La inversión de la pirámide demográfica en economías avanzadas, el cambio climático, la transformación digital, el aumento del gasto en defensa… Un horizonte que prevé ingentes gastos, acompañados, eso sí, de unos intereses y unos riesgos de financiación al alza.
En un entorno geopolítico protagonizado por la incertidumbre, «¿pueden los mercados cambiar su estructura para afrontar estos retos?«, se pregunta el director financiero y de asuntos empresariales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), Carmine Di Noia, durante la presentación del «Global Debt Report 2025» que ha tenido lugar hoy.
La inseguridad del director tiene espacio en un contexto en el que la emisión de deuda soberana de los países de la OCDE sigue tocando máximos históricos. Para 2025 se prevé un nuevo récord: 15,6 mil millones de euros, equivalente a un 6% de incremento respecto a los 14,7 billones de euros de la deuda emitida en 2024.
Es lo que se desprende el último informe de la organización, que también destaca que el año pasado gobiernos y empresas pidieron prestados 23 mil millones de euros, unos 9 mil millones de euros más en comparación con el período anterior a la Covid-19 y el triple de la cantidad de 2007.
«Parece que ha llegado la hora de abandonar el modo ‘recuperación de crisis» alerta di Noia. «Los mercados de deuda han sido imprescindibles para recuperarse de la crisis financiera de 2008 y la pandemia del COVID-19. Sin embargo, su función debe reorientarse: ya no puede primar la recuperación, sino el financiamiento de la inversión y el crecimiento» inciden desde la organización.
¿Por qué sigue aumentado la deuda?
En los últimos años, muchos países han refinanciado una cantidad significativa de deuda con rendimientos más altos que las emisiones originales. En otras palabras: han tenido que pedir prestado dinero nuevamente para pagar sus deudas anteriores, pero con tasas de interés más altas que antes.
Los mercados de deuda han sido imprescindibles para recuperarse de la crisis financiera de 2008 y la pandemia del COVID-19. Sin embargo, su función debe reorientarse: ya no puede primar la recuperación, sino el financiamiento de la inversión y el crecimiento.
Como resultado, el costo de los intereses ha subido en la mayoría de los países de la OCDE, alcanzando el 3,3 % del PIB en 2024 (0,3 puntos más que en 2023). «A medida que esta deuda se refinancie a tasas más altas, los costes aumentarán», señala el ‘think-tank’, destacando que 2024 fue el primer año desde 2015 en que ningún país de la OCDE emitió un bono con rendimiento negativo.
Para ponerlo en contexto, la OCDE resalta que, actualmente, el gasto en pago de intereses está siendo mayor que el gasto público en defensa en términos agregados —en promedio este supuso el 2% del PIB, unos 350.000 millones de euros—. Además, se espera que el 42% de la deuda soberana total y más de un tercio de la deuda empresarial deberán ser pagadas o refinanciadas, agravándose así la cifra.

La Alta Representante de la UE, Kaja Kallas, y el Comisario Europeo de Defensa, Andrius Kubilius, en una rueda de prensa sobre el Libro Blanco de Defensa Europea y el plan REARM Europe tras la reunión de la Comisión Europea. / EFE
Se emite más deuda, pero no se invierte en producción
Desde 2008, las empresas han emitido mucha más deuda para paliar los efectos de la crisis inmobiliaria, y, después, la del COVID-19. Sin embargo, el think tank detalla que no se ha invertido en la misma proporción. Entre 2009 y 2023, la emisión de bonos corporativos fue 12,9 billones de dólares superior a la tendencia previa a 2008, pero la inversión empresarial quedó 8,4 billones de dólares por debajo. Esto ha ocurrido porque, en muchos casos, el dinero se ha usado más para refinanciaciones y pagos a accionistas que para aumentar la producción.
En este panorama, los hogares e inversores extranjeros se dibujan como los actores que han asumido una mayor proporción de deuda pública. Entre 2021 y 2024, la participación de los hogares aumentó del 5% al 11% respectivamente, y la de los inversores extranjeros pasó del 29% al 34%.
En contrapartida, los bancos centrales redujeron significativamente su participación en el mercado de bonos, vendiendo parte de los títulos que habían comprado en años anteriores. ¿El problema? Esta nueva dinámica puede traer más volatilidad, porque los nuevos compradores privados podrían ser más sensibles a los cambios en los mercados.
El crecimiento de deuda está desacelerándose, pero a un ritmo menor que el crecimiento de las economías
En términos reales, la proyección del crecimiento del endeudamiento bruto está desacelerando. Si en 2023 la deuda suponía un 13%, en 2024 bajó a un 7% hasta el 6% que pesa este año. Sin embargo, esta ralentización avanza a un ritmo menor que el crecimiento de las economías, cuya estimación de crecimiento global no llega al 3,1% para 2025.
Este elevado endeudamiento refleja un crecimiento del PIB más lento en comparación con el período prepandemia, lo que reduce los ingresos fiscales.
La derivada es que la relación deuda/PIB en la OCDE subió de 82% en 2023 a 84% en 2024, y se proyecta que alcance 85% en 2025. «Este elevado endeudamiento refleja un crecimiento del PIB más lento en comparación con el período prepandemia, lo que reduce los ingresos fiscales, junto con una mayor presión del gasto derivada del pago de intereses, la defensa, el envejecimiento de la población y la transición energética», señala la organización.
La financiación de una economía baja en carbono con el mercado de deuda: ¿qué escenarios se dibujan?
Para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas se necesitarán grandes inversiones públicas y privadas. Si el sector público financia la mayoría del gasto, la deuda pública en economías avanzadas aumentaría en 25 puntos del PIB para 2050, y en China hasta 41 puntos del PIB.
Por otro lado, si el sector privado asume el financiamiento, las empresas tendrían que endeudarse enormemente, especialmente en mercados emergentes, donde el mercado de bonos de energía debería cuadruplicarse en una década (excepto en China). De este modo, sea por A, por B o por Z, los escenarios resaltan el gran desafío de utilizar los mercados de deuda para financiar la transición hacia una economía baja en carbono.
Reformas de la regulación financiera serán esenciales para liberar el potencial de los mercados de deuda para financiar la transición.
De lo que no cabe duda es que si las tasas de crecimiento de la inversión pública y privada en la transición climática continúan según las tendencias recientes, las economías avanzadas no alcanzarán los objetivos del Acuerdo de París hasta 2041. Y, los mercados emergentes (excluyendo a China) enfrentarían un déficit acumulado de inversión de 10 mil millones de dólares para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París para 2050.
Entonces, ¿qué hacer? Para la organización, la clave está en el sector privado, pero con ‘peros’. Dado que una mayor dependencia del sector privado requiere un rápido desarrollo de los mercados de capitales, es necesario que estos mercados crezcan y se vuelvan más eficientes, especialmente en los países en desarrollo.
Por ello, reformas de la regulación financiera serán esenciales para liberar el potencial de los mercados de deuda para financiar la transición, y, en particular, para impulsar el desarrollo de los mercados de capitales en los mercados emergentes.