El inicio del Evangelio atribuido a Juan, específicamente Juan 1:1, es un pasaje con una riqueza simbólica que merece ser analizada con detenimiento. Para comprenderlo mejor, desglosaremos su significado de manera sencilla, como si fuera una conversación cercana.
El texto original en griego, escrito en judeo-griego, dice lo siguiente:
Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος,
καὶ ὁ λόγος ἦν πρὸς τὸν θεόν,
καὶ θεὸς ἦν ὁ λόγος.
οὗτος ἦν ἐν ἀρχῇ πρὸς τὸν θεόν.
Este fragmento no es una simple declaración, sino un poema. En griego, su estructura sigue un ritmo especial, con una métrica precisa y frases dispuestas como versos de una cuarteta. En las traducciones modernas, este aspecto se pierde, pero en el original es evidente que cada palabra fue colocada con intención. ¿Por qué es relevante su forma poética? Porque los poemas rara vez expresan ideas de manera literal. En lugar de presentar una lista de hechos, recurren a símbolos, imágenes y conceptos que invitan a la reflexión. Desde el principio, el texto sugiere un mensaje simbólico más que una descripción directa.
Uno de los términos clave en este pasaje es logos. En griego, esta palabra puede traducirse como “palabra”, “discurso”, “razón” o “pensamiento”. Algunos han sugerido que el autor tomó este concepto de la filosofía griega, donde se usaba para referirse al principio racional que ordena el universo. Sin embargo, el logos en este contexto está mucho más vinculado a la tradición judía, en particular al relato de la creación en Génesis 1.
En ese capítulo del Génesis, aparece repetidamente la expresión “Y dijo Dios” (vaiomer Elohim en hebreo), como en el versículo: “Y dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz”. El término vaiomer proviene de ma’amar, que significa “dicho” o “expresión”. Sin embargo, en la tradición judía, este ma’amar no se limita a una palabra hablada, sino que representa la voluntad divina en acción. Dios no solo pronuncia palabras, sino que, al hacerlo, transforma su deseo en realidad. Un texto fundamental del judaísmo, el Pirkei Avot (capítulo 5, mishná 1), enseña que el mundo fue creado mediante “diez ma’amarot”, es decir, diez expresiones de la voluntad de Dios. Cada vaiomer en el Génesis es un acto creador, una manifestación de su intención.
Por lo tanto, el logos mencionado en Juan 1:1 corresponde a este ma’amar. El poema transmite la idea de que esa voluntad creadora de Dios estaba presente desde el principio. Cuando dice “ὁ λόγος ἦν πρὸς τὸν θεόν” (“el logos era hacia Dios”), la palabra griega pros indica una relación de orientación. El logos, equivalente al ma’amar, se dirige “hacia Dios” porque procede de Él y representa su acción creadora. Esta idea coincide con las enseñanzas de sabios judíos como Hillel y Shamai, quienes, alrededor del año 100 a. e. c., hablaban del “pensamiento de Dios” como el origen de la creación. En el Bereishit Rabbá (capítulo 12), se menciona esta noción, destacando que el universo surge del pensamiento divino, expresado en el ma’amar.
El autor del Evangelio de Juan emplea el término logos en su poema para reflejar esta misma concepción, conectando el mensaje cristiano con la profunda tradición judía.
El pasaje continúa con la frase καὶ θεὸς ἦν ὁ λόγος, que en griego se traduce como “y divino era el logos”. Aquí es crucial notar un detalle gramatical: en el original, la palabra theòs (dios) aparece sin artículo definido (“el”). Esto cambia por completo el significado de la oración. No está afirmando que “el logos era Dios” en un sentido de identidad absoluta, sino que el logos es divino en su naturaleza porque proviene de Dios. Es decir, el logos—entendido como el ma’amar, la expresión de la voluntad de Dios—tiene un carácter divino, pero no se presenta como un ser separado o como una persona distinta dentro de la divinidad.
Sin embargo, la mayoría de traducciones cristianas han interpretado este verso de una manera diferente. En español, por ejemplo, se suele traducir como: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. La elección de “Verbo” con mayúscula y la afirmación “era Dios” han llevado a la idea de que el logos hace referencia a Jesús, implicando que existía desde siempre y que es idéntico a Dios. Esta interpretación no proviene del texto original ni de su contexto judío, sino de una teología cristiana desarrollada posteriormente.
Desde una perspectiva filológica y considerando solo el significado de las palabras en su contexto griego y hebreo, el autor está hablando de la voluntad creadora de Dios, el ma’amar, y lo expresa con la belleza de la poesía.
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