Parece un lobo gigante, pero es un perro

En Jurassic World (2015), el personaje del doctor Wu se enfrenta al nuevo dueño del parque, Masrani, cuando le reprocha haber creado nuevas especies de dinosaurios transgénicos: «Nada de lo que hacemos es natural. Si usásemos ADN puro, tendrían un aspecto muy diferente. Pero ustedes no querían realidad». Ahora que la película vuelve a ser tendencia en redes por el anuncio de la ‘desextinción’ del dire wolf (‘lobo terrible’) por la empresa Colossal Biosciences, ficción y realidad se dan la mano en este punto: los animales creados son híbridos con rasgos de la especie desaparecida, pero están muy lejos de devolver el original a la vida.

«Ustedes querían más T-Rex», continúa reprochando Wu en la escena, coincidiendo  también con Colossal: la biotecnológica se ha centrado en ‘especies bandera’ que llaman la atención del público. Sus objetivos incluían recuperar el tilacino (tigre de Tasmania) o el dodo. Su fundador, Ben Lamm, anticipaba a EL ESPAÑOL que esperaba tener «las primeras crías de mamut lanudo» para estas fechas. Se basaban en el potencial de la edición genética mediante CRISPR: una vez secuenciado el genoma completo de la especie extinta, se podrían seleccionar los genes y dotar de sus rasgos, como la resistencia al frío, a sus parientes modernos.

La tarea de traer de vuelta al mamut ha demostrado ser demasiado ardua para Colossal: hasta ahora, su genoma presenta al menos 5.000 diferencias con el del elefante africano. Pero ha cumplido su compromiso en parte presentando el pasado marzo a sus ‘ratones lanudos’. Mediante su trabajo de laboratorio, han conseguido identificar decenas de genes que, una vez inactivados o modificados, hacen que los ratones desarrollen un pelaje largo y rojizo, además de una mayor facilidad para acumular grasa frente al frío. Aplicados al elefante, estos cambios darían lugar a un híbrido con rasgos de mamut, mejor adaptado a vivir en la tundra.

Esta es la misma técnica usada para crear los tres cachorros de ‘lobo terrible’: Remus, Romulus y Khaleesi. De la mitología a las obras de fantasía como El Señor de los Anillos o Juego de Tronos, Colossal no disimula el impacto que aspira a tener en el imaginario popular. Como los huargos de la ficción, estos cachorros de lobo gris (Canis lupus) han sido editados para desarrollar un espeso pelaje blanco que no tendrían de forma natural, y se espera que lleguen a ser hasta un 25% más grandes que sus congéneres. Esto se ha conseguido mediante la edición de veinte genes sobre el ADN de cánidos modernos.

«Lo que han hecho es trasladar variantes genéticas descubiertas en el diente de un lobo gigante al genoma del perro», explica Lluís Montoliu, investigador en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) y en el CIBERER-ISCIII, a EL ESPAÑOL. «Y lo que sale es un perro que se parece al lobo gigante«. La bióloga jefe de Colossal, Beth Shapiro, ha explicado que esto es posible porque, en base al ADN recuperado de restos prehistóricos, el lobo moderno y el ‘dire wolf’ comparten el 99,5% del genoma.

Pero según evidencia la revista New Scientist, eso todavía supone millones de diferencias a nivel genético. Recordemos que el chimpancé coincide en un 98-99% con el ser humano. Y como demostró un estudio publicado en Nature en 2021, el ‘huargo’ bien pudo haber parecido un lobo gigante a ojos de nuestros antepasados hace 10.000 años, pero se trataba de un linaje (Aenocyon dirus) completamente diferente al de los cánidos moderno (Canis).

El estudio determinó que el dire wolf evolucionó de forma independiente en lo que hoy es Norteamérica tras separarse del ancestro común hace 5,7 millones de años. Eran hipercarnívoros que se alimentaban de bisontes, pero empezaron a declinar con la llegada de la Edad de Hielo. El linaje de los lobos modernos, que emergió en Europa, y los propios seres humanos migraron al continente y acabaron presionando a la especie hasta su extinción. Al contrario de lo que postula Colossal, el trabajo de Nature descartaba que el Aenocyon dirus y el Canis lupus se hubieran llegado a hibridar en la naturaleza.

«La extinción es para siempre»

Las palabras del doctor Wu sobre crear algo que se parezca más a nuestra fantasía que a la naturaleza resuenan. «El chacal africano podría estar más estrechamente relacionado con los lobos gigantes», valora Philip Seddon, profesor del departamento de Zoología de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), en declaraciones a Science Media Centre. Pero la modificación de esa especie quizás no hubiera dado lugar al lobo blanco gigante que ha capturado la atención del público. «Tenemos lobos transgénicos, pero por ahora la extinción es realmente para siempre», zanja Seddon.

Curiosamente, Colossal insiste en esa misma idea: en que está recuperando ADN de especies desaparecidas para ayudar a las actuales a sobrevivir, no «desextinguiendo». Otra cosa es lo que planteen sus dossiers de prensa. «Para realmente ‘desextinguir’ algo, habría que clonarlo. El problema es que no podemos clonar animales extintos porque el ADN no está lo suficientemente bien conservado», explica Nic Rawlence, director del Laboratorio de Paleogenética de Otago. El especialista se muestra a favor de desarrollar tecnologías de ‘desextinción’ «para conservar lo que nos queda».

Además, la reintroducción de estas especies transgénicas plantea problemas éticos y medioambientales. La empresa va a destinar 2.000 acres para que sus ‘lobos terribles’ vivan en libertad’, pero ni la investigación ni los planes para su desarrollo se han publicado en una revista científica. «¿Cómo va a aprender a ser un lobo gigante? ¿Y sigue existiendo el ecosistema en el que vivía?», se pregunta Rawlence, que estima en 500 los individuos necesarios para la supervivencia de la comunidad. 

«¿Para que queremos hacer esto?», se pregunta Montoliu. «¿Queremos hacer un zoológico de criaturas imposibles?». El caso del dire wolf, además, no tiene un sentido como el proyecto de reintroducción del mamut en la tundra para mantener el ecosistema ártico. No obstante, la multiedición genética que logra Colossal, con animales transgénicos estables, es un logro innegable. «Hay que preguntarse si la ‘desextinción’ es una forma espectacular de mostrarlo, o tienen un objetivo más que se nos escapa». 

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