El Real Madrid, merced a un comienzo demoledor, dio un golpe de autoridad al vencer en la pista del Estrella Roja (72-78) y con ello dio un paso importante con destino hacia el objetivo de disputar la postemporada en la Euroliga.
Encaraba el conjunto blanco una ‘final’ en Belgrado ante un cuadro local que también se jugaba mucho, pues un triunfo le daba el pase matemático a los playoffs. Bien lo sabían sus aficionados, que cumplieron con los pronósticos y convirtieron en infernal el ambiente en la previa.
Se daba pues el contexto propicio para una tortura, pero de todos los escenarios apocalípticos posibles no se cumplió ninguno. Al contrario, el Real Madrid se paseó por el averno con bata y zapatillas de estar por casa, en la línea de lo que había sucedido en sus dos partidos anteriores ante el ASVEL Villeurbanne y el EA7 Emporio Armani. Con la diferencia de que aquellos fueron como local.
Ante los franceses irrumpieron con un 15-0. Contra los italianos se presentaron en la oficina luciendo un 12-3. Y esta vez su puesta en escena fue un 0-14, el mejor parcial de salida de un visitante en la máxima competición europea desde un 0-15 del CSKA de Moscú en Valencia en la 2017-2018. Solo en ese partido y en otros dos se vio algo mejor en la historia de la Euroliga que lo que hizo el conjunto de Chus Mateo.
Principios prometedores que en los tres casos tuvieron algo en común, Walter Tavares. El pívot caboverdiano, aprovechando los problemas de efectivos en el juego interior del rival, se cebó bajo el aro opuesto. Y en el propio condicionó el juego del equipo serbio, obligado este a recurrir al triple como arma arrojadiza.
Para su desgracia, el cuarto inicial fue un cúmulo de desaciertos. Lo reflejan datos como que la primera canasta en juego del anfitrión no llegó hasta que quedaban 03:35 para el final del primer acto. O que los primeros once lanzamientos exteriores se fueron al limbo, llegando a los diez primeros minutos con 1 de 15 en ese apartado y 3 de 22 en tiros totales. Y pese a un dominio abrumador en el rebote ofensivo, que hizo el drama menor (9-22, m.10).
Todo ello lo fue parcheando el Estrella Roja antes del descanso, maquillando ligeramente sus pésimos guarismos con el lanzamiento lejano, que en el caso del Real Madrid solo fueron buenos en el primer cuarto. Aún así aguantó el plantel foráneo el mano a mano pese a perder para la causa al pívot angoleño Bruno Fernando, lesionado con un minuto de juego del segundo cuarto.
Un triple de Codi Miller-Mcintyre dio paso al descanso y fue el fuego que prendió la mecha del ex del Baskonia, autor de los siete primeros puntos de los suyos en el retorno al parqué tras el paso por los vestuarios. Convertido en el rostro visible de un equipo con otra energía, el contrario consiguió resistir sin que su ventaja bajase de los diez puntos en ningún momento del tercer acto.
Vital fue para ello que Mario Hezonja y Alberto Abalde, desde hoy en el club de los jugadores con 500 rebotes en la Euroliga, resucitasen a los suyos en lo que a tiros lejanos se refiere en algunos momentos más delicados. La sensación a la media hora era que si el Real Madrid era capaz de mantener el ritmo y no bajar la concentración, debía salir airoso (45-55, m.30).
Esta vez no cayó en esos pecados. Dos canastas de Sergio Llull y de Andrés Feliz le permitieron entrar con buen pie en el tramo decisivo y acomodarse sobre el colchón de la decena de puntos favorables hasta que una canasta de John Brown III a falta de 06:11 le quitó esa red (52-61, m.34).
Un triple de Sergio Llull apaciguó los ánimos del Estrella Roja y devolvió la confianza a un cuadro blanco sólido hasta que empezó a cobrar excesivo protagonismo el vídeo. Varios parones por revisión enfriaron al bando madridista y calentaron las gargantas de los seguidores y las manos de McIntyre, quien con un acierto perimetral situó a los suyos a dos a falta de 45 segundos.
Campazzo, merced a cuatro puntos seguidos desde la línea de tiros libres, selló un triunfo de carácter y de orgullo colectivo, con hasta cinco jugadores firmando 14 puntos de valoración o más. Pese a su temporada errática el Real Madrid es capaz de ganar cuando toca y, sobre la bocina de la fase regular, demuestra que aspira a todo.