Justo cuando se cumplen 90 años del cambio en Miguel Hernández de una poesía católica a otra más comprometida, la Fundación Cultural Miguel Hernández reivindica la ideología comunista y republicana del poeta. Lo hace en un momento, además, en el que Orihuela está inmersa en la polémica por la intención de edulcorar y blanquear su pasado, después de que la Concejalía de Cultura, que dirige Vox, borrara los vinilos que decoraban el Rincón Hernandiano, despojándolo de su simbología.
Aitor Larrabide, director de la Fundación, ha ofrecido este lunes una charla sobre el Compromiso político de Miguel Hernández, en el marco de los actos conmemorativos del 50 aniversario de Teatro Expresión que se están celebrando en la Biblioteca Pública «Fernando de Loazes», profundizando en la progresiva politización del mensaje hernandiano.
En este recorrido, Larrabide ha insistido en que su compromiso político hunde sus raíces en el contexto social, histórico, económico y cultural de su pueblo natal, Orihuela, y en su pertenencia a una clase social humilde, aunque no pobre. También juega un papel relevante el impulso de la Segunda República a las Misiones Pedagógicas, sin olvidar el itinerario de amistades y ambientes que comparte en el Madrid republicano de 1935, que será determinante en la decisión de Miguel Hernández de alistarse voluntario en las Milicias Populares y de pasar a ejercer como militante en el Partido Comunista. Todo ello, ha recordado Larrabide, le conducirá a ser considerado como el «poeta del pueblo» y a viajar a la Unión Soviética en el verano de 1937.
Con su propia trayectoria vital a cuestas, todavía bajo el influjo estético, religioso e ideológico de Ramón Sijé, «1935 es un año crucial en la biografía y evolución literaria del escritor oriolano», ha apuntado Larrabide, destacando «la influencia de Pablo Neruda y Raúl González Tuñón en su progresiva ideologización política y estética». «De ambos poetas recibirá Miguel Hernández la influencia literaria que le acerca a la poesía vanguardista, así como una aproximación a la ideología republicana y al comunismo», ha continuado.
Una aproximación a la llamada «poesía impura», aquella «gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y azucena, salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley, con manchas de nutrición y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, creencias políticas…», ha explicado Larrabide.
Desde entonces, en Miguel Hernández se despierta la función social y política de la poesía. Su poema Sonreídme marca una nueva etapa, vital y literaria, en la que, según el director de la Fundación, «abandonará la fe católica practicada en la «sotánica-satánica» Orihuela y se volcará en una mirada más comprometida y militante de la vida y la poesía: «Me libré de los templos: sonreídme,/donde me consumía con tristeza de lámpara/encerrado en el poco aire de los sagrarios».
Con el estallido de la Guerra Civil, el poeta adoptará un tono combativo y rebelde, en consonancia con los trágicos momentos que vive la sociedad española. Todo ello se ve reflejado en sus libros Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939). Durante estos años, Hernández cree necesario convertir el arte en un arma de combate. En palabras de Larrabide, «confía en la lucha revolucionaria contra la explotación capitalista, defendida por el poder establecido y por el fascismo, incipiente en España».
«A pesar de que la crítica ha minusvalorado, e incluso despreciado, la obra hernandiana escrita durante la Guerra Civil por calificarla de propagandística, arroja luz no solo sobre este periodo tan difícil, cuyas consecuencias, en gran medida todavía soportamos, sino sobre el papel jugado por los intelectuales, y Miguel Hernández, procedente de un estrato social humilde, fue el símbolo del escritor comprometido que actuó con coherencia en aquel tiempo, y ello le valió la muerte diferida con el aberrante turismo penitenciario implantado por el nuevo Estado franquista», ha concluido Larrabide.
Ahora, 90 años después de que el escritor oriolano comenzara a mostrar una preocupación social y política, varios colectivos sociales de su pueblo natal han creado un frente común contra los «ataques» al poeta. Bajo el nombre de Coordinadora Ciudadana Miguel Hernández, se presentan por la defensa del patrimonio hernandiano en el municipio y para exigir a las instituciones municipales el respeto y la conservación de los espacios dedicados al poeta.
Su razón de ser es «la continua persecución al poeta por parte del equipo de gobierno» en una actitud que consideran «fascista y de odio hacia un referente universal de la lucha por la libertad y la democracia», han declarado. Para que, como dijo Neruda señalando a los «silenciosos cómplices del verdugo», no sea borrado su martirio y su muerte caiga sobre toda su luna de cobardes.