un llamamiento a proteger Europa (y a usar crema solar)

Este periódico necesita un médico, quizá un traumatólogo, puede que un fisioterapeuta. Nos valdrían también –no sabemos si es más caro– unas clases de protocolo de esas que daban nuestras abuelas. Porque, como siga viniendo el Rey de manera consecutiva a inaugurar los ‘Wake Up’, no va a quedar un empleado sin tortícolis.

Si revisamos el VAR de los saludos a su majestad, encontraremos la mejor plasmación de la lucha de clases. Marx y Yolanda –qué pena que no hayan venido– estarían orgullosos de nosotros. Primero aparecen los grandes empresarios, que con una inclinación sutil de cabeza, como quien anda en bicicleta, van saludando a Felipe VI.

Y después… Ay. Después vamos nosotros, los de la barra, la chavalería, el Acorazado Potemkin de EL ESPAÑOL, mostrando nuestros respetos a don Felipe con una serie de cabriolas que nos van lesionando sin piedad. Unos de arriba abajo, más castrenses; otros de abajo arriba; otros de lado, como poseídos. Todos, al fin, lesionados.

El año que viene, si la dinámica continúa, podría exigirse como requisito en las entrevistas de trabajo de este diario el «saber saludar a un Rey». Lo indignante es que no nos hayan preparado. Nos han soltado ahí, en el patio de la Casa de América, a orillas de la Cibeles, y han comenzado a sonar los silbatos.

En vez del chupinazo, cuando viene el Rey suena el silbato y ocurren cosas raras en la carretera. Y ahí estábamos, rodeados del Ibex, entrenando con el cuello, las piernas, los hombros. Espasmódicos. Menos mal que, llegado el momento, don Felipe lo ha puesto fácil. Tiene aura de Rey de verdad, de Rey europeo, pero lo combina con una empatía difícil de describir. No es campechanía, pero es empatía.

Esta vez ha sido más fácil que hace 365 días porque el Rey ha aparecido rojo perdido. ¡El Rey es rojo, ministros del Gobierno! ¡Qué pena que se hayan perdido la conversión! Y no le ha quedado más remedio a su majestad que explicarse: que se fue a esquiar el fin de semana, que no se puso la crema que debía, y que vaya lío al terminar, que menudo susto al verse en el espejo, que esquía desde niño pero que estas cosas pasan toda la vida.

Nosotros le mirábamos, escuchábamos e íbamos pensando. Con el Rey, los de la barra nos hemos aplicado una precaución adicional: mejor pasarse de escuchar que pasarse de hablar. Y en el sonrojo abrasador del Rey íbamos nosotros encontrando metáforas sonrojantes de España que escribimos aquí ahora y que, por supuesto, no hemos compartido con él.

No lo hemos compartido con el Señor. Hemos visto que muchos empresarios lo llamaban así, «Señor», pero a nosotros no nos salía; es mejor Majestad. Si no, podía parecer, tan bajitos a su lado, que estábamos entrando en el cielo con las monjitas del Sagrado Corazón que nos enseñaron a escribir. Perdónanos, Señor.

Total que hemos bajado las escaleras y, ya acodados en nuestra barra, hemos tomado asiento –y copa– para estrenar la libreta. ¡Viva la hoz y el martini! ¡Que viva nuestro Rey rojo! El primero que ha salido a escena ha sido Pedro J., que nos ha explicado la ausencia del Gobierno al completo con unos cuadros de Rembrandt. Parecía la guía de don Eugenio d’Ors en el Prado.

Se ha detenido en un óleo titulado «El hijo pródigo». Herr direktor, cuando presentó el primer tomo de sus memorias, dijo que, conforme avanzaba la vida, iba teniendo más dudas –en positivo– sobre una posible existencia de Dios. Por eso, la providencia ha querido que eligiera el hijo pródigo un día después de que tocara ese evangelio. Lo ha dicho un capillita que pasaba por aquí.

