La inflamación es el concepto médico de moda. Internet y las redes sociales están llenas de ‘influencers’ y libros superventas que hablan de que nuestro cuerpo está «en llamas» y hay que apagarlo con «alimentos antiinflamatorios». El auge se debe al ‘boom’ de estudios que en los últimos tiempos revelan que la inflamación crónica de bajo grado es una epidemia silenciosa que se extiende por las sociedades occidentales y está relacionada con un sinfín de enfermedades; sobre todo aquellas que afloran con el envejecimiento, que también está vinculado con este proceso fisiológico.
Según una investigación publicada en ‘Nature’, «es la principal causa de muerte en el mundo», dado que más del 50% de los decesos se atribuyen a enfermedades relacionadas con la inflamación sistémica, pese a que es un proceso fisiológico aún en estudio y todavía queda mucho por descubrir.
La inflamación crónica de bajo grado es una “condición silenciosa pero devastadora”, según los especialistas
Pero de momento hay evidencia de que los malos hábitos como la alimentación a base de ultraprocesados -rica en azúcares y pobre en productos frescos-, el estrés, la falta de sueño o de ejercicio, así como la contaminación ambiental o los microplásticos, están detrás de que nuestro sistema inmune, que de forma natural activa un proceso inflamatorio cada vez que se enfrenta a una herida o infección, no se desactive del todo tras cada proceso. Esto provoca una inflamación sistémica que es una “condición silenciosa pero devastadora”, según los especialistas.
El proceso inflamatorio es algo positivo, es una respuesta del sistema inmune ante infecciones o heridas y consiste en establecer una especie de barrera física para aislar y combatir esos ‘enemigos’. Pero, en ocasiones, es un arma de doble filo porque produce una respuesta inmunitaria anormal que hace que el proceso inflamatorio no termine cuando debería, haga un exceso de respuesta o aparezca cuando no hay una infección o una herida que controlar y, con el tiempo, esta situación puede dañar células, tejidos u órganos sanos.
Epidemia
Por ello, desde principios de este siglo, se han multiplicado los estudios que indican que la inflamación sistémica está relacionada con múltiples enfermedades, desde la diabetes, el asma y los problemas cardiovasculares hasta el cáncer, los trastornos digestivos o las enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer.
“Hace años ver a un enfermo de Chron o de colitis ulcerosa, enfermedades claramente relacionadas con la inflamación crónica, era una anomalía y actualmente hay una epidemia de patologías relacionadas con este proceso”
“Hace años ver a un enfermo de Chron o de colitis ulcerosa, enfermedades claramente relacionadas con la inflamación crónica, era una anomalía y actualmente hay una epidemia de patologías relacionadas con este proceso”, indica Óscar de la Calle, secretario de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).
No obstante, según precisa Beatriz Larrea, autora de ‘Tu cuerpo en llamas’ y otros libros sobre el tema, “la causa de las patologías no es la inflamación, las causas son los factores ambientales que excitan o apagan el sistema inmune y el envejecimiento y la consecuencia es la inflamación y la alteración del sistema inmunológico”.
El envejecimiento actúa como un gatillo porque a medida que cumplimos años la respuesta del sistema inmune es más deficitaria, lo puede multiplicar el daño en tejidos
El envejecimiento actúa, además, como un gatillo porque a medida que cumplimos años la respuesta del sistema inmune es más deficitaria que en los jóvenes y esto puede multiplicar el daño en tejidos y el deterioro, hasta el punto de que la industria antienvejecimiento ha acuñado el término ‘inflammaging’ para hablar de las relaciones entre los dos procesos.
Y también hay un componente genético que, unido a los malos hábitos o la contaminación, hace que unas personas sean más proclives que otras a desarrollar inflamación crónica. “El problema es que todavía no sabemos qué genes intervienen, pero los estudios genéticos están avanzando muy rápido y pronto lo sabremos”, apunta el doctor De la Calle. Además, es más frecuente en mujeres porque normalmente tienen un sistema inmune más activo y, durante la menopausia, la caída de hormonas también puede activar el proceso.
Obesidad
Por último, otro de los grandes factores que actúan como desencadenantes es la obesidad, porque las células encargadas de acumular las grasas, los adipocitos, producen una serie de medidores que inducen la inflamación y este proceso aumenta la cantidad y el tamaño y no envía bien las señales de saciedad, por lo que la persona tiene más hambre: se convierte en un círculo vicioso.
Una persona delgada también puede tener inflamación crónica: en internet prolifera información que relaciona el proceso con la hinchazón abdominal, pero no es lo mismo
Una persona delgada, no obstante, también puede tener inflamación crónica de bajo grado, aunque en internet prolifera mucha información que relaciona este proceso con la hinchazón abdominal, el sobrepeso o la retención de líquidos, pero no es lo mismo. La inflamación es silenciosa, como por ejemplo la diabetes, y puede afectar a cualquiera. “Ese es el problema, que no produce síntomas, se puede medir en sangre pero es asintomática”, apunta Luis Cabañas, nutricionista experto en oncología. Los primeros síntomas son las patologías que produce pero antes puede llevar años en nuestro cuerpo.
Por eso, según Larrea, conviene “atacar” a la inflamación, sobre todo a partir de los 40 años, “con varias herramientas”: rebajando el estrés, teniendo buenos hábitos de sueño, haciendo deporte y llevando a cabo una dieta sana. Larrea es una de las nutricionistas que inocula la idea de que hay “alimentos antiinflamatorios”; pero no hay consenso en el sector acerca de que de verdad exista una ‘dieta antiinflamatoria’.
Las dietas
“En ocasiones, hay profesionales que pueden vestir a los alimentos con etiquetas de ‘antiinflamatorios’ porque así despiertan el interés de la población, pero no por ello son mensajes más ciertos”, afirma Cabañas, quien considera que la dieta que hay que realizar para evitar la inflamación crónica es “aquella basada en materias primas de toda la vida”. Sin más.
“No existen dietas ni trucos ‘milagro’, lo más sencillo es seguir la dieta mediterránea, que tiene que ver con lo que comían nuestros padres, que no se alimentaban de productos ultraprocesados o grasas saturadas, sino de productos frescos, los cuales aumentan la esperanza de vida”, añade a su vez el inmunólogo De la Calle.