La Policía Nacional investiga la muerte de un hombre de alrededor de 65 años, José Latorre Escrivá, más conocido como Pepito el Canijo, cuyo cadáver totalmente calcinado ha sido encontrado a las cuatro de la tarde de este miércoles dentro de la caseta metálica de obra en la que vivía desde hace seis años con permiso de su dueño.
Según ha relatado el propietario, fue un vecino de la zona quien le alertó a primera hora de la tarde de que el contenedor había ardido, lo que le hizo acudir de inmediato al lugar, en el camino Maestro Fortea de la capital de l’Horta Sud, ya que sabía que Pepito podía estar dentro. «Lo encontré en la cama, acostadito, con los brazos cruzados. Totalmente quemado. No voy a olvidar nunca esa visión…», explica el hombre, que prefiere mantenerse en el anonimato.
¿Muerte accidental o asesinato?
En un principio, el grupo de Homicidios de la Policía Nacional, que ha acudido al lugar enseguida, baraja como hipótesis que se trate de una muerte accidental, pero hay algunos datos que mantienen abierta la posibilidad de que alguien hubiese causado la muerte a Pepito el Canijo, es decir, de que pueda tratarse de una muerte violenta, es decir, de un asesinato. «Me cuesta creerlo, porque era una gran persona y no tenía enemigos«, mantiene el dueño de la caseta, quien le visitaba prácticamente a diario.
Además, el hombre recuerda que el día anterior, el martes lo vio «yéndose con un carrito de la compra a recoger leña a un campo de ahí detrás cuando me despedí de él para irme a mi casa». Ese hecho sustenta la hipótesis de que se trata de una muerte accidental. «Debió hacer fuego dentro, y el suelo lo había puesto todo de madera». La Policía sospecha que debió dormirse sin apagar los rescoldos.
De momento, el cuerpo sin vida de José Latorre será trasladado al Instituto de Medicina Legal (IML) de València, donde se le practicará la autopsia, para determinar cuáles han sido las causas de la muerte. Junto con ello, será fundamental lo que hallen los especialistas de Policía Científica de la comisaría de Torrent, que han sido los encargados de realizar la inspección ocular y deberán determinar si en el lugar hallan restos de algún tipo de acelerante o si por las señales del humo y del fuego el incendio comenzó en el interior o en el exterior.
Uno de los elementos que pueden desvirtuar la accidentalidad es que nadie viese que el incendio mientras se estaba produciendo. Dado que la caseta ya estaba fría cuando el dueño encontró el cuerpo y que ayer estaba perfectamente cuando lo dejó, sobre las seis de la tarde, todo apunta a que el fuego se declaró de madrugada.
¿Nadie vio las llamas por la noche?
Lo extraño es que nadie percibiera la existencia del incendio en mitad de la noche, a pesar de que se trata de una zona sin iluminación alguna y que, pese a estar en mitad de los campos, se encuentra muy cerca de las primeras casas de Torrent y de las naves del polígono Mas del Jutge que recaen al Poyo. Es más, hay una multitud de casas, casetas e incluso chabolas en las que vive gente. Y nadie vio ni escuchó nada fuera de lo común, salvo que «los perros ladraron por la noche».
De hecho, el dueño del contenedor convertido en infravivienda no fue alertado hasta pasadas las tres de la tarde de este martes. Es decir, advirtió que la caseta había ardido ni se asomó al interior -salvo el dueño- una vez que se dieron cuenta de que estaba quemada, y eso a pesar de saber que dentro vivía uno de sus vecinos, El Canijo.
Rodeado de su caballo y sus perros
José Latorre, de quien la autopsia establecerá si falleció por inhalación del monóxido de carbono desprendido de la combustión, que es lo más probable, o como consecuencia del fuego, tenía su propia casa en Torrent, donde vive toda su familia, cinco hermanos y varios sobrinos. Sin embargo, prefería el campo. «A él le gustaba la vida salvaje, vivir en la naturaleza, con su caballo y los perros».
Por eso, le había cedido una de las casetas de obra que el hombre, propietario de una empresa de construcción, ya no usaba , «para que la usase como vivienda». Ahí, con sus animales y la pequeña paga que percibía «vivía feliz».
El caballo y los perros de caza que Pepito había recogido tras ser abandonados, ninguno de los cuales se ha visto afectados por el fuego, permanecían esta tarde en los alrededores, ajenos al trajín de la Policía y de la comisión judicial, mientras el forense examinaba su cuerpo calcinado y la jueza de guardia de Torrent ordenaba el levantamiento del cadáver y su traslado a València, al IML, para practicarle hoy la autopsia.