Hay errores políticos, más bien filosófico-políticos, evidentes. Uno es pensar que la democracia consiste solamente en votar cada cuatro años o con la periodicidad que manden las leyes. Otro, que estas son una mera encarnación de la voluntad del pueblo, un instrumento, en fin, empleado para canalizar y hacer efectivos los deseos de los ciudadanos.
La historia ha sido cruenta y quizá por ello se ha difundido el equívoco de pensar, asimismo, que toda guerra es injusta, olvidando las enseñanzas de la tradición clásica y la teología escolástica, tan rigurosas ambas a la hora de determinar cuándo un pueblo puede defenderse y qué medios ha de emplear para no transgredir los límites de lo lícito.
Estamos en pleno debate sobre el rearme europeo, en su ebullición, aunque hace ya una década larga que muchos países se plantean la necesidad de establecer nuevamente el servicio militar obligatorio y promocionar el ejército.
El pacifismo, claro está, es muy buen aliado cuando no hay borrascas, pero nadie querría un compañero de vuelo poco experimentado si se atravesaran turbulencias. Y si se tambalea el mundo y aparecen rencillas en Rusia, Oriente Medio o en África, amenazando intereses nacionales, es mejor confiar los mandos de la nave a alguien con sentido común.
Contar con un ejército o dedicar dinero a defensa, el que sea menester, más allá de los gestos grandilocuentes, es un deber o exigencia primordial. Un gobernante no puede abrazar el pacifismo radical, pues eso indicaría que no está preparado para tomar las decisiones que sean necesarias en caso de ataque. Y proteger el bien de todos es uno de los más precisos deberes de quien tiene a su cargo la comunidad.
“La historia ha sido cruenta y quizá por ello se ha difundido el equívoco de pensar, asimismo, que toda guerra es injusta, olvidando las enseñanzas de la tradición clásica y la teología escolástica”
Decía Ortega, echando mano de los clásicos, que justamente contar con un ejército es la mejor garantía de la paz. El pasado nos enseña que quienes han iniciado expansiones o acosado a sus vecinos lo han hecho al ver sus flaquezas. Es igual que contar con una alarma o una puerta blindada para disuadir a los okupas.
Nadie, pues, se ha de alarmar por las últimas noticias, ya que la virtud política por excelencia, la prudencia, exige previsión. La UE prevé aumentar el montante que destina a defensa en 1,5% PIB durante los próximos cuatro años, lo que obligará a los países a hacer cábalas fiscales y sacar dinero de un capítulo para introducirlo en el oportuno.
Pero esas no son las únicas noticias que tenemos: los miembros de la OTAN habrán de apretarse más aún el cinturón pues estiman preciso llegar al 3%. Eso ha llevado a Pedro Sánchez a anunciar que el aumento en el caso español se hará de forma más acelerada, mucho antes de 2029, que era cuando se preveía llegar a destinar el 2% del PIB a defensa.
Ahora bien, en la Europa de las voces en contraste, en el continente de la polarización, no hay consenso y los bienintencionados pacifistas critican el incremento presupuestario porque creen que irá en detrimento de las prestaciones sociales, entre otras razones.
The Economist informa, al respecto, de las declaraciones de Wendela de Vries, una activista, criticando el programa ReArm Europe, sin tener en cuenta que no hay nada más social que defenderse cuando el enemigo ataca.
“Un gobernante no puede abrazar el pacifismo radical, pues eso indicaría que no está preparado para tomar las decisiones que sean necesarias en caso de ataque”
Y quizá convenga saber que quienes dedican más a defensa no es que no amen la paz; es que son más conscientes, en principio, de las amenazas. En este sentido, cuenta mucho la historia de cada región, así como su situación geográfica. Es evidente que en países con fronteras próximas a Rusia no hay mucho espacio político para experimentos irenistas. En septiembre, una encuesta en Polonia mostraba que el 75% de los ciudadanos estaba de acuerdo en destinar muchos más recursos al ejército.
De hecho, estos factores -el tiempo o la historia y el espacio- resultan más determinantes para detectar apoyos a defensa que las filias y fobias políticas. Como afirma el semanario británico, los socialdemócratas nórdicos se han lanzado públicamente a defender el gasto militar. Incluso la extrema izquierda en Suecia votó a favor de elevarlo por encima del 2,6 % del PIB antes de empezar el año 2028.
Diferentes problemas afrontan otros países. Alemania se debate entre la negativa pacifista de los radicales con otra de índole más económica, la de Alternativa para Alemania. Y aunque Italia y Francia no tendrían reparos, se las tienen que ver con déficits fiscales y un tamaño de deuda que hace menos viable el aumento presupuestario.
El apotegma latino era muy elocuente: “si vis pacen, para bellum”, esto es, si quieres la paz, prepárate para la guerra. Quizá convenga tenerlo en cuenta cuando el pacifismo utópico exponga que las buenas intenciones bastan para disuadir a los enemigos.