Sin mencionarlo, con la nostalgia de la UCD, ha encuadrado al PSOE actual en la metáfora del hijo pródigo. Porque EL ESPAÑOL –esto es muy editorial, y por tanto esperamos que pagado– no renuncia al encuentro pese a que el Gobierno haya querido ausentarse en bloque e incluso simbolizar su muro mandando a un secretario de Estado como «ministro de jornada» para acompañar al Rey.

Por ahí no pasamos –esto ya no es editorial, no lo cobramos, así que en paz–: el PSOE de Sánchez no puede ser el hijo pródigo. Si lo fuera, regresaría a casa y, después de abrazar al padre, volvería a expoliar la casa.

Pero eso ha ocurrido en la inauguración, esas han sido las notas que hemos tomado: este es el «Davos español», aquí confluyen las administraciones públicas y privadas para plantear soluciones al contexto geopolítico. A un orden mundial en guerra.

Después, ha salido Churchill recién llegado de Lituania. Decía llamarse señor Kubilius y se presentaba como comisario de Defensa de la Unión Europea, pero en la barra juramos que era sir Winston. Además, no habían dado ni las diez de la mañana y nuestra sobriedad era más grande que el león que ilustra este diario.

Se ha delatado el presunto Kubilius cuando ha saludado al Rey desde el atril: «Your majesty». ¡Joder, lo ha dicho mejor que Churchill! El ceño fruncido, la cabeza literalmente despejada, la voz grave de los territorios asediados y la convicción de los que creen en el futuro al mismo tiempo que sangran, sudan y lloran el presente. Luego lo apostillaría Roberta Metsola, la presidenta del Parlamento Europeo: «Una Europa fuerte requiere una España fuerte».

¡Cuánto gimnasio nos queda!

Ha dicho tantas cosas Kubilius… ¡Cómo no va a estar rojo el Rey! «Si un país no interviene en su propia defensa, debilita la defensa de todos los demás. Dejadme ser claro. España decide cuánto gastar en defensa. España decide qué invesiones realizar». Y aquí ni decidimos ni gastamos. Esta mañana, una crónica de El País empezaba diciendo: «No es posible que el presidente del Gobierno presente un plan de seguridad y defensa en el Congreso porque no lo tiene». Entonces, seguro que no lo tiene.

El Rey ya estaba rojo, pero escuchando a sir Winston Kubilius, sin necesidad de esquís ni de resol en Formigal, nos hemos puesto rojos todos los demás. El discurso ha acabado así: «Si se desata la tormenta, ninguno de nosotros estará a salvo de la devastación que produzca». Leánlo en inglés, con la voz de Churchill y enrojecerán ustedes también al otro lado del ordenador.

Luego, sí, ha sido el turno de Felipe VI. Es tan alto que los focos estaban muy cerca. Nosotros gritábamos «¡que bajen la potencia de los focos, no va a haber Aftersun que pueda con eso!». Pero en vez de disminuir la potencia de la luz lo que han hecho ha sido una obra de ingeniería. Ha habido que sacar del escenario la plataforma sobre la que han ido compareciendo todos los demás invitados porque entonces el Rey no habría llegado al micrófono por exceso.

Se ha hecho de la manera prevista, estaba escrito, Señor, pero no por eso deja de ser llamativo. Todos esos operarios actuando que batirían el récord guiness en montaje de muebles de Ikea.

El discurso del Rey ha sido bastante explícito. Con referencias literarias tan europeas como afiladas. Montaigne y Zweig. Nos quedamos con Zweig porque lo están reeditando ahora y porque ha quedado muy redondo eso de que el mundo de las leyes, el mundo del derecho, no debería convertirse en el mundo de ayer.

Don Felipe ha hecho una llamada al patriotismo europeo a través del legado que el continente ha ido acuñando desde la Segunda Guerra Mundial. Y, como con los discursos del Rey los periódicos hacen sus interpretaciones, en la barra hemos sentido su cariño cuando ha mencionado la «modernidad líquida» de Bauman. «¡Viva la barra! ¡Viva la sociedad líquida! ¡Viva el Rey rojo!», hemos celebrardo con un brindis.

