La tónica que han adquirido los clásicos Barça-Madrid consiste en un pulso tenso y equilibrado, que suele decidirse en el último minuto y que se decanta a favor de los blancos. La tradición que empezó la pasada campaña continúa en la actual y el quinto enfrentamiento terminó igual, para no variar (89-91), en el que sendos tiros libres fallados por Gabriel Deck que iban a dar la oportunidad del ataque definitivo a los azulgranas caigan en manos de Edy Tavares.
El pulso se dirimió en el patrón de igualdad de los anteriores, con un equilibrio de fuerzas que se decanta en los dos últimos minutos, cuando el Madrid se luce y el Barça se encoge. La mayor diferencia blanca han sido seis puntos, siete en la prórroga de la Euroliga en el anterior clásico en Barcelona.
Pese a que el Barça se presentaba más debilitado que nunca con las numerosas ausencias, presentó batalla, de la que se sintió orgulloso Pete Mickeal, viejo representante de los mejores tiempos de la sección. Y debiera sentirse Joan Laporta, el presidente, que pudo hacerse cargo en directo de las consecuencias que han provocado los recortes: el eterno rival va por delante. Si no responde Facundo Campazzo (9), ahí está Andrés Feliz (14 puntos); si Mario Hezonja es una nulidad (2), todavía aguanta el viejo Sergio Llull (19).
Satoransky y Llull. / Javi Ferrándiz / SPO
Villar, el sexto base
El Barça, por el contrario, necesita recurrir al sexto base de la temporada, lo que no significa opulencia, sino desgracia en este blaugrana para echar una mano. Entró pronto Raúl Villar, y su mayor recompensa, además de debutar en el clásico, fue dar el primer vuelco en el marcador con cuatro puntos que elevaron a seis la ventaja local (24-18). Desempeñó el papel de Dame Sarr, tan feliz él en Estados Unidos, después de que Darío Brizuela viera dos personales muy rápidas tras dar un respiro a Tomas Satoranksy.
De inicio, el checo, el único base puro que permanece vivo, no se emparejó con Campazzo para librarle de ese desgaste físico y psíquico, sino con Deck, más corto de forma, y Anderson cuidó del organizador blanco, que ha visto pasar por delante suyo, además de todos los citados, a Raulzinho Neto y Juan Núñez.

Brizuela trata de superar a Campazzo. / Javi Ferrándiz / SPO
Fall lo estropea
El partido empezó a decantarse cuando se había instaurado la igualdad después de que el Madrid alcanzara la máxima distancia (50-59), que fue igualada gracias a un rapto de inspiración de Fall. Y otro rapto de inconsciencia, o de estupidez, lo malogró. Vio dos técnicas seguidas por golpear el balón después de canasta. No sólo fomentó otra escapada del Madrid (61-68), sino que el equipo afrontaba el último cuarto sin su cinco.

Fall protesta a los árbitros poco antes de ser excluido. / Javi Ferrándiz / SPO
Nieve o metal
Peñarroya mantuvo sentado a Hernangómez y Chus Mateo no necesitó usar a Tavares, con tres personales, sino que se bastaba con Ibaka para pelear con Parker. Se lo guardó para la emergencia. Lo rescató pronto, porque la rabia barcelonista generó un nuevo resurgir (73-71) mediante Brizuela y Parra, que se batió con el gigante rival.
Se anunciaba pues el final apretado de toda la vida. El que viene condenando al Barça. El de los detalles, como que un triple de Llull toque aro y baje con nieve a la red y que uno de Brizuela circunde el metal y caiga fuera para que la ventaja azulgrana a 1.24 del final (83-82) se transforme en la blanca (83-85) y puedan colocar las manos en el timón del destino.