La migración vasca a Latinoamérica fue masiva entre finales del siglo XIX y principios del XX. Guerras, persecuciones políticas y la búsqueda de oportunidades llevaron a miles de vascos y navarros a cruzar el Atlántico. Argentina, con sus vastas tierras y políticas de colonización, se convirtió en uno de los destinos preferidos.
Hoy, su legado sigue vivo en pueblos como Macachín, donde más del 60% de sus 6.000 habitantes tiene raíces vascas. Ubicado a siete horas en coche de Buenos Aires, Macachín parece un pueblo argentino más hasta que se observan los detalles: la ikurriña (bandera vasca) ondeando en edificios públicos, murales con versos en euskera y frontones donde se juega a la pelota vasca.
En Macachín es muy habitual encontrar ikurriñas
LA RAZÓN POR LA QUE EN MACACHÍN EL EUSKERA ES NORMA Y NO EXCEPCIÓN
El youtuber Nacho Z, que visitó la localidad, lo explica así: «Aquí lo raro es no tener ascendencia vasca. No todos la tienen, pero casi«. La razón histórica es clara: La Pampa fue una zona despoblada donde el gobierno argentino incentivó la llegada de inmigrantes europeos, entre ellos, vascos que huían del conflicto y la pobreza.
Aunque el castellano domina el día a día, el euskera se enseña en la asociación local «Eusko Alkartasuna», fundada por inmigrantes vascos. Allí, niños y adultos aprenden la lengua, cantan canciones tradicionales y celebran festivales como el Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca).
Además, el frontón es uno de los puntos de encuentro del pueblo. También se practican deportes rurales vascos como el harri-jasotze (levantamiento de piedras) y sokatira (tira y afloja), especialmente durante las fiestas patronales. Y, por si fuese poco, en el bar de la asociación vasca se sirven pintxos, talo (tortas de maíz) y bacalao al pil-pil, adaptados con ingredientes locales. «Aquí el txakoli es difícil de encontrar, pero el vino argentino acompaña igual de bien», bromea un vecino.
LOS GUIÑOS A EUSKADI: TIENEN UN ÁRBOL DE GERNIKA SIMBÓLICO
Pasear por Macachín es tropezarse con estatuas de pastores vascos, placas con nombres euskaldunes y hasta un «árbol de Gernika» simbólico. La plaza principal rinde homenaje a los inmigrantes con un mural que dice: «Macachín, hijo de Euskadi».
Entre 1857 y 1940, más de 2 millones de españoles emigraron a Argentina, muchos de ellos vascos y navarros. Las causas fueron varias, como las guerras carlistas, la represión durante el franquismo o las oportunidades en la agricultura y ganadería argentinas. Y, por si fuese poco, Macachín no es el único caso: en ciudades como Buenos Aires, Rosario o Mendoza también hay centros vascos, pero ninguno con tanta presencia en la vida cotidiana.

El centro vasco es casi la parte central del pueblo
Las nuevas generaciones hablan menos euskera, pero el interés por mantener las tradiciones sigue fuerte. Cada año, jóvenes viajan al País Vasco en programas de intercambio, y las redes sociales han ayudado a conectar con la diáspora vasca mundial.
Macachín es prueba de que la cultura puede sobrevivir lejos de su tierra original. Mientras en otros lugares las tradiciones migratorias se diluyen, aquí los vascos-argentinos las celebran con orgullo.