Una empresa de reformas, el culturismo como estilo de vida y un entrenamiento con un amigo que le cambió la visión que tenía del deporte. De ejercitarse en un gimnasio en La Feria a un cambio de aires en Vecindario, donde tomó la decisión de crear su propio local y enseñar la modalidad de la que se había enamorado unos años atrás: el jiu-jitsu. La andadura de Doramas Jiménez Santana con esta disciplina comenzó cuando tenía 30 años, pero su perseverancia y sus ganas de ir a por más le han llevado a coronarse como subcampeón del mundo y campeón de Europa y de Canarias. La explicación es sencilla: se enganchó rápidamente, empezó a aprender cosas nuevas e hizo de su lugar de entrenamiento su segunda casa.
Un año después de haber empezado a practicar este deporte, Doramas consiguió el cinturón blanco y en el 2013, el azul junto al campeonato europeo en Lisboa. A raíz de ahí comenzaron a llegar los éxitos. En su gimnasio, donde entrena tanto a adultos como a niños, acumula alrededor de cien medallas, las que enseñan el recorrido de este maestro en el jiu-jitsu. «Tomo la decisión de abrir por mi mujer, porque cuando nos mudamos a Vecindario empecé a dar clase con un amigo y al final me decidí a montar el mío propio con la intención de enseñar a mi hijo», señala Doramas. De repente, sin quererlo ni beberlo, acumula en sus clases a 30 adultos y 16 niños, habiendo incluso una lista de espera.
Por las mañanas, hace frente a su empresa de construcción y reformas, y por la tarde se dedica a las artes marciales. Todo ello, siguiendo una dieta estricta para no perder el equilibrio que le exigen las competiciones a las que se enfrenta. «Soy muy disciplinado en ese sentido y no me importa sacrificar algunas cosas para conseguir otras. Si te gusta lo que haces, puedes compaginar y disfrutar con todo», indica.
Familia, trabajar y luchar
De todos sus logros, Doramas se queda con el cinturón púrpura, con el que lo ganó todo. «Me he caminado junto a mi familia medio mundo para luchar y me quedo con eso», comenta. En lo que va de 2025, ha pisado ciudades como Barcelona, Londres, Madrid o Sevilla. Cuestionado por sus sueños, no se obsesiona con ninguno, puesto que conforme han ido pasando los años ha podido ir cumpliéndolos todos. «Mi vida es mi día a día, mi familia, trabajar, luchar y ser feliz», sentencia.
El jiu-jitsu en Canarias está en auge. Al menos así lo confirma tanto Doramas como su mujer, Yanira, que se ha convertido en su mano derecha en todos los aspectos de la vida. «Es el deporte más completo que existe, y con el paso del tiempo los gimnasios especializados en este deporte han ido aumentando considerablemente», exponen. Incluso las niñas se han interesado por esta disciplina, dejando atrás todas esas cuestiones sobre los deportes masculinos o femeninos.
El grupo de los niños que entrena en el gimnasio de Doramas / Jose Carlos Guerra
El aprendizaje de vida que Doramas ha adquirido gracias al jiu-jitsu, se lo ha inculcado a sus tres hijos. Con 23, 21 y 9 años, los mayores empezaron a dar los primeros pasos en esta disciplina deportiva junto a su padre en el año 2009, cuando eran pequeños. La trayectoria de ambos ha sido brillante, consiguiendo el cinturón marrón. Sin embargo, la progresión no ha ido en aumento porque tal y como explica Doramas, «han sido intermitentes y cuando llegaron a ciertas edades prefirieron otras cosas». El pequeño de la familia, Eyzham, es el futuro. A sus nueve años ya puede decir que es campeón del mundo con cinturón NAGA, el primero de un camino que promete ser largo y exitoso.
Líder con nueve años
A pesar de que no le gusta ir al colegio, sus notas son excelentes, llevando a casa la matrícula de honor. Por las tardes, pasa las horas entrenando junto a su padre y los demás alumnos, con los que incluso ha adoptado un papel de líder y de maestro, siguiendo los pasos de su progenitor. Cuida a los niños a pesar de que son de su edad, les enseña y se interesa por ellos en todo momento. Quiere que la proyección de todos ellos sea la mejor y que logren lo mismo que él. «Mi primer campeonato fue cuando tenía cuatro años y pude conseguir una medalla», explica mientras la enseña desde un marco. «Cuando me la dieron me encantaba, porque tiene un dibujo de dos niños luchando», comenta.
El deporte como estilo de vida, y el jiu-jitsu como un salvavidas no sólo para esta familia, sino para todos los alumnos que forman parte de esta escuela. Desde los que sufren bullying hasta los que tienen otras capacidades y gracias a este cambio de mentalidad han superado las barreras que las ha puesto la vida. Doramas, además de ser el mejor maestro para ellos por su experiencia, es un verdadero guerrero. Amarrado, su cinturón negro y junto a él su doble vida: por las mañanas tirar paredes, por las tardes curar el alma de sus aprendices y en su tiempo libre dedicar tiempo a lo más valioso de su vida: su familia.