Paco, un electricista y fontanero de Húescar (Granada), desapareció el 9 de septiembre. A finales de año, la Guardia Civil ya tenía bajo la lupa a Miguel, un empresario del sector de las excavadoras y movimientos de tierra. Los investigadores llevaban meses apretando a varios empleados y colaboradores de Miguel, de quien ya sabían que dirigía una red de tráfico de cocaína al norte de la provincia.
Uno de esos machacas, un hombre magrebí, era el principal testigo de los guardias civiles. Había ayudado a deshacerse de la furgoneta de Paco, una Peugeot blanca que fue encontrada en el barranco de la Monja, a las afueras de Castilléjar, con varios casquillos de 9 milímetros parabellum en su interior.
Teléfonos pinchados
A finales de año, los guardias civiles, que tienen pinchados los teléfonos de varios sospechosos, descubren que el jefe no se fía de ese magrebí y ha dado orden de ejecutarlo. De hecho, iban a matarlo el 29 de diciembre. Los investigadores hablan con el juez encargado del caso y deciden detenerlo, al testigo, para «salvarle la vida», según explican a este canal de investigación y sucesos. Lo meten en prisión y lo mantienen allí incomunicado.
La idea de la Guardia Civil es hacer creer al empresario y a sus sicarios que el magrebí se «ha asustado» y ha vuelto a su país. El hombre, desde la celda que se ha convertido en su refugio, sabe que iban a matarlo y decide hablar.
El último desayuno
El día que desapareció, el día que lo mataron, Paco había desayunado con el empresario. Este quería que le pusiera un plato de ducha en una casa cueva que estaba reformando en Galera. Y allí se fue Paco. Pero allí le esperaban para matarlo dos miembros de la organización. Luego, según la investigación, metieron su cuerpo en una manta y lo camuflaron dentro de los escombros de esa misma obra. Tiempo después lo llevaron a un monte a las afueras de Almaciles, el último lugar de la provincia, en el límite con Murcia.
La operación Almonta de la Guardia Civil de Granada localizó el cuerpo de Paco, detuvo a sus asesinos y desmanteló una red de tráfico de cocaína. Los investigadores no saben qué fue lo que hizo correr la sangre. Pero ya tienen algunos datos. El pasado verano, semanas antes de la desaparición y asesinato de Paco, el empresario denunció ante la Guardia Civil que varias personas habían entrado en su casa de Huéscar y le habían dado una paliza.
Un robo y una mujer
En la denuncia, ese empresario no mencionó, lógicamente, nada de la cocaína. Los asaltantes no fueron identificados, de hecho aun no lo han sido, pero el empresario culpaba a Paco, no por ser el autor, sino por haber hablado de más en algún sitio y haber comentado que en su casa había dinero en metálico y más cosas. Esa pudo ser la razón para ordenar el asesinato de Paco. Pero un veterano investigador apunta otra más personal: el fontanero y el empresario que está en prisión por ordenar su muerte tenían algo más en común. A los dos les gustaba la misma mujer.