Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha lanzado una serie de ofensivas políticas, presentándolas como esenciales para proteger los valores estadounidenses y la seguridad nacional. Ha desafiado alianzas internacionales, desmontado instituciones y reconfigurado el Estado a medida, intensificando fracturas internas y alterando el equilibrio global. Trump 2.0 es mucho más contundente que en su primera versión. Estas son las seis ‘guerras’ que marcan el rumbo de su Gobierno.
Pese a su promesa de enfocarse en asuntos internos y acabar con las guerras en el extranjero, Trump ha avivado las divisiones con propuestas que alteran fundamentalmente alianzas internacionales y priorizan los intereses de EEUU a cualquier coste.
Trump trata de sacar tajada de una supuesta resolución del conflicto de Ucrania. Tras prometer en su campaña electoral acabar con la guerra en «24 horas», propuso un alto al fuego que generó preocupaciones en Ucrania sobre su posible exclusión de las negociaciones de paz. La primera llamada oficial entre Trump y el presidente ruso, Vladímir Putin, ahondó en ese miedo. En cambio, para Putin, marcó el fracaso del bloque occidental por aislarlo desde la invasión. Desde que Trump ganó las elecciones en noviembre, Putin lo ha elogiado, con la esperanza de conseguir su apoyo para la rendición de Ucrania. Trump también espera obtener una parte de las tierras raras de Ucrania como recompensa por su rol de mediador.
Sobre la guerra en la Franja de Gaza, Trump dijo que EEUU se haría cargo, depurando las municiones sin explotar y reconstruyéndola como un centro turístico al que llamó «la Riviera de Oriente Próximo«. El plan incluía «reubicar» a los residentes palestinos en países vecinos, lo cual constituye de facto una limpieza étnica, algo que contravendría el derecho internacional. Israel celebró la propuesta y ordenó un plan de evacuación voluntaria, mientras Trump ha amenazado con recortar la ayuda a Jordania y Egipto si no aceptaban a los dos millones de personas de las que necesita deshacerse para cumplir su plan.
Trump libra una guerra de identidad, reavivando ambiciones coloniales y presentándose como garante de los valores estadounidenses frente al progresismo (al que llama «woke»). Ha cerrado las fronteras, suspendido asilos y prometido la deportación de 13,7 millones de personas, algo que aún dista de ser realidad, pero con un discurso de miedo que cala entre las comunidades migrantes.
Presiona a América Latina para albergar centros de detención y busca rehabilitar Guantánamo, poniendo en duda el cumplimiento de los derechos humanos. Además, ha renombrado el Golfo de México como «Golfo de América» y propone que EEUU retome del Canal de Panamá, así como la anexión de Canadá, y la toma de Groenlandia, incluso por la fuerza.
En casa, defiende los roles de género tradicionales: prohíbe la participación de mujeres transgénero en deportes femeninos y restringe su servicio militar, negando derechos LGBTQ+ que, junto con sus posturas antiabortistas, atraen a votantes nacionalistas cristianos.
Trump anunció aranceles globales de gran alcance para interrumpir el comercio, forzar negociaciones y presionar a las empresas para que reubiquen la producción. Su plan se aparta de las regulaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y establece un sistema basado únicamente en los criterios de EEUU, lo que probablemente impondrá aranceles más altos a las importaciones.
Su estrategia apunta tanto a aliados como a adversarios. Se añadió un arancel del 10% a los productos chinos, y se consideraron medidas similares para Canadá y México en relación con las drogas y la migración. El impuesto al valor añadido de la Unión Europea (UE) también fue criticado como una barrera comercial injusta.
Trump reconoció que los aranceles podrían aumentar los precios a corto plazo, pero insiste en que generarán empleos y «harán que EEUU gane una fortuna» a largo plazo.
China ha lanzado un modelo de inteligencia artificial (IA) más avanzado y económico que el ChatGPT estadounidense, tras lo cual Trump ha intensificado su guerra tecnológica. Presentó en la Casa Blanca un megaproyecto de IA atribuyéndose el mérito a pesar de que no hay inversión pública y que el acuerdo lo negoció la Administración de Joe Biden.
En su cruzada contra la supuesta censura en redes sociales busca ponerlas a su servicio. Elon Musk fue el primero, brindándole X (antes Twitter) como altavoz crucial para su campaña electoral. Desde su victoria, todas las tecnológicas han ido postrándose ante él, en particular Mark Zuckerberg, que terminó los contratos de verificación de contenido para Meta (Facebook e Instagram), lo que puede aumentar la difusión de bulos.
Su última maniobra fue ‘salvar’ a TikTok de una prohibición firmada por Biden. Aún no está claro si ByteDance, su matriz, deberá vender a un propietario estadounidense, pero Musk ya hizo una oferta.
Trump está remodelando el Gobierno a su medida, con la ayuda de Elon Musk y del Departamento de Eficiencia del Gobierno., que han impuesto importantes recortes La mayoría de agencias gubernamentales deben solicitar su aprobación para gastar su presupuesto mientras que Musk no está sujeto a ningún tipo de transparencia.
En su ataque contra el Estado, Trump y Musk ya han desmantelado la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional y han amenazado con hacer lo mismo con la agencia para el manejo de emergencias, así como con el seguro asequible a la salud (Obamacare) y el Departamento de Educación.
Además, la Administración ofreció a casi 2 millones de empleados federales que renunciaran a su empleo y les seguirían pagando hasta septiembre, pero un juez suspendió el plan cuando Casa Blanca asegura que más de 40.000 trabajadores ya aceptaron.
Trump está reformando el sistema judicial, premiando a los aliados, castigando a los que no piensan como él y presentándose como la víctima de un sistema corrupto.
El asalto al Capitolio es el caso más emblemático. En su primer día en la Casa Blanca, Trump perdonó a las 1.600 personas imputadas, incluidas las condenadas por delitos graves (hubo seis muertos, 140 policías resultaron heridos y cuatro se suicidaron). Además, Trump ha encargado a la fiscal general Pam Bondi investigar la supuesta mala conducta de fiscales y agentes del FBI que han investigado lo que pasó ese día, y que podrían perder sus puestos por hacer su trabajo.
El último protegido de Trump fue el alcalde de Nueva York, Eric Adams, un demócrata que apoya sus políticas migratorias en un estado progresista. A solicitud de Trump, el Departamento de Justicia desestimó las evidencias de corrupción presentadas contra él.