El planeta se está enfrentando a una sucesión de fenómenos meteorológicos sin precedentes: olas de calor abrasadoras inundaciones catastróficas, megaciclones tropicales, incendios forestales descontrolados y tormentas de gran magnitud que azotan múltiples regiones. Es una encrucijada climática que refleja una crisis global.
Estos eventos plantean una pregunta urgente: ¿es esta la nueva ‘normalidad climática’? Científicos alertan de que el cambio climático, impulsado por actividades humanas, está redefiniendo los patrones meteorológicos, provocando fenómenos extremos y desafiando la resiliencia de comunidades y ecosistemas.
Los eventos extremos actuales son un ensayo de lo que podría convertirse en habitual si no se aceleran los recortes de emisiones
Los eventos extremos actuales son un ensayo de lo que podría convertirse en habitual si no se aceleran los recortes de emisiones. Aunque la ciencia aún trabaja para definir los contornos exactos de esta ‘nueva normalidad’, un mensaje resuena con claridad: cada décima de grado evitada en el calentamiento global reducirá el sufrimiento humano y los costos económicos.
La quema de combustibles fósiles, la deforestación y otras actividades humanas han elevado la temperatura del planeta, incluidos los océanos, a un ritmo acelerado. Este calentamiento altera la estructura de la atmósfera, modifica su contenido de humedad y redistribuye los sistemas de presión, factores que, en conjunto, potencian eventos extremos.
La velocidad y magnitud de los cambios actuales no tienen precedentes ni siquiera en países como Australia, que siempre ha sido un territorio de extremos climáticos.
Incendio forestal en Intiyaco, cerca de Villa Berna, en la provincia de Córdoba (Argentina). / EFE / STR
«El cambio climático causado por el ser humano está modificando la ocurrencia e intensidad de muchos fenómenos meteorológicos extremos«, señalaba un informe de 2023 elaborado por un grupo de expertos en clima australianos, que no ha perdido actualidad y que puede aplicarse a buena parte del planeta.
Ciclos destructivos
El documento destaca que existe «alta confianza» en vincular olas de calor específicas con el calentamiento global, mientras que la relación con lluvias torrenciales e incendios se categoriza con «confianza baja a media«, debido a la complejidad de estos fenómenos.
La concurrencia de múltiples crisis climáticas –como las actuales– no es casual. Sistemas atmosféricos de gran escala conectan fenómenos aparentemente aislados. Por ejemplo, un sistema de alta presión en un lugar favorece, al mismo tiempo, lluvias extremas en otra zona y calor récord en una tercera. Y todo ello a unos pocos cientos de kilómetros de distancia. Además, los incendios y las olas de calor suelen reforzarse mutuamente, creando ‘ciclos destructivos’.
Los eventos compuestos, como se les denomina técnicamente, tensionan la capacidad de respuesta de servicios de emergencia y de las comunidades. «Cuando los (eventos) extremos ocurren simultáneamente, los recursos disponibles suelen ser insuficientes», explica el informe científico. En Australia esta realidad ya se ha vuelto particularmente evidente.
Las tendencias son claras y afectarán a todo el mundo: las olas de calor serán más frecuentes, prolongadas e intensas, especialmente en zonas urbanas. Estos episodios son ya la principal causa de muertes relacionadas con peligros ambientales en muchos países, afectando de manera desproporcionada a ancianos y a grupos socioeconómicos vulnerables.

Inundaciones en Cesena, en Italia. / EFE / Max Cavallari
Las lluvias extremas también seguirán una trayectoria ascendente, alarmante. Una atmósfera más cálida retiene mayor humedad, lo que incrementa la intensidad de las tormentas. «Las inundaciones repentinas dañan infraestructuras, amenazan vidas y comprometen la seguridad alimentaria al destruir» cultivos, resalta el estudio.
En cuanto a los incendios, aunque su vinculación directa con el cambio climático requiere más investigación, se prevé que tengan cada vez mayor intensidad y un aumento de días con condiciones propicias para su propagación: altas temperaturas, vientos fuertes y baja humedad.
Desafíos técnicos y éticos
Frente a este panorama, gobiernos y comunidades se esfuerzan en la búsqueda de soluciones. La ciudad de Melbourne, por ejemplo, ha implementado el programa ‘Cool Places’ (Lugares Frescos), que habilita centros comunitarios con aire acondicionado para proteger a personas vulnerables durante las olas de calor.
Paralelamente, se impulsan inversiones en infraestructuras resilientes, como sistemas de drenaje capaces de manejar lluvias torrenciales y redes eléctricas menos susceptibles a fallos durante las tormentas.
No obstante, adaptarse a un clima cambiante implica desafíos técnicos y éticos. «El concepto de ‘nueva normalidad‘ es ambiguo, porque el calentamiento no se ha detenido», advierten los científicos. Incluso en un escenario de cero emisiones netas –donde los gases de efecto invernadero liberados equivalen a los capturados–, el clima tardaría décadas en estabilizarse.
Reducir emisiones sigue siendo la ‘estrategia clave’ para limitar impactos futuros, señalan los autores. Sin embargo, mientras se avanza hacia esa meta, mejorar la capacidad predictiva es vital, añaden.

El ciclón Debbie, con vientos de 263 km/h, sobre Australia en 2024, captado por el satélite Terra de la NASA. / EFE / NASA
Agencias meteorológicas de Australia y otros países ya utilizan supercomputadoras para pronosticar eventos extremos con mayor precisión y anticipación. Esta tecnología, respaldada por investigaciones en modelación climática, permite ya alertas tempranas que salvan vidas y reducen pérdidas económicas.
«Predecir un evento con días de antelación marca la diferencia entre una evacuación ordenada y el caos», destaca un portavoz de la Oficina de Meteorología de Australia.
«La forma en que el mundo experimentará el cambio climático será a través de modificaciones en el clima diario. Nuestra tarea es adaptarnos a lo inevitable y mitigar lo evitable«, concluye el informe de 2023.
En este equilibrio complejo, la acción colectiva –desde políticas gubernamentales hasta iniciativas locales e incluso particulares– será determinante para escribir el próximo capítulo climático del planeta.