La quinta gala de ‘Supervivientes 2025: Tierra de nadie‘ arrancó marcada por un nuevo temporal en Honduras. “Tormenta eléctrica, olas de dos metros y mucho viento”, advertía Carlos Sobera desde el arranque. Sin embargo, tras unos minutos de incertidumbre, el tiempo dio una tregua suficiente para celebrar las pruebas previstas en la playa y dejar paso a una noche cargada de emociones.
Entre barro, sanciones y tentaciones, la gala se transformó en la más romántica de lo que va de edición. Por un lado, Almácor recibió la primera visita sorpresa de la temporada y protagonizó una inesperada pedida de matrimonio a su pareja, Helena. Por otro, Anita y Montoya sellaron su reconciliación con el primer beso de la edición, una escena que pensaban fuera de cámaras, pero que terminó viéndose en televisión.
Ambos venían de cumplir una sanción de 24 horas en el corralito, tras incumplir las normas de ‘Supervivientes‘. Una reclusión que, lejos de separarles, les sirvió para reencontrarse: “Ha sido una cura emocional”, confesó él entre lágrimas. Anita también celebró el momento: “Necesitábamos estar ahí. Nos ha venido bien a los dos”.
La noche también estuvo marcada por la mesa de las tentaciones. Montoya y Pelayo no dudaron en canjear sus objetos personales por comida, mientras que Gala, Damián y Carmen Alcayde se negaron a renunciar a sus recuerdos familiares a cambio de un manjar. “Mi toallita me alimenta más que una hamburguesa”, defendió el karateka, con convicción.
La parte más tensa llegó con la salvación. Koldo y Gala recibieron el barro antes de que Sobera anunciara que Anita seguía en la cuerda floja, convirtiendo a Montoya en el salvado de la semana. El concursante se derrumbó sobre la arena y agradeció a la audiencia entre lágrimas: “Gracias, gracias, gracias. No me lo creo”.
Pero el broche más inesperado llegó de la mano de Almácor. Helena, su novia, apareció en Honduras tras 40 días sin verse y, tras superar varias pruebas, el concursante logró liberarla de una jaula para fundirse en un abrazo eterno. “Es el amor de mi vida”, había declarado minutos antes sin saber que estaba tan cerca. La emoción fue tal que él acabó arrodillado, improvisando una pedida de mano sin anillo, pero con convicción: “¿Quieres que nos casemos?”. Helena, sin dudarlo, dijo «sí».