«Nada dura para siempre, hemos sido extraordinariamente extraordinarios y ahora tenemos que ir paso a paso para crecer”. No necesita Pep Guardiola que nadie le explique sobre la caducidad en el deporte. La eternidad no existe y menos en el fútbol. Y tampoco nadie es infalible. Ni siquiera el técnico de Santpedor, aunque casi siempre lo ha parecido. Por primera vez en su ya larga carrera en los banquillos prueba el jarabe amargo que él obligó a ingerir a sus rivales durante tantos y tantos años, el jarabe de la derrota, peaje previo a una reconstrucción, la de un Manchester City que efectivamente ha sido un gigante en la última década.
En la sala de prensa del Santiago Bernabéu, donde en infinidades ocasiones pudo comparecer ufano tras un recital de su equipo de turno, ya fuera el Barça, el Bayern o el City, Guardiola se vio obligado el miércoles a certificar la defunción de un proyecto. El cacareado fin de ciclo. La Champions, la competición de los aristócratas europeos, le expulsó sin miramientos a través de un imponente Real Madrid, guiado por el superlativo Kylian Mbappé que Florentino Pérez esperaba ver cuando lo fichó. Es la primera vez que Guardiola no está ni en octavos de final.
Guardiola, que ganó la Champions en 2023 con el City, amén de la Supercopa europea, el Mundial de Clubs, seis títulos de la Premier League y varias copas inglesas, tiene ante sí la misión a corto plazo de parchear un equipo desmoralizado y el físico hecho trizas con la aportación de los últimos fichajes, futbolistas jóvenes y poco bregados, con el único objetivo de acabar entre los cuatro primeros en la Premier y regresar así a la máxima competición continental el curso próximo. «Tenemos que centrarnos en la Premier y en la FA Cup. Hay que intentar estar aquí otra vez», asumió el técnico catalán.
No hace falta ir a la prensa de Madrid para leer o escuchar las invocaciones al fin de ciclo del City. Ya se sabe que ahí siempre han habido apresurados con ansias para abatir a Guardiola. Esta vez son los medios ingleses los que ponen el sello de la defunción de una era exultante, con un estilo que ha transformado no solo a un club, sino a toda una cultura futbolística, y que, por lo tanto, merece el máximo respeto entre los opinadores.
«Ahora hay cierta certeza de que el mejor City de Guardiola está oficialmente acabado después de una débil derrota en la Liga de Campeones”, escribe The Guardian. “La rendición del City en Madrid marca el final de una era”, apuntan en la BBC. Quizá el texto más crítico con el City y con Guardiola se encuentra en el conservador The Telegraph. «No puedo evitar pensar que el herido Guardiola necesita otro año sabático. Apenas 21 meses después de ganar el triplete, los cimientos del equipo que construyó Pep no solo se han derrumbado, sino que se han licuado”, opina Oliver Brown.
El Daily Mail, siempre más vehemente, lamentó la imagen del campeón inglés también. «El Manchester City tenía que ser perfecto, había dicho Pep Guardiola. Bueno, lo perfecto duró menos de cuatro minutos. Así que lo perfecto rápidamente se volvió imperfecto y luego lo imperfecto se volvió mediocre y luego lo mediocre se volvió horrible y lo horrible se convirtió en dolor por el equipo que una vez fue el City y que ya no es».
Ciertamente, todo ha cambiado en el City de la noche a la mañana. La lesión de Rodri fue como la caída de la columna que sostenía el edificio. La defensa, la línea más sacudida por las lesiones, parece ahora de cristal. El mediocampo ha perdido creatividad y resistencia. Y el ataque, en particular sin Haaland, carece de movilidad.
Erling Haaland, en el banquillo del bernabéu. / Kiko Huesca / EFE
A corto plazo a Guardiola le toca curar las heridas y no perder comba en la Premier, pero de cara al verano se avecinan muchos movimientos, con Txiki Begiristain aún a bordo. No se va a poder ir con las manos en los bolsillos. El futuro de tantos futbolistas venerables como De Bruyne, Gundogan, Ederson, Bernardo Silva, Grealish o Kovacic están en el alambre. Guardiola se juega las dos próximas temporadas, el plazo por el que acaba de renovar. Nadie se le imagina pidiendo el año sabático que le reclama el columnista del Telegraph.