El líder del PP ha resumido su reunión de media hora en Moncloa con el presidente del Gobierno como un rato de «charla y café». Pero «nada de información», ha añadido en su comparecencia ante los periodistas en el Congreso de los Diputados.
La convicción de Núñez Feijóo tras su breve encuentro es que Pedro Sánchez intentará eludir el Parlamento para abordar la «situación más crítica por la que ha atravesado la Unión Europea desde su creación». El presidente, eso es una realidad, no tiene el apoyo de los partidos que hicieron posible su investidura para sacar adelante un aumento sin precedentes del gasto en Defensa. Y Feijóo ha condicionado el apoyo del PP (el único partido que le garantiza la mayoría de la Cámara) a que el presidente juegue limpio. Es decir, a que diga cuánto más se va a gastar y cómo se va a financiar ese gasto. No parece que Sánchez esté dispuesto a hacer ese esfuerzo de transparencia y de sentido de Estado.
«Europa está en riesgo, la paz está en peligro», ha dicho Feijóo. Suena alarmante, pero ese el consenso que se vive en el seno de la UE. El próximo viernes 21 de marzo tendrá lugar un Consejo Europeo donde se tomarán decisiones muy importantes en el sentido de reforzar la defensa en el nuevo contexto que supone ser conscientes del delirio expansionista de la Rusia de Putin y, al mismo tiempo, de la decisión estratégica de Donald Trump de que EEUU deje de asumir la responsabilidad de defender a Europa ante una hipotética agresión.
No estamos hablando de un tema menor. Aquí no se trata de discutir si hay que gastar más en política agraria o en responder a los aranceles impuestos por Trump. No. Se trata de la supervivencia del proyecto europeo, en la que el test de la resistencia de Ucrania da la clave sobre lo que puede pasar en un próximo futuro.
Hay que rearmarse, nos guste o no, y esa decisión supone un esfuerzo extraordinario. Primero, porque hay que hacer pedagogía ante una población que mayoritariamente rechaza la guerra, y porque hay que retocar el presupuesto de una manera sustancial.
Eludir el control parlamentario a una decisión estratégica sobre defensa que afecta a toda la UE sería la mayor afrenta a la democracia por parte de un gobernante desde la muerte de Franco
Pongamos los números en claro. Sánchez insiste en que aumentará el gasto en defensa hasta alcanzar el 2% del PIB (ahora no llegamos al 1,3% del PIB) antes de lo previsto. Pero eso no es suficiente. Lo que pide la presidenta de la Comisión Europea, y en lo que están de acuerdo la mayoría de los países, es en aumentar sobre los presupuestos actuales un gasto adicional del 1,5% del PIB. Para España, esto significa pasar de gastar menos de 20.000 millones al año a gastar más de 43.000 millones. Ese esfuerzo, además, debe ser sostenido y habría que llegar a ese objetivo en 2029. Por tanto, los compromisos que asuma este gobierno trascienden este legislatura. En eso tiene razón Feijóo.
El nuevo rumbo que va a tomar Europa en los próximos días marcará un antes y un después. Porque nos jugamos la supervivencia como proyecto político autónomo, que implica democracia, por un lado, y estado de bienestar por otro.
Por eso no se entiende que Sánchez no intente al menos sumar al PP (primer partido del Congreso) a sus decisiones sobre el aumento del gasto en defensa y en cómo financiarlo. Que no es sólo una decisión presupuestaria, sino de concepto, de modelo de Europa en un escenario totalmente distinto al que surgió tras la caída del Muro de Berlín.
Sólo desde la soberbia y la falta de sentido histórico puede comprenderse que Sánchez quiera llevar a cabo ese cambio de rumbo sin el visto bueno del Congreso, y sin el concurso de los diputados que representan a la mayoría del país.
Si, como ha advertido Feijóo, el presidente insiste en burlar el control parlamentario en este asunto clave para nuestro futuro, estaremos ante la afrenta más grave que haya infligido un gobernante a la democracia desde la muerte de Franco. Sería un hito en este año que Sánchez ha destinado a conmemorar el 50 aniversario de la muerte del dictador.