El Real Madrid afronta su partido número 50 del curso en una temporada que se puede ir a los 66, si llegan a las finales de Copa y Champions, a los que podrían sumar 7 más si llega a la final del Mundial de Clubes en Estados Unidos. Completaría así 73 encuentros en una temporada, el máximo de partidos oficiales que ha jugado un equipo en una campaña. Se cumplen hoy, por tanto, medio centenar de encuentros y con ello Carlo Ancelotti alcanzará las 100 ruedas de prensa, después de comparecer tras el choque de vuelta ante la Real de esta noche. Cien intervenciones que delatan el estado de ánimo del vestuario a través de las respuestas que el italiano ha ofrecido en la sala de prensa.
Su ‘modus operandi’ en la sala de prensa
Carletto es un tipo amable al que gusta ironizar en la sala de prensa creando cierta complicidad con los periodistas que le preguntan partido tras partido. El técnico tiene, además, un modo de actuar muy reconocible en la sala de prensa. Siempre comparece con semblante serio para ir relajando el gesto conforme pasan los minutos y las preguntas. La primera siempre es del canal oficial del club y suele servir para entrar en calor. Amable, plana… se la ponen botando. Luego llegan las preguntas más afiladas. Habitualmente, con el paso de los minutos Ancelotti se relaja y termina siempre bromeando y sacando alguna sonrisa al personal. Salvo cuando está molesto, no digamos enfadado, y muestra un perfil más áspero en sus respuestas.
Este no está siendo un año fácil para él. Pese a ser el primero en el que llega vivo en las tres competiciones al mes de abril, el equipo ha encajado nueve derrotas (más que nunca con él), y ha pasado por momentos muy difíciles. Por primera vez hemos visto a Carlo vetar preguntas (“a eso no voy a contestar”) o dar paso a otra sin pronunciarse sobre alguna cuestión. En estas 100 comparecencias hemos visto cómo señalaba a los jugadores en repetidas ocasiones denunciando “falta de actitud, de compromiso, de sacrificio colectivo”…
Y le hemos visto buscar soluciones en la pizarra para solventar problemas derivados de las lesiones y el desequilibrio defensivo de su plantilla. Nunca ha hablado mal de Vallejo, pero ha dejado claro que él lo descartó y se lo ha quedado el club. Pasó a Tchouameni a la posición de central y acabó dando galones en esa demarcación al canterano Asencio, al que había protegido del ruido mediático no exponiéndolo tras su imputación por un posible delito al difundir un supuesto vídeo de pornografía infantil. Se inventó a Valverde como lateral derecho y ha paseado a Rodrigo por todo el frente de ataque del equipo. Y a todo eso ha sumado toneladas de paciencia para gestionar el caprichoso comportamiento de sus estrellas, especialmente Vinicius y Mbappé, que no han terminado de sintonizar dentro y fuera del campo.
De Sacchi, a reinventarse cada temporada
Ancelotti ha cambiado mucho como entrenador. Lejos queda el ‘sacchiano’ férreo que no comulgaba con los número 10 en sus inicios en los banquillos. Muchos recuerdan como invitó a irse del Parma a Zola, que se mudó a la Premier, para hacer fuerte su 4-4-2, o la negativa a fichar a Roberto Baggio, Il Divino, como luego escribió en uno de sus libros “si tuviera una máquina del tiempo, sin duda lo compraría”.
Ahora Carlo es un técnico dúctil capaz de adaptarse a los jugadores que tiene. Es impensable que el Ancelotti que comenzó su carrera de entrenador en la Reggiana hace 30 años alinease en un mismo once a Bellingham, Rodrygo, Vinicius y Mbappé. Y poco tenía que ver aquel técnico con el que luego entrenó al Milan e inventó el “árbol de Navidad” con cuatro dorsales 10 simultáneamente en el campo: Kakà, Seedorf, Pirlo y Rui Costa. El pasado 24 de marzo Ancelotti fue galardonado con la Panchina d’Oro (el banquillo de oro) a su extensa y exitosa trayectoria como entrenador. Premio concedido por aclamación de sus colegas en los banquillos de Italia. Carlo se desplazó a Coverciano para recoger este premio, el especial a una carrera, que solo se había entregado en cinco ocasiones, siendo la última a Luis Vicino en 2016. “Es un verdadero honor y un gran orgullo recibir el reconocimiento de mis compañeros”, advirtió visiblemente emocionado en Florencia ante una nutrida concurrencia entre la que estaba Antonio Conte, Simone y Pippo Inzaghi, Gian Piero Gasperini, Cladio Ranieri, Cesc Fábregas, Fabio Cannavaro o Raffaele Palladino.
A las puertas de su partido número 50 un Ancelotti sosegado y satisfecho dejó una reflexión sobre su particular visión del fútbol tras 30 años de carrera: “En el fútbol cada uno tiene su opinión y destaca lo que más le gusta. La posesión, la defensa, la presión alta, el bloque bajo, el balón largo, la pelea del segundo balón… Hay muchas facetas y cada uno puede opinar sobre lo que más le gusta. ¿El Barcelona? Juega un fútbol muy bonito y con intensidad. El del Real Madrid es otro, con mucha calidad. Me gusta mucho el del Madrid, pero también me gusta el del Barcelona. Son facetas distintas. Es difícil comparar el estilo de juego de dos equipos porque depende de los jugadores que tiene y eso hace que sea imposible que sean iguales. A mí me encanta cómo juega el Real Madrid, aunque podemos mejorar. Cambian los jugadores y por eso es imposible mantener un estilo y una identidad definida durante muchos años. Y quien intenta mantener siempre la misma identidad, falla. Nosotros este año, por ejemplo, hemos sido muy efectivos adelante y menos sólidos atrás. Es el rasgo del equipo porque hemos tenido lesiones importantes atrás y hemos perdido solidez. Sobre la dosificación de los jugadores, hablo mucho con ellos de esto para tenerlos motivados y concentrados, pero es imposible que siempre estén al cien por cien. Intentamos hacerlo, pero el calendario desgasta mucho. Hemos tenido partidos en los que se ha visto al equipo más focalizado y en otros menos, pero también es una característica de los jugadores a nivel mental”.
En Coverciano Ancelotti ofreció una master class a sus colegas y desveló la receta que le ha mantenido tantos años en la cresta de la ola: “Humildad para aprender de todos y pasión para trabajar más que ninguno”. Esos son los dos principios que dirigen los pasos de este orgulloso hijo de agricultores que cada temporada siembra con paciencia el fruto de los títulos que recoge al final de la primavera.