El accidente del pasado lunes en la mina de Cerredo, con cinco muertos y cuatro heridos, aparentemente por una explosión de grisú, ha dejado al valle de Degaña «conmocionado» y sumido en la tristeza. Evidentemente, tristeza por los fallecidos, pero sobre todo porque este accidente es la puntilla para una actividad que un día le dio la vida a esta comarca. Ya no hay forma de imaginar un futuro para la minería en esta localidad. «Éramos 500 mineros, aquello sí que era una empresa de verdad. Luego entró Victorino y empezó a fastidiarlo todo. Fue el que cerró todas las minas. Y ahora este accidente. Es una pena, porque ahora sí que se va a cerrar para siempre», comentó Alfredo Chacón Fernández, antiguo picador de la mina, que luego regentó un bar con pensión en Cerredo.
«En la mina siempre hubo grisú. De hecho hubo ramplas que se incendiaron, explosiones. Pero estaba muy controlado. Una desgracia como la de este lunes jamás la hubo. Lo que dicen es que ahora no tenían medidores, que es algo que parece increíble. Lo que creo es que, al llevar las galerías tanto tiempo cerradas, desde 2017 o así, se ha tenido que acumular grisú en muchos sitios», añade Chacón.
Cuando se le pregunta si se estaba sacando carbón en la mina, se encoge de hombros. «Eso, ¿quién lo sabe? Lo que sí dicen es que estaban sacando chatarra para ponerla a funcionar, quitando cuadros y poniendo otros nuevos», indica.
A la derecha, Alfredo Chacón, junto a un matrimonio amigo de Laviana. / FERNANDO RODRÍGUEZ
Los vecinos dicen que a la mina llegaban en los últimos tiempos camiones con carbón procedente de una mina de Fabero, en El Bierzo leonés. En Cerredo se lava el mineral y luego sale a bordo de camiones con destino incierto. De hecho, actualmente hay varias toneladas en el lavadero, en varios depósitos, pero la actividad en el mismo parece haberse detenido. Por delante de la explotación pasan de vez en cuando camiones aparentemente cargados de mineral procedentes de la carretera que une con las comarcas de Ribas de Sil y el Bierzo.

Un antiguo trabajador de la mina, Manuel Saavedra, tío de uno de los heridos. / Fernando Rodríguez
Entre los vecinos de Cerredo y Degaña se impone el silencio cuando se les pregunta si en la mina se explotaba carbón. No tienen la certeza de que sea así, solo han escuchado rumores que ni siquiera quieren repetir.
Dar con alguno de los trabajadores que se encontraban en la mina en el momento del accidente parece casi imposible. Un minero de nacionalidad rumana, que estaba en el taller cuando ocurrió la explosión, y que resultó ileso, se ha marchado de su piso en Las Colominas, dejando las persianas cerradas.
Salida de la UCI de un afectado
En el pueblo solo desean que los heridos salgan adelante. Manuel Saavedra, tío de uno de los ingresados en el HUCA, asegura que se está recuperando bien. De hecho, ayer sábado salió de la UCI del centro hospitalario uno de los alcanzados por la explosión, y ha quedado ingresado en planta, aún con graves quemaduras.
Saavedra estuvo 25 años en la mina de Cerredo y trabajó en la capa donde se produjo el estallido. «Sabíamos que había grisú, pero con los medidores y la ventilación no había ningún problema. Y los lunes no había ningún problema, porque durante el fin de semana seguía funcionando el sistema de ventilación. El lunes por la mañana entraba el encargado y hacía la medición del grisú por si había peligro. No sé qué miden ahora», indica. Saavedra no sabe nada de que se sacase carbón en la actualidad.

Carbón acumulado en el lavadero de la mina de Cerredo. / FERNANDO RODRÍGUEZ
Cerredo languidece. Es un pueblo partido por la mitad por la carretera AS-15, que lo comunica con Cangas del Narcea. En la localidad han ido cerrado numerosos comercios y bares, y hay muchas viviendas aparecen cerradas a cal y canto, algunas con el cartel de «Se vende», sobre todo en Las Colominas. «Se ha ido mucha gente, pero el colegio se mantiene abierto. Hay 19 maestros trabajando», dice un vecino.
Así que aún hay niños en un pueblo como Cerredo, donde la mayoría son prejubilados de la mina y sus familias. Muchos, ya con 70 años, llevan en esa situación más de dos décadas. También aguanta alguna entidad bancaria, síntoma de que aún se mueve dinero. Como una prueba viva del estoicismo y la resiliencia de los mineros, la vida sigue a pesar de la gran desgracia sufrida el lunes.
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