Ante el sombrío futuro que plantea el calentamiento global, las estrategias para tratar de detener el ascenso del termostato planetario están ganando terreno en los debates. Una idea en particular, la geoingeniería solar, que tiene como objetivo enfriar el planeta enviando la radiación solar de vuelta al espacio, parece estar protagonizando gran parte de las polémicas.
A medida que la temperatura global sigue aumentando y los esfuerzos internacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero muestran lentitud, inacción y hasta negacionismo en algunos casos, la geoingeniería solar está ganando atención como una posible estrategia para enfriar el planeta. Esta técnica, que busca reflejar parte de la radiación solar de vuelta al espacio, se encuentra en un punto crítico de discusión científica, política y ética.
En 2024, la Tierra registró su año más caluroso, con una temperatura promedio que superó por primera vez los 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Las consecuencias fueron devastadoras: olas de calor extremas, eventos climáticos severos y pérdidas humanas. Frente a este panorama, científicos e instituciones están considerando seriamente alternativas como la geoingeniería solar.
Estudios recientes
Según informa Science News, las propuestas dentro de esta estrategia incluyen inyectar partículas reflectantes en la estratósfera o blanquear nubes sobre los océanos para aumentar la reflexión de la luz solar. Aunque estas ideas aún no se han probado en el mundo real, modelos computacionales sugieren que podrían reducir los efectos más intensos del calentamiento global, como los ciclones tropicales más fuertes.
Un estudio publicado en diciembre de 2024 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) concluye que los beneficios relacionados con la reducción del índice de mortalidad al reducir las temperaturas superan los riesgos de la contaminación del aire y de la pérdida de ozono en 13 veces.
En tanto, otro estudio publicado en la revista Communications Earth & Environment en junio del año pasado trabajó con 44 grupos focales de voluntarios, distribuidos en 22 países divididos entre el Norte y el Sur del planeta. Los científicos exploraron la aceptación de la geoingeniería solar y hallaron una mayor apertura a considerar la propuesta, con respecto a la actitud que suelen expresar muchos sectores políticos e institucionales.
¿Solución o riesgo ante el cambio climático?
Sin embargo, los riesgos e incertidumbres son altos. No se sabe cómo afectaría esta técnica a los patrones de lluvia o si podría agravar las desigualdades globales, especialmente en el Sur Global. Además, la posible alteración de la capa de ozono y el aumento de la contaminación del aire son otras preocupaciones. A pesar de los potenciales beneficios, la falta de investigación sólida impide emitir juicios definitivos.
La comunidad científica sigue dividida. Mientras que algunas organizaciones internacionales, como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, piden más investigación controlada, otras instituciones como la Comisión Europea han solicitado una moratoria sobre experimentos al aire libre. Un ejemplo emblemático es el proyecto SCoPEx de Harvard, que fue cancelado en 2024 antes de su primer vuelo experimental debido a la oposición de comunidades indígenas y grupos ambientalistas.
A nivel político, el debate también es complejo. En Estados Unidos, 16 estados han propuesto leyes para prohibir esta tecnología, muchas veces influenciados por teorías conspirativas sin base científica. Al mismo tiempo, el interés privado crece, especialmente desde sectores tecnológicos, lo que genera preocupaciones sobre la transparencia y gobernanza de estas iniciativas.
Expertos como Shuchi Talati subrayan la urgencia de establecer normas claras y marcos de gobernanza sólidos antes de avanzar con la geoingeniería solar. No es suficiente con dejar esta responsabilidad en manos de cada proyecto individual o administración política puntual.
En definitiva, la geoingeniería solar podría convertirse en una herramienta poderosa frente al cambio climático, pero su implementación sin una guía ética, científica y socialmente consensuada podría tener consecuencias impredecibles. El camino hacia su posible uso requiere cautela, transparencia y, principalmente, un debate global con altos niveles de información pública.