Jeff Bezos (Amazón), Mark Zuckemberg (Meta), Tim Cook (Apple), Satya Nadella (Microsoft), Sam Altman (ChatGPT), Shou Zi Chew (TikTok) y, cómo no, uno de los protagonistas de las últimas semanas, Elon Musk (X Corp). Siete de los más importantes oligarcas tecnológicos se alinearon en primera fila en la investidura de Donald Trump, hace poco más de un mes. Desde entonces, todo ha cambiado -hasta el orden internacional- y la profunda influencia que estos magnates llevan ejerciendo durante años en la política estadounidense empieza a notarse en Europa.
«Estamos empezando una nueva era, la era digital, y todo aquello que conocíamos como la normalidad va a cambiar radicalmente», asegura el profesor de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona, Gabriel Colomé, en conversación telefónica con EL PERIÓDICO, en referencia a la importancia que están adquiriendo estos líderes tecnológica a la hora de influir en la política. Un informe de la Comisión Federal de Elecciones de EEUU apunta a que Musk gastó más de 290 millones de dólares para llevar a Trump hasta la Casa Blanca.
Elon Musk, este lunes en la investidura de Trump. / EFE
En las últimas semanas, el propio Musk ha ido admitiendo sus simpatías por las formaciones de extrema derecha europeas. En su red social X, el propietario de Tesla apoyó abiertamente a la candidata del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, que obtuvo el segundo puesto en las elecciones del pasado fin de semana. «El poder de las tecnológicas está en que tienen su propio canal de comunicación y nos encontramos situaciones en las que están ejerciendo directamente su influencia sobre los poderes públicos», explica la profesora de Ciencias Políticas de la Universitat de València, Clara Portela.
«La comunicación también ha estado sufriendo grandes cambios en los últimos años. De hecho, fue el propio Trump el que lanzó la idea de hacer comunicados vía Twitter (ahora X) y no a través de notas de prensa», sostiene Portela, situando el control de las redes sociales como una de las principales herramientas de la que dispone esta oligarquía para ejercer su influencia. En la misma línea, Colomé recuerda que Jeff Bezos, el dueño de Amazon, compró el diario The Washington Post en 2013 para poner al servicio de los intereses del actual presidente de EEUU.
Las redes sociales
Hace tres meses, Rumanía anuló la primera vuelta de sus elecciones presidenciales al detectar injerencias rusas, en este caso, con campañas a través de redes sociales para que ganase el nacionalista prorruso Calin Georgescu. «Tenemos un problema que es cómo llega la información a las nuevas generaciones, a través de qué canales se informan», advierte Colomé, que considera que esta oligarquía tecnológica no tiene reparos para hacer uso de «bulos y mentiras«.
En este sentido, cree que la Unión Europea «deberían ser el dique para evitar el impacto autoritario de la era digital» y legislar para que los mensajes en redes sociales «no sean impunes«. «Las redes sociales, si hacen lo que hacen sin control, el responsable es el propietario», asevera. Llegado a este punto cree que Europa no será tan «drástica» como Lula da Silva que impulsó la suspensión de X en Brasil.
Sin embargo, la regulación de las redes es «una zona gris» para Portela, ya que «implica una mayor limitación de la libertad de expresión». «¿Cómo podemos defendernos de situaciones de desinformación, de escenas xenófobas o con mensajes agitatorios contra minorías étnicas sin restringir la libertad de expresión? Es una situación bastante peliaguda«, afirma.
La presencia en el Gobierno
Colomé apunta que Musk, mediante las injerencias en las elecciones, es quien va a «aplicar el criterio del tecnofeudalismo en todo el mundo» y que prueba de ello han sido los comicios alemanes. Así, asegura que está «en plena aventura proselitista para implantar sus ideas», basadas en la «libertad negativa» que resume de la siguiente manera: «Yo no puedo ser libre porque hay una cosa, el Estado, que me reprime y, por lo tanto, tengo que acabar con el Estado». Además, sostiene que la presencia de Musk en la administración Trump es un indicio de esta nueva era digital que puede devolver a la sociedad al «siglo XVIII y tener, en el sentido más benévolo, despotismos ilustrados, pero bajo un régimen autoritario«.
Para Portela, esta influencia, que tradicionalmente han ejercido las empresas industriales y que ahora tienen las grandes tecnológicas, ya se da en los países europeos, aunque de una forma más indirecta: «Esto no tiene nada de novedoso. Esa influencia se ejerce a través de los partidos, de los ‘lobbies’, de los actores sociales en la negociación colectiva… Lo que pasa en EEUU es que estas instituciones que mediatizan esta influencia han pasado a un segundo plano y ahora nos encontramos con Musk directamente en el despacho oval».
Ambos coinciden en los aspectos negativos de este cambio. Portela considera que los grandes magnates han conseguido «revertir una situación en la cual las empresas se ven reguladas por los poderes públicos para ser ellos los que gestionan a los reguladores«. Colomé, más contundente, denuncia que la presencia de Musk en la Casa Blanca muestra que los ciudadanos «ya no tienen la protección del Estado frente a alguien que tiene tus datos fiscales y que puede decidir si te paga o no». No obstante, la profesora de la Universitat de València cree es complejo que esta situación se dé en Europa porque no existen empresarios «equivalentes», aunque admite que el ejemplo de EEUU podría normalizar cosas nunca antes vistas.