Las últimas fotografías publicadas de la princesa Leonor han desatado un auténtico revuelo nacional. A sus 19 años, la hija de Felipe VI y Letizia ha sido fotografiada con un chico que podría ser su novio. En el material gráfico no hay besos, pero Fred Pontes, el fotógrafo brasileño que realizó las instantáneas, asegura que vio cómo la pareja se besaba y se hacía arrumacos, mientras disfrutaban de una fiesta callejera en Salvador de Bahía.
El fotoperiodista ha contado que desconocía la identidad de los jóvenes y que hasta que se presentaron ante él varias personas que le obligaron a borrar las fotos que había hecho, no había identificado a la princesa. Horas más tarde, recuperó el material con un programa informático y lo publicó en un diario brasileño. En pocos minutos, saltaron a las redes sociales en España y la bomba informativa era imparable.
Esta semana, infinidad de medios de comunicación se hacían eco del posible romance de Leonor y, al mismo tiempo, se abría un nuevo debate: la pregunta no es si nos interesa la vida sentimental de la princesa (spoiler: nos interesa y mucho), sino si los periodistas tenemos derecho a informar al detalle sobre ello. ¿Podemos contar con pelos y señales las primeras andanzas amorosas de la futura reina? ¿O deberíamos darle un poco de espacio y permitirle disfrutar de unos años de “vida normal”? El apellido Borbón trae consigo una cláusula de privacidad con mucha letra pequeña y grandes peros, bien lo sabemos los periodistas.
Por un lado, es la heredera, lo que significa que su vida genera un interés público legítimo, pero, por otro, es una chica de 19 años. Hoy es una imagen en Brasil, mañana será su boda y la portada con su primer hijo. Es el precio de la corona.
La historia de las fotos de la princesa también ha servido para reabrir el melón de la actuación de los escoltas de la familia real, muchas veces más pendientes de evitar las fotos de los paparazzi, que de protegerles de cualquier peligro. Según nos cuentan a las Mamarazzis algunos compañeros reporteros, los escoltas que acompañan a Leonor, “suelen tomarse demasiado en serio” lo de impedir que se fotografíe a la princesa fuera de su agenda oficial. “Han llegado a detener a un compañero y esposarle, únicamente por negarse a entregar el material que había realizado o por tratar de sacarle una fotografía que ellos consideraban que no debía hacerse”.
Ejemplos de la pésima relación entre los escoltas de la casa real y los periodistas hay muchos. También de lo contrario; aún recuerdo cómo nos reconciliábamos con la guardia real en las noches veraniegas de Palma de Mallorca, en un karaoke cercano al Palacio de Marivent. ¡Qué noches aquellas en las que disfrutábamos juntos, tras haber pasado el día entero jugando al ratón y al gato!. Pero las Mamarazzis también recordamos el gran número de veces en las que nos impedían trabajar “porque no” y perdíamos la oportunidad de poder plasmar con nuestras cámaras escena naturales y noticiables de algún miembro de la familia del rey.
Leonor ya es mayor de edad, se ha independizado, puede conducir, firmar contratos y hasta ser reina, si mañana su padre falleciera. La expectación que ha generado su posible noviazgo es más que comprensible, aunque, probablemente, a ella le pese. ¿Es necesario que informemos de todos los aspectos de su vida? Sí, pero démosle algo de tregua.