cuando un diagnóstico a los 53 años es una liberación

Hace dos años llegó la gota que colmó el vaso. Sus allegados llevaban tiempo notando que no era el mismo: arrastraba la lengua al hablar y estaba lento y sin expresión en el rostro, como «apastillado», decían sus amigos. Afectado por lo que él atribuyó a una depresión, le echaron de algunos empleos y dejó otros. No fue hasta que perdió parte de la sensibilidad de una mano, lo que le dificultaba escribir en el ordenador, cuando decidió acudir a un neurólogo. A la vez, pidió cita a un traumatólogo, porque creía que lo de su mano podía ser un problema del túnel carpiano. «Puedes cancelar la cita con el traumatólogo: tienes párkinson«, le espetó el neurólogo. «En ese momento –relata a Faro de Vigo– me quedé hecho polvo, pero muchas de las cosas que me habían pasado en los últimos cuatro años tenían explicación». Ese diagnóstico inicial fue el 23 de mayo de 2023, cuando tenía 53 años. Ahora, con 55, echa la vista atrás y ve la botella «no medio llena, sino totalmente llena». «La medicación ha sido mi salvación», asegura.

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