja y que me maltrata, puedo denunciarle, pero igual es la única persona que me ayuda cuando, por ejemplo, tengo que ir al baño. Es complicado. Y pasa más aún con la discapacidad intelectual o con la derivada de salud mental. Las personas que abusan son las que cuidan y la vulnerabilidad es total. Tienes que elegir: denunciar o no levantarte de la cama por la mañana porque necesitas a esa persona. Además, yo no quiero que mi pareja sea mi cuidador. Y quiero yo también poder cuidar a, por ejemplo, mi madre, que tiene 91 años.
-Hay mucho debate con la asistencia sexual. ¿Qué piensa?
-A ver, si la asistencia sexual consiste en que una persona te ayude a preparar una cita o a colocarte o facilitarte el autoplacer, la masturbación, estoy muy de acuerdo. En cuanto a un terapeuta que tiene una relación sexual completa contigo, a mí no me gusta. Pero tampoco me quiero cerrar por completo porque no tengo toda la información.
Suscríbete para seguir leyendo