“No me puedo ni imaginar cómo estará mamá, por cierto. Àlex, tenemos que llamarla ¡ya!, ahora mismo, lo habrá pasado fatal, con el corazón en la boca pues ella, desde casa, sufre más, mucho más, que papá, que siempre está a nuestro lado en el circuito”, añade Marc Márquez (Cervera, 17 de febrero de 1993) , el impresionante vencedor de hoy en Buriram (Tailandia), el líder del Mundial.
«Nuestros padres nos permitieron ser felices de pequeños, muy felices y se sacrificaron horrores, todo lo que hizo falta, para que pudiésemos disfrutar de las motos. Jamás, nunca, pretendieron que aquellos juegos acabasen así»
“Ellos nos permitieron ser felices de pequeños, muy felices y se sacrificaron horrores, todo lo que hizo falta, para que pudiésemos disfrutar de las motos”, sigue contando Marc. “Jamás de los jamases, nunca, nunca, pretendieron que aquellos juegos acabasen así, con los dos en los más alto del podio de un gran premio y en la cima, de momento, del Mundial de MotoGP, aunque esto puede cambiar mucho”, sigue contando Marc.
“Nosotros nos divertíamos y ellos nos acompañaban con una pequeña caravana, haciendo macarrones y bocatas, no solo para nosotros, no, también para algunos de nuestros compañeros de infancia y juego”, comenta Àlex. “Y es ahora, claro, cuando no podemos olvidarnos de ellos, bueno, en realidad nunca lo hacemos. Y también, claro, del abuelo Ramón, que siempre estaba pendiente de nosotros y que se cuidaba de nosotros cuando los papás, los dos, se iban a trabajar, papá con una excavadora y mamá en una empresa de transporte”.
El abuelo Ramon, al que Àlex y Marc adoraban tanto o más que a los papás, fue aquel hombre que apareció en la presentación de la Repsol Honda, en 2013, cuando MM93 estrenaba categoría y al ver la dimensión de la nueva moto dijo: “¡Menuda burra, Marc! ¿Ya podrás con ella?”.
“Fijo que nos ha visto y está disfrutando también de este momento único, tal vez irrepetible, allí donde esté. También él forma parte de este éxito, de este instante tan especial”. Y, sí, ahí Marc volvió a tener los ojos cristalinos, húmedos, con incipientes lágrimas, como le había ocurrido, momentos antes, al hablar con Izaskun Ruiz en DAZN.
«Ahora, menos que nunca, no nos podemos olvidar del abuelo Ramon, que nos cuidó de niños cuando los papás se iban a trabajar todos los días. Él habrá disfrutado de este momento, allí donde esté»
¿Y mamá Roser Alentá cómo está? ¿Dónde está? ¿Cómo lo ha vivido? “En casa”, cuenta Roser, “sí, en casa, como casi siempre. Y, sí, con el corazón en la boca. Estos dos me van a matar. Han decidido que lo pase fatal, antes de sentirme la mujer más feliz del mundo, pero creo que me voy a borrar de esto. Y más este año, que mira cómo están los dos”.
Roser disfruta “porque los veo disfrutar a ellos, aunque siempre tengo, por descontado, mis malos momentos. Yo no los parí, me daba miedo parir a dos niños como estos, por eso nacieron por cesárea”. Y, a través del móvil, se escuchan, estallan, explotan, las mayores carcajadas del fin de semana.
“Sé que andan buscándome, pero tienen mucho trabajo después de una carrera, tienen que atender a mucha gente y más, supongo, tras un día tan feliz como este. Tendrán muchos compromisos, ya me llamarán, ya”, añade Roser, que sigue pensando que “lo más importante es que se diviertan. Si se divierten van mejor sobre la moto y corren menos peligro, seguro, aunque ellos tienen muy interiorizado, desde niños, lo que es el riesgo”.