Hace casi 20 años que Inditex abrió su escaparate en China. La cadena de cabecera de la multinacional textil gallega inauguró la primera tienda en plena arteria comercial de Shanghai, compartiendo vecindario con las grandes marcas globales del lujo, el 23 de febrero de 2006. Una estrategia de posicionamiento. Ya por entonces era posible encontrar camisetas básicas de Zara en los mercados de falsificaciones del país. Con un espacio de 2.000 metros cuadrados de superficie y 30 de fachada, la compañía daba un paso de gigante en la expansión mundial. Ese mismo día confirmó la apertura de al menos otros dos establecimientos en el país. «Una vez que veamos cómo se desarrolla el negocio, tomaremos las decisiones», aseguraba, ante la posibilidad de dar un mayor salto en el gigante asiático. Lo dio. Llegó a tener unas 600 tiendas en China, hasta que inició un repliegue todavía en marcha por el fuerte impulso allí a las firmas propias. Al cierre de su último ejercicio fiscal el pasado 28 de febrero conservaba ya solo 134 puntos de venta de todas sus enseñas tras cerrar 58 en los últimos doce meses, aunque el resultado antes de impuestos del negocio creció por encima del 4%, hasta los 252 millones de euros.