Las tabacaleras tradicionales ya no lo son tanto. Es la metáfora de Philip Morris. Una de las más grandes multinacionales del sector, cuyos cuarteles generales se sitúan entre Estados Unidos y Suiza, se está alejando cada vez más de lo que antaño era su principal fuente de negocios, los cigarillos tradicionales, que van perdiendo cuotas de mercado a nivel global. Con ello, el horizonte ahora es el negocio de las alternativas, basadas en la reducción del daño, que la industria ha estado desarrollando en la última década y que, en el caso de esta empresa, tiene como producto estrella el tabaco calentado.
El cambio de modelo de negocio es una realidad bajo los ojos de todos. Según sus últimos informes, el objetivo de la multinacional es lograr que más de los dos tercios (el 66%) de sus ingresos provengan de este tipo de productos en 2030 (y, después de ese año, la meta es seguir avanzando en la misma dirección). Los resultados empresariales reflejan que ya va por ese camino: este último año el 40% de sus ingresos ya han procedido de las alternativas al tabaco tradicional.
La planta de la multinacional en Bolonia ya se dedica exclusivamente a productos alternativos
Es una megatransformación empresarial a nivel global que no tiene marcha atrás. Reflejo de ello es el propio sistema de tabaco calentado. El primer modelo de este producto fue lanzado hace hoy diez años en dos ciudades —la italiana Milán y la japonesa Nagoya— y en la actualidad esta alternativa al cigarrillo tiene «más de 32,2 millones de usuarios en el mundo y en países como Japón ha alcanzado el 30% de cuota de mercado», según explica Marco Hannappel, vicepresidente de empresa para el suroeste de Europa. «En Europa hemos alcanzado grandes hitos en ciudades clave, superando por ejemplo el 40% de cuota de consumo en Budapest y el 30% en Roma con nuestros productos de tabaco calentado», añade Hannappel.
Invertir
¿Cómo se ha logrado? Según la multinacional, con mucha inversión. De ahí que en la actualidad más de 1.550 científicos y expertos trabajen en los dos centros de investigación y desarrollo (I+D) que la empresa tiene en Suiza y Singapur, y el 99% de la inversión en I+D de la compañía esté dedicada al tabaco calentado, a los cigarrillos electrónicos y a las bolsitas de nicotina. «Es solo una cuestión de tiempo para que muchas fábricas se conviertan a este segmento», subraya también el director científico de la compañía, Jorge Soler, que también usa el lema de la reducción de daños para promover los nuevos dispositivos.
De hecho, Philip Morris ya tiene fábricas exclusivamente dedicadas a estos productos, como la planta de producción de Crespellano, cerca de la ciudad italiana de Bolonia. Una estructura, esta, abierta en 2013, donde actualmente trabajan 2.100 personas y que exporta a 50 países, por un valor de exportación de más de 1.800 millones de euros en 2022. En esta planta Philip Morris ha invertido más de 1.500 millones de euros desde 2013, según datos de la compañía.
Algunos países, claro está, son más vírgenes que otros en esta expansión. Un ejemplo es el de España donde esta transición suscita incendiarios debates, y hoy apenas existen alrededor de 450.000 usuarios de IQOS (aparato que se usa para calentar tabaco), aunque «sigue habiendo más de ocho millones de fumadores en el país, cifra que no ha cambiado mucho en los últimos años», señala Hannappel. Por eso, dice, «nuestro objetivo es poner a España en la misma senda de crecimiento que países vecinos como Italia o Portugal y acelerar la transición a productos sin combustión».