¿Es este el fin de la democracia?

Desde hace días, las calles de Turquía se han convertido en un escenario de resistencia. El país está siendo testigo de una de las mayores movilizaciones contra el gobierno en los últimos años. La detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, principal rival político del presidente Recep Tayyip Erdogan, ha sido la gota que ha colmado el vaso. 

Cuando Imamoglu le arrebató en 2019 la alcaldía de Estambul al AKP –partido de Erdogan–, el presidente vio tambalear su imperio. Por primera vez en años había surgido un rival capaz de arrebatarle Turquía. Si un político carismático y popular como Imamoglu se presentase como alternativa al gobierno en unas elecciones presidenciales, podía llegar a poner fin al liderazgo del AKP

La persecución de Imamoglu

La detención de Imamoglu tuvo lugar el miércoles, a solo cuatro días de las primarias del Partido Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas en turco), la principal fuerza opositora, donde era el favorito para la candidatura presidencial. Horas antes de su detención, la Universidad de Estambul, en respuesta a una solicitud de la Fiscalía, anuló su título universitario. Si un tribunal ratifica esta decisión, podría quedar excluido de la contienda electoral, ya que la legislación exige que los aspirantes a la presidencia posean un título universitario.

Ilter Turan, profesor de relaciones internacionales y ex rector de la Universidad Bilgi de Estambul, considera que «hay bastantes irregularidades en la decisión de suspender su diploma«. A su juicio, existen tres motivos por los que los tribunales deberían devolverle el título universitario al edil de Estambul. El primero es que, si había un problema con este diploma, «la administración de la universidad debería haberlo impugnado en un plazo de 60 días desde que cometió el error, pero no lo hizo». En segundo lugar, «la norma que están aplicando para invalidar el diploma de Imamoglu no estaba en vigor en el momento de su traslado» desde la Universidad Americana de Girne, en el norte de Chipre. La última razón que expone Turan es que «el comité que anuló su diploma no está autorizado para hacerlo, ya que esto solo puede hacerlo un comité de la facultad de administración de empresas de la Universidad de Estambul. Sin embargo, fue un comité universitario el que canceló el título de Imamoglu».

Pero estos no son los primeros problemas que le ha tocado enfrentar a Ekrem Imamoglu. A medida que su popularidad crecía, también lo hacían las acciones legales en su contra, en lo que su partido considera una estrategia para frenar su camino hacia la presidencia. En 2022, fue sentenciado a dos años de prisión por referirse como «tontos» a los miembros de la junta electoral (YSK, por sus siglas en turco), un caso que, de no superar el proceso de apelación, podría llevar a su inhabilitación política. Actualmente, enfrenta una decena de procesos judiciales por presuntos insultos, corrupción y supuestos lazos con el terrorismo –se le intenta vincular con el PKK, organización kurda considerada terrorista por el gobierno–, con penas acumuladas que suman hasta 23 años de prisión, lo que podría apartarlo de manera definitiva de la contienda presidencial.

Unas protestas cada vez más multitudinarias

La anulación de su graduado universitario y su posterior detención han encendido la mecha de los ciudadanos, quienes se han echado a las calles. Las protestas, que comenzaron en los campus universitarios, se han extendido rápidamente a las principales plazas y calles de todo el país. Más de un centenar de personas han sido detenidas, ya sea por participar en las manifestaciones o por expresar su rechazo en redes sociales. Aunque las autoridades intentaron sofocar la movilización restringiendo el acceso a Internet y bloqueando las cuentas de sindicatos y organizaciones de izquierda, la medida no ha impedido que grupos de jóvenes se organicen y refuercen las protestas en una movilización masiva. La respuesta policial ha sido feroz, recurriendo al uso de gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua para dispersar a la multitud, sin lograr contener el creciente descontento.

La última vez que Turquía presenció una movilización de esta magnitud fue durante las protestas de Gezi en 2013. En aquel entonces, Erdogan, aún en su rol de primer ministro, intentó urbanizar el último espacio verde en el centro de Estambul, desencadenando manifestaciones multitudinarias que pronto se transformaron en un clamor contra el avance del autoritarismo gubernamental. Los estudiantes que se están manifestando estos días contemplan la posibilidad de que se repitan unas concentraciones similares, ya que cada día más gente sale a las calles. Pese a las prohibiciones de manifestarse o reunirse en ciudades como Estambul, Ankara o Ermina, el CHP ha decidido desafiar al gobierno e instar a la población a manifestarse.

«El régimen de Erdogan está a punto de caer«, proclamó Özgür Özel, líder del CHP y compañero de filas de Imamoglu. Durante la protesta del jueves, Özel dejó claro que su partido abandona la «política de salón» e hizo un llamado a «todos los demócratas» para tomar las calles hasta lograr la liberación del alcalde de Estambul. «¡Eh, Recep Tayyip Erdogan! Las calles son lo que más temes. Pero a partir de ahora estaremos en las calles y en las plazas. No puedes amedrentarnos, serás tú el que tenga miedo«, declaró con determinación. También denunció que los arrestos son parte de un «complot» orquestado por el presidente turco.

