El juvenil A de la UD Las Palmas cayó derrotada en la prórroga (0-1) ante el Zaragoza. Los amarillos, que llegaban con las ganas de meterse en una final de la Copa del Rey 53 años después, no pudieron superar la portería de los aragoneses pese a los incansables intentos.
Cuatro décadas han tenido que pasar para volver a ver a la UD Las Palmas disputando una semifinal de la Copa del Rey. El juvenil A, tras eliminar al Oviedo (4-0), Elche (2-1) y Granada (3-0) logró la clasificación para el cruce por la final, que se está disputando hasta el 16 de marzo en Villanueva de la Serena, Badajoz. Fue un encuentro marcado por los tira y afloja de ambos equipos, que parecía que no se atrevían a dar el primer paso. Empezó marcando los ritmos el Zaragoza con el primer aviso y minutos más tarde, David García se jugó el penalti con una entrada fortuita.
Antes de la media hora, llegó la recompensa de la UD Las Palmas con la pena máxima. Sergio Ruiz no dudó en coger el balón y se colocó decidido, pero en frente tenía a su tocayo Sergio Berrar, que voló a mano cambiada para salvar al Zaragoza. No le salieron las cosas a los amarillos, pese a los intentos a la desesperada del conjunto de Héctor Nuez. En la primera mitad, hubo un rato para cada equipo, aunque los insulares se hicieron más fuertes después de no haberse puesto por delante con el penalti. Fueron 45 minutos de tanteos, conscientes de que el tiempo se agotaba. No había miedos que sirviesen.
Al volver de las casetas, el guardameta amarillo Tomy Ojeda hizo una doble parada para evitar la primera ocasión del conjunto aragonés. Lo volvió a intentar de nuevo el Zaragoza segundos después, cuando Jorge Franco tampoco pudo ver portería. La UD apenas tuvo llegadas claras a pesar de los intentos, y el nombre del segundo tiempo fue el de Tomy Ojeda, que volvió a estirarse para salvar a Las Palmas en el minuto 86, en la que fue la gran oportunidad para el Zaragoza.
Con la timidez propia de jugar una semifinal, ninguno de los dos equipos tuvo el valor de dar el primer paso en el tiempo reglamentario, por lo que la disputa se alargó hasta la prórroga. Una entrada fortuita de Adrián Ponce a Pinilla en el 98 costó un penalti en contra que no falló el Zaragoza. Era el gol que hacía falta para dar aire a un partido que parecía no decantarse para ninguno de los dos equipos. Con el conjunto aragonés por delante, la pérdida de tiempo fue evidente.
Pese a ir por detrás en el marcador, no bajó los brazos la Unión Deportiva, que siguió intentándolo hasta el final, poniendo coraje y corazón. El desenlace fue quizá el menos justo después del brillante recorrido que habían hecho los amarillos, pero al final el fútbol no se resume en otra cosa que en goles.