Las Fallas, el arte de lo efímero, deberían alcanzar todo su esplendor durante la cremà. Está bien que se den los premios tras terminar la plantà. Pero el momento supremo de un monumento fallero, el instante de su clímax, cuando debe lucir con una belleza sobrecogedora, es el del fuego, el de las llamas que devoran la composición y los ninots.
Los psicodélicos colores de la cremà de la falla Diana / Miguel Padilla
La falla Diana de Dénia, del artista Juame Cortell y con el lema «Dicotomies», ha ardido de forma espectacular. La cremà y la pirotecnia han regalado colores psicodélicos e intensísimos. Siempre es una lástima que salgan de todas las fallas oleadas de humo negro. Empaña la cremà. Esta falla no ha sido una excepción. Sin ese humo negrísimo, la costa hubiera alcanzado cotas insuperables.
La arquitectura de la falla estaba concebida para desmoronarse con armonía envuelta en llamas. Primero ha caído el cuerpo central. La figura que coronaba el monumento ha resistido. Ese efecto ha desatado el asombro. Los artistas que, además de crear un monumento redondo, tienen en la cabeza cómo arderá, entienden que las fallas cuando más vivas están es, paradójicamente, cuando el fuego las devora.