El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el XV Congreso del PSIB-PSOE, en el Hotel Hipotels Convention Centre Playa de Palma, a 22 de marzo de 2025, en Palma de Mallorca, Mallorca, Baleares (España). / Isaac Buj – Europa Press
Los titulares radicales suelen vengarse de su autor. Verbigracia, «Pedro Sánchez y Francina Armengol no volverán a ganar unas elecciones». Se podría añadir la cautela de «Hoy, Sánchez y Armengol no volverán a ganar unas elecciones». Sin embargo, en política «hoy «es demasiado tiempo. Los presidentes del Gobierno y del Congreso por los pelos han coincidido en Mallorca para lamerse mutuamente las heridas, pero también para autoconvencerse de que permanecen en la competición.
Armengol a Sánchez: «Tienes que seguir siendo presidente del Gobierno, porque eres el más luchador que he conocido nunca». Por eso la mallorquina se enfrentó a su actual secretario general en las crudas primarias socialistas. El aludido recoge orgulloso el guante, presumiendo de que «tengo las mismas ganas que el primer día», y trasladando su horizonte monclovita desde el fin de la legislatura en
2027 hasta 2030. Estuvo a un chispazo de «seré candidato»
Sánchez a Armengol: «Gracias, Francina, por tu buen hacer y tu paciencia, porque hay que ser presidenta del Congreso hoy en día». En este viacrucis compartido, condenarlos desde el titular a una derrota electoral supone una liberación. La depresión de las tropas socialistas fuerza una arenga desesperada del secretario general, «tenemos que recordar que somos un partido de ganadores», donde la obligación de evocar el espíritu victorioso mide el pesimismo dominante en elPSOE.
En Balears, el PSOE no ha optado por la continuidad, sino por la perpetuación, encarnada en Armengol. Sin permitir ni un rival de atrezzo, en un ejemplo de debate interno. En su renovación forzosa, la nueva y antigua secretaria general alzó la voz al nivel del grito, que no es un síntoma de convicción sino de nerviosismo. Al contemplar juntos al número dos y a la número tres del Estado, la consideración de la institución estatal no se ve precisamente reforzada, sin que tampoco el número uno mejor apreciablemente la visión de conjunto.
Dado el ambiente bélico que se respira, cabe consignar que Sánchez no compareció en Mallorca de uniforme para pasar revista a sus tropas en el frente oriental español, aunque la cazadora informal y los vaqueros desgastados tenían algo de reunión de estado mayor en campaña, o de montería con armas de fuego. El presidente del Gobierno sigue convencido de sí mismo. Al igual que todos los primeros ministros en declive, busca consuelo en el extranjero. Las dos Palestinas, ‘The Economist’, el G20, incluso tiene tiempo para saborear los vídeos chinos de TikTok. Se envanece de su triunfo más allá de los Pirineos, pero allí no van a votarle.
Ya se trate del decimoquinto Congreso delPSOE balear o de una verbena veraniega, la incógnita de cualquier acto público consiste en averiguar cuánto tardarán los oradores en cargar contra Trump, que de momento no concursa electoralmente en Mallorca ni en España. La presidenta del Congreso le dedicó al magnate su primer párrafo, olvidadiza también de que su país está ocupado voluntariamente por tropas estadounidenses.
Sánchez prefirió cargar contra «el pacto del Ventorro», un titular digno de Berlanga, pero pronto denunció al enemigo de Washington, advirtiendo contra la amenaza «del otro lado del Atlántico». Por lo visto, el rearme español no apuntará los cañones hacia Moscú, sino hacia el hermano mayor de la OTAN. Ni corto ni perezoso, el único líder socialista se atribuye también como logro supremo las subidas del salario mínimo logradas por Yolanda Díaz, y devaluadas por la ministra de Hacienda socialista.
Contemplando el dueto y el duelo de los presidente de las dos instituciones capitales en democracia, se afianza la percepción de que buscan antes la compasión que el voto. Gobernar se ha puesto imposible, y cuando Armengol proclama que «no hay mayor orgullo que ser la secretaria general delPSOE en Balears», exterioriza sus tribulaciones en la presidencia del Congreso. También Sánchez se lamentará de los reveses continuos en la cámara legislativa. De ahí que ambos se enfrenten con alivio a un auditorio entregado, sin un solo silbido discrepante.
No demasiada gente envidiaría el puesto de trabajo de Sánchez y Armengol, lo cual puede explicar la inhibición manifiesta del jefe de la leal oposición. Acierta el presidente del Gobierno en su faceta de analista, al decretar que «Feijóo no es presidente del Gobierno porque no quiere y no es jefe de la oposición porque no sabe». En los brindis de ordenanza, el secretario general concluye que «ser socialista es estar del lado correcto de la Historia», aunque la ausencia de una ovación concreta denota que sus huestes preferirían estar en el lado correcto de la política balear, en lugar de resignarse a ejercer la humilde tarea opositora. Sánchez y Armengol desean un tercer mandato en sus arenas respectivas. Habrá que convencerles de que es imposible, aunque será un trabajo duro.