La debilidad democrática de Turquía

Aunque sobre el papel Turquía es una república democrática, el gobierno de Erdogan ha erosionado varias instituciones democráticas clave. «Si bien hay elecciones periódicas de base y adecuadamente transparentes, el partido gobernante (AKP) domina el espectro político y los medios de comunicación«, desliza Valeria Giannotta, experta en política y relaciones internacionales de Turquía. El país enfrenta actualmente «problemas graves en términos de Estado de derecho y derechos civiles, como ha expresado recientemente la Comisión Europea en el informe anual de progreso», agrega Giannota. Lo cierto es que, desde el intento de golpe de Estado en 2016, Erdogan ha utilizado medidas de emergencia y estado de excepción para justificar una serie de purgas masivas en el ámbito militar, judicial, académico y en los medios de comunicación, debilitando gravemente la separación de poderes.

La detención y persecución de Imamoglu tiene implicaciones profundas para la democracia turca. En primer lugar, la detención de un líder de la oposición con el fin de socavar su legitimidad y neutralizar su influencia política refleja un patrón de creciente autoritarismo en el gobierno de Erdogan. «Creo que el gobierno sigue intentando utilizar sus poderes para hacer que la oposición sea ineficaz, pero seguimos teniendo una oposición eficiente que ha tenido éxito recientemente en las elecciones locales y que lo tendrá si hoy se celebraran unas elecciones nacionales«, asegura Ilter Turan.

Seguimos teniendo una oposición eficiente que ha tenido éxito recientemente en las elecciones locales

Asimismo, cuando un alcalde electo, con el respaldo de millones de ciudadanos, es perseguido bajo cargos políticos cuestionables, la credibilidad de las elecciones y el sistema de justicia se ve gravemente comprometida. Conforme Turan, en Turquía «tenemos una democracia parcial, pero funciona de tal manera que nos ha sido posible cambiar de alcalde en las principales ciudades de Turquía».

Un Erdogan con ansias de más

Entre los planes del mandatario turco está cambiar la Constitución turca para consolidar más su poder. Valeria Giannota enfatiza que «detrás del objetivo de cambiar la Constitución estaría la idea de prolongar el mandato de Erdogan. Ya hemos visto maniobras en este sentido, relacionadas también con el nuevo acuerdo con el PKK«, el cual permitiría recibir el apoyo de los kurdos para modificar el texto.

En 2017 y mediante un referéndum constitucional, se aprobó que Erdogan obtuviera un control casi total sobre el poder ejecutivo, eliminando el puesto de primer ministro y otorgándole al presidente amplios poderes para gobernar sin las restricciones de un sistema parlamentario. Esta transformación le ha dado a Erdogan la capacidad de gobernar por decretos, lo que le otorga un control más directo y menos supervisado sobre las decisiones del gobierno. Además, la reforma también le permite al presidente nombrar a ministros y altos funcionarios sin la necesidad de aprobación parlamentaria.

En contraposición, la influencia de Erdogan está cada vez más erosionada. Uno de los pilares de su presidencia ha sido su capacidad para navegar en la economía turca. Durante muchos años, sus políticas económicas fueron clave para el crecimiento de la economía, pero actualmente la situación económica en Turquía ha empeorado significativamente. La inflación ha alcanzado niveles récord, superando el 80% en 2022, lo que ha provocado un aumento del costo de vida para los ciudadanos turcos. El valor de la lira turca también ha experimentado una gran devaluación, lo que ha mermado el poder adquisitivo de la población.

Hay una creencia de que las malas condiciones económicas cambian gobiernos y en Turquía la economía se ha tornado en contra del gobierno

Asimismo, Erdogan ha logrado mantenerse en el poder en parte debido a su capacidad para movilizar a las masas a través de una retórica que apela a los sectores conservadores y nacionalistas de la sociedad turca. Sin embargo, esta estrategia también ha intensificado la polarización política en el país. En lugar de unir a la sociedad, su estilo de liderazgo ha exacerbado las divisiones entre los turcos. Además, si bien la oposición en Turquía ha ganado fuerza en los últimos años, la represión contra ella –como la detención de Imamoglu, por ejemplo– pone piedras en el camino de los candidatos fuertes. «Hay razones para ser optimistas de que incluso si la candidatura de Imamoglu se vuelve insostenible, el CHP podrá todavía producir candidatos eficaces y desafiar al gobierno«, sugiere Ilter Turan.

Para Valeria Giannota, la posibilidad de que Erdogan pierda en 2028 es real. «Si nos fijamos en las elecciones presidenciales de 2023, el margen de victoria fue muy pequeño. Además, en los comicios locales de 2024, se demostró una vez más que el AKP de Erdogan está perdiendo terreno«, describe. «Hay una creencia de que las malas condiciones económicas cambian gobiernos y en Turquía la economía se ha tornado en contra del gobierno. Creo que hay razones para ser optimista por mucho que Erdogan intente con todas sus fuerzas permanecer en el poder», sentencia Ilter Turan.

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