Carlos Corberán ha transformado al Valencia de arriba a abajo desde su llegada al banquillo el pasado 25 de diciembre. La histórica victoria al Real Madrid en el Santiago Bernabéu 17 años después es el colofón a una metamorfosis perfecta. El técnico ha conseguido cambiarle la cara a un equipo que agonizaba por evitar el descenso y cien días después mira hacia arriba en la tabla con la permanencia cada vez más cerca.
El de Cheste cogió al equipo como colista de LaLiga a cuatro puntos de la salvación, llegó a dormir una noche a siete por debajo de la zona roja y, tres meses más tarde, lo ha disparado a siete por encima de la permanencia a la espera del Leganés-Osasuna de este lunes en Butarque. Un proceso de cambio con puntuación de Champions que invita más a la esperanza que al sufrimiento en la recta final de la temporada. Algo impensable en el mes de enero.
Acertó el Valencia con la elección del nuevo entrenador en Navidad. Corberán fue el mejor regalo para un triste y alicaído valencianismo. El técnico lo ha cambiado todo. Hasta el estado de ánimo del club, el equipo y la afición. El de Cheste ha sacado al club del pozo con números de Liga de Campeones, ha tapado las grietas del vestuario, ha devuelto al equipo su ADN competitivo perdido, ha sacado el mejor rendimiento de los jugadores, ha enchufado a toda la plantilla (titulares y suplentes como se demostró el sábado) y ha recuperado el factor Mestalla como elemento diferencia en la lucha por la salvación.
André Almeida, ante el Real Madrid / EFE
Carlos solo tenía dos asignaturas pendientes desde su llegada al banquillo: competir contra los grandes tras las sonrojantes goleadas del Barcelona y el Atlético de Madrid y ganar a domicilio. En el Bernabéu saldó las dos. El 1-2 del sábado además de significar el primer triunfo como visitante de la temporada sirvió para encadenar la cuarta salida de la temporada sin conocer la derrota. Una circunstancia que no se daba desde hace dos años y medio: Villarreal (1-1), Osasuna (3-3), Girona (1-1) y Real Madrid (1-2).
Corberán también ha cambiado la mentalidad del jugador incapaz de levantarse de los golpes, gestionar ventajas y hacerse fuerte en los minutos finales. El equipo sabe leer los partidos y vuelve a creer hasta el final. El gol de Hugo Duro no es casualidad. En la Cerámica contra el Villarreal y ante Osasuna en El Sadar, Sadiq Umar marcó el gol del empate al final de ambos partidos. Corberán ha armado un bloque tan resistente como para soportar, como en el Bernabéu, las bajas de tres titulares como José Luis Gayà, Luis Rioja y Dimitri Foulquier.
El de Cheste ha conseguido maximizar el potencial de la plantilla, ha sacado el mejor rendimiento de pilares básicos como Javi Guerra, Enzo Barrenechea o Diego López y, lo que parecía más difícil, ha enchufado incluso a los futbolistas con menos protagonismo. Todos suman. Todos aportan. Max Aarons y Jesús Vázquez lo demostraron en Madrid tanto en el césped como en las celebraciones. El caso más sorprendente es el de Rafa Mir: de estar con pie y medio fuera a dar la decisiva asistencia de gol en Bernabéu. La fotografía del vestuario unido es un éxito. Casi tanto como el triunfo del Bernabéu. El Valencia con Corberán está en el camino correcto.