Desde hace años, cuando se habla del poder de Javier Arenas en Sevilla alguien dice: «Es una leyenda. Está retirado». Y otro contesta: «Eso es mentira. Él no sabe irse». El primero, el que niega su influencia, es siempre de Arenas. El segundo, el que asegura que sigue moviendo los hilos, fue de Arenas alguna vez, todos lo han sido, pero rompió amarras. Es la película repetida de siempre.

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