Tengo que cambiar el horario de mi paseo por el Muro. Una ciudadana me acecha a diario y desasosiega mi sosiego con asuntos tan varios como latosos. Además, imposta muy mucho lo que dice pues le pirra ir de moderna: «¿Ha visto cómo está de porquería todo el alrededor del edificio del antiguo Hospital? Obviamente, con solo dos seguridades no había manera de evitar daños». No digo nada del innecesario y feísimo «obviamente»: fue cosa de la chavalería y hoy lo usa ya toda la cuarta edad marbellí. Pero sí digo que el hoy tan frecuente «alrededor» como sustantivo singular hiere mis oídos. ¿Qué le pasó al «alrededores» de toda la vida? ¿Y llamar «seguridades» a los antiguos y coloquiales «seguratas»? Vigilantes, guardianes, guardas… o ese anglicismo tan maravilloso: «guachimán». Fíjense qué excelente comienzo de novela sería «El guachimán observaba inquieto los alrededores…».
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Tengo que cambiar el horario de mis lecturas en el Parque del Gas. Un futbolero ha venido a instalarse en el banco vecino. Atruena con la radio de su móvil y oigo aunque no escuche: «Bajo palos, Unai Simón». Y me pregunto cuántos palos tendrá hoy un larguero. Y me distraen los gritos del narrador deportivo que se lamenta porque Griezmann tuvo el gol «en la comisura de los labios», que a saber qué lugar será ese para los del fútbol moderno. Y también oigo aunque no escuche: «¡Penalti de Asencio sobre Lewandowski!». Y también me pregunto lo que haría el defensa del Madrid encima («sobre») del delantero polaco. Y asimismo oigo sin voluntad alguna de escuchar que cierto remate a puerta «estuvo a punto de hacer el traste con las aspiraciones del Athletic». Qué excelente comienzo de novela porno (si las hubiere) sería: «¡Oh, Guadalberto, hazme el traste, házmelo con aspiraciones!».
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Tuve que cambiar mi asiento en el Pabellón de Deportes para evitar a un asesino gramatical que se me había adosado meses ha. El muy pelmazo no paraba de buscar (sin encontrarla) mi complicidad contra los catalanes en general, no hacía distingo entre separatistas, constitucionalistas o fascistas, entre los del Besós y los del Llobregat (gracias, Gato Pérez). Pero lo hacía, el muy toloncete, usando casi todas las veces construcciones sintácticas catalanas. Por fin, el otro día me desembaracé de él. Cuando el árbitro detuvo el partido unos instantes, el pollo me aclaró: «Puede ser que hayan dos balones». Qué error más común usar en español ese plural catalanista («hayan») al expresar la existencia o presencia de personas o cosas. En nuestra lengua lo adecuado es emplearlo siempre en singular: había dos balones, y no habían dos balones.
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O bien tengo que cambiar de medicación para mis TOC o bien quitarme de ver los sumarios (resúmenes bajo el titular de una información) que ofrecen algunos periódicos descuidados. Estos nervios por los malos usos idiomáticos, este ser tan tiquismiquis… En un diario local aparece el grupo que homenajea a un catedrático de la Universidad en que estudié. Se jubila y le entregan la medalla de Oro de la misma. Titular correcto (con sus quién, qué, dónde…). Todo bien. Pero va y dice el sumario así, sin anestesia: «Fue el alma mater de la Facultad durante décadas». Qué error más frecuente. La expresión «alma mater» significa literalmente «madre nutricia» y sirve como sinónimo de Universidad. Alma mater y Universidad designan la misma cosa. De modo que el plumilla ha escrito sin querer que el prócer celebrado fue la Universidad de la Facultad. ¿Quiso decir que fue modelo, ejemplo, referente, animador…? Pues que lo hubiese dicho, caramba.
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Concluyo con una carcajada. Como ustedes saben, el doctorado «honoris causa» lo otorga una universidad en reconocimiento a los méritos especiales de alguna persona muy notable. Pues bien, un joven me requiere en la cola del súper: «Perdone. Su cara me suena. ¿Le han nombrado doctor Norris causa o algo por el estilo?». Será algo por el estilo…
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