- Un sistema necesario que busca al ciudadano
- Ventajas claras frente al sistema judicial
- Dificultades persistentes: la reticencia del sector jurídico
- Casos de éxito que muestran el potencial de la mediación
- Un futuro prometedor
El panorama de la mediación en España está en plena transformación. La reciente aprobación de la Ley Orgánica 1/2025 supone un punto de inflexión para este sistema alternativo de resolución de conflictos, que hasta ahora ha sido incapaz de calar profundamente entre la ciudadanía.
Rocío Sampere, presidenta de la Asociación Madrileña de Mediación (AMM), no duda en calificar el balance previo a la promulgación de la ley como negativo: “Nos ha suspendido Europa, nos suspende España y no tenemos estadísticas”. Sin embargo, con la nueva legislación, todo apunta a un cambio radical.
Un sistema necesario que busca al ciudadano
Hasta ahora, la mediación no había llegado a la ciudadanía de forma efectiva. “No es por falta de cultura negociadora en España, sino porque los intereses de algunos sectores no permitieron que el sistema se divulgara adecuadamente”, asegura Sampere.
La nueva ley establece la obligatoriedad de acudir a una sesión informativa inicial antes de optar por la vía judicial, algo que, según la mediadora, ayudará a cambiar esta situación. “El ciudadano tiene derecho a conocer todas las vías posibles para resolver sus conflictos, igual que elige entre beber Coca-Cola o no”.
Lourdes del Amo, coordinadora en mediación administrativa de la AMM, coincide en este análisis. En su opinión, desde la publicación de la Ley de Mediación en Asuntos Civiles y Mercantiles de 2012, España ha formado a un gran número de mediadores, pero el volumen de casos ha sido insuficiente.
“Faltaba esa cultura del acuerdo. Ahora, con la nueva ley, el proceso será un poco forzoso, pero necesario para reeducar a la sociedad en la importancia de pactar antes de litigar”, comenta.
Ventajas claras frente al sistema judicial
Ambas expertas resaltan las numerosas ventajas que ofrece la mediación. Entre ellas, destacan su carácter autocompositivo, es decir, la posibilidad de que las partes involucradas lleguen a acuerdos por sí mismas, con su intervención personal que no puede ser sustituida.
Sampere subraya que esto implica un “traje a medida”, donde los ciudadanos eligen el tiempo, el lugar y el mediador que prefieren. Además, al sentirse responsables del acuerdo, su cumplimiento es más efectivo: “Mientras las sentencias judiciales apenas alcanzan el 50% de ejecución, los acuerdos logrados mediante mediación superan el 90%”.
La mediación también ofrece un importante ahorro de tiempo y costes. Según Del Amo, un proceso judicial puede alargarse durante años, mientras que en mediación, la resolución suele alcanzarse en cuatro sesiones de una o dos horas. Este ahorro no es solo económico, sino emocional, al evitar el desgaste que genera la confrontación en los tribunales.
En el ámbito empresarial, la mediación tiene el potencial de fortalecer los vínculos comerciales, en lugar de destruirlos. Del Amo explica cómo en una reciente mediación entre dos empresas, el proceso no solo permitió resolver el contrato en disputa, sino que abrió la puerta a nuevas colaboraciones.
“Ese restablecimiento de relaciones es uno de los grandes logros de la mediación”, asegura.
Dificultades persistentes: la reticencia del sector jurídico
Pese a las expectativas positivas, el camino no está exento de obstáculos. Una de las principales barreras es la resistencia del sector jurídico, especialmente entre los abogados, quienes temen perder protagonismo en la resolución de conflictos.
Sampere reconoce esta preocupación, pero también señala que la ley les otorga un papel relevante en casos de mayor complejidad, como en la oferta vinculante confidencial, que es cuando las cuantías son superiores a 2.000 euros.
O la mención de que pueden solicitar ir con abogado a cualquier MASC (Métodos adecuados de solución de controversias) “Si todos entendemos que el centro de este sistema es el ciudadano, no habrá espacio para rivalidades”, afirma.
Otro reto es evitar que la obligatoriedad de la sesión informativa, ahora llamada inicial, se convierta en un mero trámite. “Los jueces y los letrados de la Administración de Justicia han advertido que exigirán que sea un proceso real y no un simple papeleo”, destaca Sampere.
Del Amo añade que, además de la falta de cultura en la ciudadanía, también hay desconocimiento dentro del propio sector jurídico. Sin embargo, ve en esta situación una oportunidad: “Es como cuando se prohibió fumar en bares. Al principio hubo rechazo, pero luego se adaptaron y encontraron formas de reinventarse. Lo mismo puede ocurrir aquí”.
Ambas mediadoras coinciden en que los casos de éxito son la mejor forma de demostrar la eficacia del sistema. Sampere relata cómo una simple reclamación de cuotas en una comunidad de propietarios, que había derivado en graves problemas de convivencia, se resolvió gracias a la mediación.
“Logramos que los vecinos entendieran las necesidades de cada parte y establecieran normas que todos respetaron. El acuerdo permitió no solo el pago de las cuotas, sino la recuperación de la armonía entre los vecinos”.
Por su parte, Del Amo destaca un caso en el ámbito urbanístico, donde la mediación no solo resolvió el conflicto contractual entre una empresa inmobiliaria y una explotadora turística, sino que generó nuevas oportunidades de colaboración.
“El acuerdo inicial era inviable, pero la mediación permitió encontrar otros puntos de negociación que beneficiaron a ambas partes”, explica.
Un futuro prometedor
La entrada en vigor de la nueva ley en abril de 2025 marca el inicio de una nueva etapa para la mediación en España. Del Amo confía en que los resultados serán visibles a medio plazo: “El primer año será de adaptación, pero luego veremos cómo este sistema se convierte en una alternativa real y complementaria a los juzgados”.
Sampere, por su parte, ve en este proceso una oportunidad para crear una sociedad más madura y responsable: “Estamos ante el ciudadano de la inteligencia artificial, el de la segunda opinión médica. Es lógico que también quiera tener control sobre cómo resolver sus conflictos”.
La mediación no es solo una herramienta jurídica, sino un cambio cultural. Y si logra asentarse, puede convertirse en el pilar de un sistema de justicia más ágil, eficiente y cercano a las necesidades de las personas.
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