La cultura moral del selfie

Un palito y una red, así empezó una cultura. La patente del primero cumple este año dos décadas. Aunque el palo de selfie hoy se use menos a la vista de las destrezas corporales adquiridas para captar una imagen completa, incluso familiar, esa muleta marcó el foco de atención de la captación de imágenes, que pasó a ser uno mismo y, a lo sumo, el grupito estricto del que uno es parte. La cultura del selfie, con la red como público, se convierte así en todo un universo moral y un sistema de valores. Lo que cuenta y hay que ofertar, realzar, simular, difundir y hacer prevalecer ante un público es uno mismo, en su apariencia externa, así como lo que uno hace en la vida (el plató). Esa focalización deja en la sombra cuanto esté fuera del foco, creando así una oscuridad circundante, un mundo exterior en el que bracean como náufragos los otros y se hunden los valores que nos unían a ellos.

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