La Sociedad Chilena de Obesidad ha publicado los resultados de un estudio revelador sobre el papel clave que el cerebro desempeña en el desarrollo de la obesidad. La Profesora Dra. Stephanie Kullmann y su equipo, de la Clínica Universitaria de Diabetología, Endocrinología y Nefrología de Tubinga, expone en dicho documento conclusiones que ampliarían el conocimiento científico sobre este tema.
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Actualmente, la obesidad afecta a más de mil millones en todo el mundo, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a calificarla como una epidemia.
Se considera que la obesidad se presenta cuando el índice de masa corporal (IMC) supera los 30. A menudo, se asocia con la falta de actividad física y una dieta poco saludable, pero los mecanismos biológicos que la desencadenan son mucho más complejos.
En suma, la obesidad es un desafío creciente para la salud global, por tal motivo comprender estos procesos biológicos es esencial para abordar eficazmente esta enfermedad crónica y sus múltiples implicaciones para la salud.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha determinado que “la obesidad puede provocar un aumento del riesgo de diabetes de tipo 2 y cardiopatías, puede afectar la salud ósea y la reproducción y aumenta el riesgo de que aparezcan determinados tipos de cáncer”.

Obesidad e insulina: el impacto del cerebro en el metabolismo
Obesidad e insulina: el impacto del cerebro en el metabolismo
En el estudio publicado por la Sociedad Chilena de Obesidad se postula que la hormona insulina es un factor clave en el desarrollo de la obesidad severa. Numerosas evidencias científicas respaldan la influencia de la hormona insulina en enfermedades metabólicas y neurodegenerativas, especialmente en el cerebro.
La sensibilidad a la insulina en el cerebro está vinculada al aumento de peso a largo plazo y a una distribución poco saludable de la grasa corporal.
Sin embargo, aún se desconoce con precisión qué procesos ocurren en el cerebro y cómo afecta la acción de la insulina en personas con un peso normal. La Dra. Kullmann, junto con su equipo de la Clínica Universitaria de Diabetología, Endocrinología y Nefrología de Tubinga, profundiza en esta cuestión.
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En un estado saludable, la insulina tiene un efecto supresor del apetito en el cerebro. No obstante, sobre todo en personas obesas, esta hormona no puede regular adecuadamente el comportamiento alimentario y se desarrolla resistencia a la insulina.
El estudio ha detallado que, por primera vez, se comprobó que “el consumo a corto plazo de alimentos altamente procesados y poco saludables provoca graves cambios en el cerebro de personas sanas y que esto puede considerarse el punto de partida de la obesidad y la diabetes tipo 2”, explica el líder del estudio, el profesor Kullmann.
En este sentido, la Sra. Kullmann agrega que “curiosamente, los cerebros de los participantes sanos de nuestro estudio muestran una disminución similar en la sensibilidad a la insulina después de un corto período de ingesta alta de calorías que en las personas con obesidad”. “Este efecto se puede observar incluso una semana después de volver a una dieta equilibrada”, concluye.
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Un impacto duradero en solo cinco días
El estudio reciente analizó los efectos de la sobrealimentación en la sensibilidad a la insulina y la acumulación de grasa en el organismo. Para la muestra se incluyó a un total de 29 participantes voluntarios varones con peso normal, y se los dividió en dos grupos durante un breve período de prueba.
El primer grupo consumió 1.500 kcal adicionales durante cinco días, incluyendo snacks ultraprocesados y calóricos, además de su dieta habitual. El segundo grupo (de control) mantuvo su dieta habitual sin el exceso de las 1.500 kcal.
Ambos grupos fueron evaluados en tres momentos: antes de la intervención, inmediatamente después de los cinco días y una semana después de que el primer grupo regresara a su dieta normal.

Un impacto duradero en solo cinco días
Mediante imágenes de resonancia magnética (MRI), los investigadores examinaron la sensibilidad a la insulina en el cerebro y el contenido de grasa en el hígado. Los resultados revelaron un aumento significativo de la grasa hepática en el grupo que consumió calorías extra.
Además, la sensibilidad a la insulina en el cerebro se redujo de manera notable y, sorprendentemente, este efecto persistió incluso después de volver a la alimentación normal durante una semana.
Hasta ahora, este fenómeno solo se había observado en personas con obesidad, lo que sugiere que incluso breves períodos de ingesta calórica excesiva pueden tener efectos duraderos en el metabolismo.
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Poner la lupa en el cerebro
“Suponemos que la respuesta de insulina del cerebro se adapta a los cambios a corto plazo en la dieta antes de que se produzca cualquier aumento de peso, promoviendo así el desarrollo de la obesidad y otras enfermedades secundarias”, concluye el Prof. Dr. Andreas Birkenfeld, Director Médico de Medicina Interna IV, Director del IDM y Miembro de la Junta de DZD y último autor del estudio.
Basándose en los nuevos hallazgos, los autores sugieren intensificar sobre esta cuestión para conocer más detalles acerca de la contribución del cerebro al desarrollo de la obesidad y otras enfermedades metabólicas.
Esta información no sustituye en ningún caso al diagnóstico o prescripción por parte de un médico. Es importante acudir a un especialista cuando se presenten síntomas en caso de enfermedad y nunca automedicarse.