«Benavente, vive esta Semana Santa con intensidad y Pasión. Recuerda lo que celebras, consérvalo y sigue trasmitiéndolo a las generaciones futuras para que, cuando dentro de muchos años ninguno de los que estamos hoy aquí, sea más que un recuerdo, sean otros los que encuentren en esta fiesta identidad, tradición, raíces y fe como las encontramos nosotros antes. Y para no perderte nada sumérgete, observa y escucha ahora que puedes. Siente que cada paso que veas te está invitando a que formes parte de esa historia que es una historia de humanidad, que es una historia de fe. Una historia que es tu propia historia». Así finalizaba Javier de las Heras, el pregón de Semana Santa de Benavente, invitando a los benaventanos a mantener sus raíces, a mantener la tradición de esta Pasión y a formar parte de la historia.
La Semana Santa que sale a la calle es una exaltación pública de la fe
Con una gran humildad, De las Heras, aseguró que su pregón es el de «un chico de pueblo que se hizo maestro y al que la vida y el amor acabaron por atraerlo a Benavente. Aquí, por tradición familiar, ahí mi suegro Matías tuvo mucho que ver, heredé una túnica de cofrade blanca con capirote rojo y pasé a sentir una gran devoción por esa imagen de Cristo un tanto adusta en su estética que todos conocemos en Benavente con la advocación de Cristo de la Salud».
Siguió su relación con la Pasión local «como hermano del Silencio, pero como amante de la Semana Santa unos años después, como otros muchos apasionados por estas celebraciones, pasé a ser hermano cofrade de una segunda hermandad, en esta ocasión de aquella que tiene su sede en mi parroquia, la Cofradía de la Vera Cruz».
Puso en valor el sentido actual de la Semana Santa «en la que solo tienes que escuchar para poderte escuchar y ver a ti mismo como personaje en esta Pasión que es la vida. Y no nos olvidemos de lo irónico que puede resultar hoy en día la Semana Santa y sus procesiones ¡con el mundo tan bonito que se nos está quedando de lo políticamente correcto que es!, de un mundo donde la realidad social aparta lo religioso del espacio público y, sin duda, lo seguirá apartando en la medida en que sociológicamente vaya siendo cada vez más irrelevante. E irónico, por lo que significa, porque la Semana Santa que sale a la calle, que procesiona, es ante todo y como eso nace, una exaltación pública de la fe, porque eso es lo que hace principalmente un cofrade o penitente que procesiona, manifestar públicamente su fe en un momento en el que la manifestación pública de los sentimientos religiosos parece en ocasiones ser motivo o de hilaridad o de molestia, ya que se exige que el espacio público, como decía, sea aséptico».
Presentación del pregón de Semana Santa. / E. P.
Dijo De las Heras también en su pregón que «nuestra sociedad liberal ha ido rompiendo muchos de los lazos que crean la comunidad, buscando la exaltación de la individualidad y la diferencia y, si bien es cierto que ante una sociedad religiosamente diversa no cabe más que el respeto, es también importante no perder aquellas señas de identidad que nos indican dónde están nuestras raíces, ya que solo conociendo estas raíces podemos construir un futuro nuevo, pero afianzado ante las inclemencias que tengamos que afrontar».
Habló y puso en valor las tradiciones y la Semana Santa. «Las tradiciones pueden cambiar, pero una tradición que cambia es una raíz que sigue creciendo, una tradición que se olvida y se abandona por desidia o por mala fe es una raíz que se seca«.
De la Semana Santa señaló que «revivimos y recordamos un año más lo que nuestros padres nos han transmitido, una historia, una tradición y una fe que de padres a hijos se remonta al propio Cristo y que nosotros tenemos la obligación de conservar, actualizar y finalmente transmitir para que podamos cuidar las raíces de la próxima generación».
En su pregón, consideró De las Heras que «hoy en día la Pasión de Cristo nos puede enseñar mucho, porque la historia de la pasión, muerte y resurrección de Cristo no es solo una historia de fe y de salvación, es también una historia de humanidad que nos confronta con nuestras propias inconsistencias y con nuestras propias contradicciones, pero que nos redime de ellas».
Y se refirió a tres escenas que son una «cruel parodia del alma humana, de antes y de ahora»: la liberación de Barrabás y con ello la transmutación de lo bueno en malo y de lo malo en bueno, de lo justo en injusto y de lo injusto en justo; la del abandono y traición de Pedro y Judas; y la tercera escena, la de la Esperanza.