«Cuando llegué, de repente estaba todo absolutamente desmantelado. Se había vaciado la unidad». Un trasiego de camas empujadas por sanitarios desconcertados, los últimos y codiciados respiradores, el pitido de las máquinas. Antes de que pudiera darse cuenta, Karim Agharbi, enfermero que pasó la pandemia trabajando el área de reanimación de un hospital, encontró la UVI de anestesia reconvertida en una UVI Covid. En tan solo una noche, la unidad pasó a estar llena de personas sumamente enfermas por el virus que, en nuestro país, dejó más de 120.000 fallecidos en dos años. Días antes de que el oxígeno comenzara a faltar en los centros sanitarios, Agharbi y sus compañeros debatían sobre si era una «locura ponernos mascarilla o no, sobre si estábamos exagerando y no llegaría a España». El paso de las horas, los minutos y los segundos demostró que lo peor estaba por llegar y el Hospital 12 de Octubre de Madrid se convirtió en uno de los pulmones de la catástrofe.
Solo cuando el coronavirus desembarco en Europa a través de Italia «empezamos realmente a preocuparnos»: «Me di cuenta de que esto iba a ser grave cuando ya lo tenemos encima«, cuenta Karim, protagonista de ContraMarea: Así combatimos el COVID en Ser Podcast, a este medio. El primer caso oficial de covid en Madrid salta el 25 de febrero de 2020 y, dos semanas después, se decreta el Estado de Alarma. En ese instante, aquel 14 de marzo, el enfermero ya sabía que era demasiado tarde: «Recuerdo tener esa sensación de decir ‘deberíamos estar cerrando ya, esto va a ser caos». Dentro del propio hospital ya había gente contagiándose en torno al 24 y 25 de febrero, es decir, casi un mes antes del cierre.
Agharbi, actualmente redactor en el programa Hoy por Hoy tras seis años trabajando en la UCI, recuerda el primer paciente covid que llegó al 12 de Octubre: una mujer embarazada que ingresó en una de las 4 UCIs del hospital el 6 de marzo. Como el propio funcionamiento de un gotero, los contagiados no paraban de llegar, llenando cada una de las salas adaptadas en cuestión de horas: «La expansión de los virus respiratorios es exponencial. Entonces, si les das tres semanas de margen, o incluso un mes, cuando quieres pararlo, es imposible. Por eso, prácticamente hasta abril no para de llegar y morir gente«.
Cinco años después, el sanitario es capaz de describir a la perfección cómo se sintieron entre aquellas paredes: «La sensación era de ‘tenemos que sobrevivir’. De hecho, teníamos muchos debates sobre si no nos estaban dando mascarillas y EPIs de forma intencionada o sobre si desde la gestión estaban siendo negligentes«. Al igual que el resto de centros sanitarios madrileños, las 18 plantas del 12 de Octubre -adaptadas casi en su totalidad- tuvieron que crear sus propios protocolos. Así surgieron las líneas rojas que separaban la «zona limpia» de la «zona sucia», donde se encontraban los enfermos y los enfermeros tenían que trabajar obligatoriamente con los que se convirtieron en el uniforme de trabajo más importante que llevarán nunca.
De hecho, en el mencionado podcast, el neumólogo Javier Sayas afirma que la información era escasa y «poco basada en la evidencia», por lo que «la única forma de tener algo homogéneo que no fuese chamanismo era que un grupo de gente con experiencia en otras áreas similares analizase lo que se iba publicando e hiciese recomendaciones». Los sanitarios tuvieron que tomar decisiones propias de las «catástrofes«, como la de elegir quiénes iban a ocupar las pocas camas que iban quedando libres. Hoy en día, todavía recuerdan con dolor todos aquellos noes.
«Nosotros no deberíamos haber improvisado una manera de trabajar, nos debería haber venido dada. Faltaba un plan», afirma Karim, que resalta que «en las catástrofes es muy importante la comunicación con la gente que tiene que trabajar y la organización para que todos vayan en una misma dirección». En este sentido, el periodista afirma que «directamente no nos llegó ninguna directriz de la Comunidad de Madrid«. Por el contrario, el Gobierno de Ayuso sí que fue uno de los primeros en dar manga ancha a la población en su desescalada.
La presidenta madrileña logró la mayoría absoluta en las urnas en el año 2021 tras una campaña electoral basada en la idea de «cañas y libertad»; liberaciones que se vivieron con «frustración» desde dentro del hospital. «A mí nunca me gustaron los policías del balcón, pero ese momentito tuyo de desfogue significa que a nosotros en una semana se nos va a disparar la atención al paciente. Y eso implica trabajar con EPIs, más fallecidos y la sensación de no acabar nunca«, añade Algharbi.
«La Comunidad de Madrid hizo de esa falsa sensación de libertad su motivo político y está claro que le vino muy bien», señala Karim de la estrategia llevada a cabo por el Gobierno madrileño durante la pandemia, basada en la confrontación continua con el Ejecutivo central. «Ayuso ganó después con la mayoría absoluta, pero lo pagamos todos«, sentencia el exsanitario.
Cada contagio dentro del equipo se traducía en «culpabilidad» y sensación de «estar fallando». Las secuelas de los enfermeros, médicos, anestesistas y un largo etcétera -porque todos tuvieron que ir a una sea cual fuese su puesto- fueron más que evidentes. Muchos de ellos tuvieron que hacer frente al síndrome de estrés postraumático; en el caso de Karim Agharbi, una sensación de «tristeza y apatía» que arrastró durante cerca de dos años.
Si algo tiene claro cinco años después de aquella batalla es que «seguro que habrá otra pandemia». Por ello, el periodista hace una llamada de atención con la que alerta de evaluar estas catástrofes mediante un relato puramente matemático. «Me preocupa que la sanidad se siga midiendo solo en cifras: número de camas, millones de euros, ratios de enfermería, cupos de pacientes, etc. porque puede que la próxima vez no tengamos tanta suerte y cuando solo nos fijamos en el aspecto económico parece que el mismo rendimiento es sinónimo de una buena gestión, pero en realidad nos hace vulnerables».
Cifras abrumadoras que más que números son millones de euros invertidos en material, sanitarios dejándose la piel, camas repletas y, sobre todo, y lo más doloroso, fallecidos. Cifras que Karim Algharbi no puede parar de repetir en su cabeza cada vez que pasa frente a la gran torre del 12 de Octubre. «Otra vez no, por favor».