Se tomó la decisión de matarnos, ya sea de forma directa o indirecta

Diala Ayesh recuerda el sonido de unas voces cantando al unísono desde la celda contigua. Fue el día más triste de su cautiverio. Esta palestina, abogada de profesión, pasó un año encerrada en una cárcel israelí. Después de que determinaran la extensión de su detención administrativa, Ayesh intentaba dormir, abatida. De repente, antes de que pudiera echarse a llorar, llegaron regalos de sus compañeras. «Desde cuatro celdas más allá, me mandaron cuentas, alguién consiguió bolígrafo y papel para enviarme una carta e, incluso, las de la celda de al lado se pusieron a cantar para animarme, lo que demuestra el hermoso espíritu de solidaridad que hay entre las presas palestinas«, rememora, casi dos meses después de su liberación.

Fuente