El Real Madrid está a siete partidos de levantar su decimosexta Copa de Europa. Es un dato, más allá de una sensación. Durante la liguilla los blancos cayeron derrotados ante Liverpool, Lille y Milan, en casa, y el madridismo se desenamoró de Ancelotti. Fueron a Atalanta a jugarse la vida, donde sobrevivieron aferrados a la épica (2-3), y en Manchester estaban (2-1) abajo en el minuto 83. Pero Carletto, al que alguno en las oficinas del Bernabéu está cansado de ver, sabe algo que no sabe el resto. El italiano volvió a obrar el milagro en su pizarra sintonizando a Bellingham, Vinicius y Rodrygo con Mbappé, al tiempo que retorcía la plantilla en busca de centrales y laterales derechos. Advirtió el técnico cuando más llovía: “Si llegamos vivos a Navidad en las competiciones, tendremos opciones”. ¿Quién discute ahora que el Real Madrid es el rival a batir en la Champions? La vuelta ante el City no tuvo historia porque Mbappé certificó el fin de ciclo del Manchester de Guardiola con tres goles. Recordaba Pep con nostalgia el martes en la sala de prensa del Bernabéu, lugar emblemático para él: “Fuimos una máquina durante ocho años”. Tan cierto como que ahora son un rival vulgar y deprimente. Pecado impropio de un equipo de Guardiola.

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