Un potente terremoto de magnitud 7,7 sacudió el sudeste asiático el pasado viernes, desencadenando una crisis humanitaria en Birmania, epicentro del seísmo. El país, ya golpeado por años de conflicto civil, enfrenta ahora una nueva tragedia con devastadoras consecuencias para su población. A medida que pasan las horas y mientras continúan las labores de búsqueda y rescate, las esperanzas de encontrar supervivientes disminuyen.
Hasta la fecha, el balance de muertos en Birmania ha aumentado a 1.700, según ha confirmado la junta militar en el poder desde el golpe de Estado de febrero de 2021. Además, las autoridades cifran en 3.400 el número de heridos y 300 los desaparecidos. Sin embargo, la emisora Democratic Voice of Burma, una organización de medios independientes, asegura que la cifra asciende a más de 2.600 muertos, según sus fuentes.
Los daños en infraestructuras críticas, como puentes, carreteras, aeropuertos y ferrocarriles, dificultan los esfuerzos humanitarios y agravan la vulnerabilidad de los 55 millones de habitantes. Todo ello en un país ya castigado por un conflicto que ha devastado la economía, forzado el desplazamiento de más de 3,5 millones de personas y debilitado gravemente el sistema de salud.
Consecuencias en Tailandia
El seísmo, que tuvo lugar el viernes a las 12.50 hora local (6.20 GMT) y su epicentro se ubicó entre las ciudades de Sagaing y Mandalay, se sintió también en los países vecinos como China, India y especialmente Tailandia.
El terremoto ha dejado al menos 18 muertos y 76 desaparecidos en Bangkok, donde colapsó un edificio en construcción de 30 plantas. Los equipos de rescate continúan trabajando en la zona, pero hasta el momento no han hallado supervivientes entre los escombros, por lo que la cifra de víctimas podría aumentar en los próximos días.