Este descorazonador libro del premio Nobel de Literatura, José Saramago, habla de una pandemia, casi como si fuera una premonición de lo que viviríamos muchos años después. En la novela, la expansión incontrolada de una ceguera blanca afectaba a todos los habitantes del lugar con solo relacionarse entre sí, con el agravante de que sacaba lo peor de cada ser humano. La pregunta que José Saramago deja en el aire es: ¿nos queda esperanza? Este autor portugués narra sin rodeos hasta dónde puede llegar el egoísmo humano, directo al corazón, sin anestesia. Desde mi punto de vista, el mensaje que el autor quiere transmitir a través de esta novela es: ¿aún hay espacio para los vínculos humanos?
Curiosamente, estas preguntas nos las hicimos durante la pandemia del covid-19, cuando la vida se detuvo en un silencio atronador. Solo podíamos relacionarnos a través de una pantalla o por teléfono, algo insólito, pero que se sentía tan real como en la novela. Tan real como la deshumanización que se percibe en cada párrafo de este libro inolvidablemente triste.
Lo mismo ocurre con los acontecimientos recientes en nuestra tierra: la deshumanización de nuestros gobernantes es, como en el libro, inexplicable y decepcionante.
Sin embargo, durante la pandemia que vivimos hace cinco años, hubo gobernantes que se ocuparon y preocuparon por la ciudadanía. Por ello, al igual que el portugués José Saramago recibió el Premio Nobel de Literatura por su trayectoria, los gobernantes de aquellos tiempos pandémicos en nuestra tierra también merecen un reconocimiento por su dedicación y entrega. Gracias, Ximo; gracias, Ana, por gestionar la pandemia del coronavirus.
Pero eso sí, sin olvidar la ceguera blanca, la verdadera protagonista de la novela de Saramago, y que en los tiempos que corren parece ser también la protagonista en la política valenciana actual, aunque ya no estemos en pandemia.