El padre Feijóo ha venido puntual y se ha quedado un rato. No le tocaba hablar este lunes, pero volverá con discurso.

–¡Hombre, padre!

–Me han fastidiado los maitines con el cambio de hora. ¡Amanecer una hora antes! ¿Habéis hecho ya los deberes?

Lo ha dicho porque el año pasado nos recomendó las «cartas eruditas y curiosas» del padre Feijóo. Nosotros sólo leemos primeras ediciones y para hacernos con ese libro, del XVIII, tendríamos que cobrar un poco más cara la crónica. ¡Casi dos mil pavos en Iberlibro! Como somos gente de consenso, prometemos hacernos con una edición moderna.

Reconoce el padre Feijóo –el de ahora– que el apodo en el fondo le gusta porque el padre Feijóo –el verdadero– nació en una aldea muy cercana a la aldea en que nació el padre de nuestro padre Feijóo. Le da empaque el título. Nos explica: «¡Fue el primer feminista de la Historia!».

–¿Y el Gobierno qué tal, padre?

–La decadencia.

Se ha puesto tan serio que nos hemos ido corriendo de vuelta a la barra. Hoy era el día de la energía y de lo macro. Han desfilado José Manuel Entrecanales (presidente de Acciona), Josu Jon Imaz (CEO de Repsol), Roberto García Merino (CEO de Redeia), Josep Oliu (presidente del Sabadell), Belén Garijo (CEO de Merck), Marco Sansavini (presidente de Iberia), Arturo González Aizpiri (CEO de Enagás), Jaume Miquel (presidente de Tendam), Ignacio Garralda (presidente de Mutua Madrileña), Emilio Rousaud (CEO de Factorenergía), Loreto Ordóñez (CEO de Engie España), Mario Ruiz-Tagle (CEO de Iberdrola), Antonio Garamendi (presidente de la CEOE), Ángel Simón (CEO de CriteriaCaixa) o Federico Linares (presidente de EY).

Ay, nuestro Federico, que nos dice en verso cada año que nos quiere y sigue castigándonos sin hacer lo que mejor sabe hacer: la guitarra, el flamenco. ¡Federico, quítate el traje, cántanos por bulerías para hacer más llevadera esta noche oscura del alma!

Ya vamos cogiendo confianza. Es el quinto ‘Wake UP’. Hay empresarios que hablan como si no les estuvieran grabando. Imaz nos ha conminado a buscar Wolframio en Vergara, Garamendi ha contado detalles de sus negociaciones con el Gobierno y el presidente del Sabadell ha llegado a decir: «Los accionistas deben decidir si dejan de ser un banco europeo para ser mexicano y turco».

La tarde ha estado entretenida porque han venido los dos presidentes autonómicos con más sentido del humor. Por un lado Jorge Azcón, por el otro Page. Azcón ya es una especie de mister Marshall. Cada minuto que pasa te anuncia un millón más invertido en Aragón. Al entregar esta crónica íbamos por los 40.000.

Y Page… ¡Ay, Page! Qué desayuna este hombre. «Quien manda en España es Puigdemont, tiene la última palabra en las cuestiones importantes. Puede acabar con la dignidad del Gobierno».

El Rey se ha quedado en los corrillos. El corro de la patata nos une a todos los españoles. Se ha quedado tanto tiempo que la directora de comunicación de L’Oreal, Ana Martines, ha tenido tiempo de traer una bolsa llena de protectores solares para su majestad.

Eso es lo que necesitamos: protector solar e inversión en defensa.

Y ahora, para acabar, digamos la verdad. Este foro, como el que se murió en la cama, tiene baraka: el Rey abrasado por el sol nos ha colocado en todos los medios, en todas las redes. ¡Viva el Rey rojo!

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