Ha surgido una inminente crisis bélica en aguas de interés para Europa. La marina de guerra de un miembro de la OTAN se ve comprometida. Los aliados deben considerar qué buques de apoyo pueden enviar, alistarlos y tratar de conseguir un efecto estratégico con su llegada lo antes posible, asegurando al tiempo rutas marítimas vitales amenazadas por piratería y tráficos ilegales.
Esta tormenta perfecta es un ejercicio multinacional. La Alianza Atlántica busca con él entrenar los mecanismos de cooperación naval aliada, pero la Armada española tiene también su propio objetivo: examinar una nueva proactividad, lo que hoy en sus despachos llaman “orientación al combate”.
Las maniobras Dynamic Mariner de la Alianza Atlántica son también las Flotex 25 para la Armada. Esta semana entran en su recta final, después de un despliegue iniciado el pasado día 24 en el golfo de Cádiz, en aguas atlánticas y del Mediterráneo andaluz.
Participan 30 buques de superficie (portaeronaves, fragatas, cazaminas, patrulleros y buques logísticos), dos submarinos (el S-81 Isaac Peral es uno de ellos, y se estrena en el trabajo con aliados), dos drones náuticos, 20 cazas (entre ellos los Harrier del Juan Carlos I), cuatro aviones de patrulla marítima, 20 helicópteros, y 4.000 militares, de los que 1.500 son infantes de marina empleados en desembarcos anfibios. Aportan fuerzas nueve países: Francia, Croacia, Estados Unidos, Italia, Grecia, Turquía, Portugal y Alemania, además de España.
Ejercicio de abordaje en el buque Patiño, en las maniobras Flotex 25 / Armada
A la Armada española -que planifica la expansión de su flota los próximos años- le toca el mayor peso de la prueba, pues en julio próximo asume la coordinación como SPMARFOR, o cuartel general naval, para la ARF (Fuerza de Reacción Aliada) una nueva estructura multidominio de la OTAN: desde desembarcos en playas, defensa antimisiles, guerra antisubmarina y choques de guerra convencional en mar y tierra hasta respuestas a ciberataques contra el mando y el control de armamento, u otras ofensivas de la guerra híbrida.
Momento estratégico
El supuesto inicial del ejercicio consiste en el estallido de una crisis que pasa de la media a la alta intensidad, y la reacción naval lejos de los propios puertos. O sea, se pone a prueba la agilidad y la capacidad de proyectar fuerza en escenarios lejanos, pero se examina también lo que en la OTAN llaman “impacto estratégico”: qué supone -por ejemplo- que unidades navales españolas se vean amenazadas y aparezcan rápidamente fragatas alemanas y francesas.
Ese cuadro se somete a distintas pruebas de estrés a la europea: no hay esta vez un fuerte liderazgo norteamericano en las maniobras, aunque sí participan las agrupaciones navales permanentes de patrulla marítima (SNMG2) y contra minas, esta última bajo jefatura turca. Se ven implicados también los ejércitos españoles de Tierra y el Aire, y el Mando Conjunto del Ciberespacio.

Infantes de marina españoles salen a un desembarco en una lancha del buque de asalto anfibio Galicia, en el ejercicio Flotex 25 / MDef
El ejercicio Flotex 25 no se distancia en esfuerzo de otras ediciones, pero “quizá la diferencia es el entorno geopolítico, Trump y la necesidad de unidad OTAN y europea”, explica dando su opinión personal un alto oficial de la Armada. «Entre los años 2010 y 2020 nos dedicamos a sobrevivir -dice recordando la etapa de grandes recortes presupuestarios por la crisis-. Nos orientábamos no al combate, sino a mantener el adiestramiento básico… Apenas se navegaba».
En uno de sus comunicados públicos sobre estos ejercicios, la Armada cuenta que busca ser “tecnológicamente avanzada, equilibrada, interoperable y expedicionaria”. Son conceptos que también se ambicionan en lo que ha trascendido de su plan Visión 2050.
La nueva “orientación al combate” de la Armada se desprende de esas cuatro condiciones. Y ese es el marco por el que otro alto oficial de la Armada, también en activo y relacionado con estos trabajos, cree que Dynamic Mariner/Flotex 25 “es el ejercicio más trascendente en diez años”.
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