No se han cerrado las apuestas a que Quirón llegará antes que la ampliación de Cabueñes y ya tenemos otra ventanilla abierta a los apostantes: qué te juegas a que antes de la primera piedra de Naval Azul -la segunda como muy tarde- sale de fábrica en El Natahoyo el primer tanque. Y no va a ser de calderería pesada para Duro Felguera sino un blindado llave en mano para Indra, empresa de sistemas (sic). Oyes hablar del modelo ASCOD y suena a vanguardia tecnológica, aunque no se trata de ningún híbrido enchufable de alta gama que en carretera inspira el placer de conducir. Venimos hablando de vehículos terrestres, componentes principales y subconjuntos, empleo de calidad y contratos de 50 millones para arriba, todo envuelto en un halo de discreta corrección.
La aparente consigna de no llamar a los tanques por su nombre es un acierto, hijo de la cautela. Ahora que coincide la aparición de una trinchera en La Providencia «para sentir la experiencia militar» no vayamos a levantarle a Putin la liebre, coja el teléfono rojo y encargue a su pirotecnia de confianza que nos tire unos fuegos artificiales, que con los del Cerro ya tenemos. La economía baila al son de la geopolítica. Los agentes sociales, de continuo distanciados entre sí, muestran ilusión en sintonía. Ilustres euro-dirigentes auguran un gran papel para Asturias vinculando su siderurgia a la industria de defensa. Transcurrido largo tiempo desde el apogeo del aznarismo, con aquellos gurús despreocupados y optimistas incitando a aprovechar una crisis como época de oportunidades. Antes de que los sentaran a declarar.
Descarbonización mediante (y nosotros que la veamos), esa siderurgia asturiana que anuncian vinculada a la industria de defensa será un avance sustancial. Saludable cuando menos para Gijón Oeste, el vecino Carreño, etcétera; pues tras medio siglo largo sembrando bronquitis y enfisemas entre la población propia, el plan es acabar con el fuego amigo (de hollines PM10) y cambiarlo por encargos con entrega a domicilio (obuses M109 o lo que se tercie). Con el aplauso ilusionado de los agentes sociales y los neumólogos de Jove, y escrita en la torreta de cada blindado de serie una adaptación castrense de esa joven pero ya mítica frase de Otea sobre el exceso de ruido en sus terrazas de hostelería: No matan los tanques, son sus tripulantes. Que serán estonios o polacos, a menos que Sánchez acepte al fin «rearme» como equipamiento de serie y, aburrido ya de tanto romper España, nos mande fuera en misión preventiva.
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