Y esas fueron sus últimas palabras

Ilustración / Elisa Martínez

Convertir la vida de un ser humano en el campo de batalla de una guerra que no es la suya. Pienso en Noelia, la joven catalana de 24 años que quedó parapléjica completa tras un intento de suicidio fallido. Se le concedió la eutanasia porque cumplía con los condicionantes que establece la ley española. Pero luego ha tenido que volver a pelear ante un tribunal por mantener la determinación autónoma de morir que expresó y sigue expresando, contra el criterio de su padre que la recurrió, respaldado por una asociación ultraconservadora que persigue su propio interés: imponer una determinada ideología a costa de quien sea. La justicia ha vuelto a dar la razón a Noelia. Aunque creo que se ha equivocado, puedo entender al progenitor. No resulta nada fácil acatar la voluntad de un ser querido que desea irse. Hacerlo representa el mayor acto de amor que quepa imaginar.

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